Vinos atados al Valle de Uco Fabricio Portelli 27/05/2020 Notas, Vinos Notas 1931 La cuarentena no frena al vino, que sigue ofreciendo novedades todas las semanas. En esta ocasión fue Alambrado, que presentó la nueva cosecha (2019) de sus varietales; con el Cabernet Franc como flamante incorporación; y el Gran Alambrado 2018, el top de la línea. Cuando Rubén Ruffo, enólogo de Santa Julia, creó estos vinos fue pensando en el consumidor de restaurantes y vinotecas, con vinos modernos y atractivos, ideales para servir en la mesa acompañando comidas. “Queríamos vinos elegantes y de acidez equilibrada, y es por eso que las uvas provienen íntegramente del Valle de Uco, porque es allí donde están esas características”, afirma. Edgardo Cónsoli (ing. agrónomo) y Rubén Ruffo (enólogo) Las uvas para Alambrado provienen principalmente de dos fincas propias en Vista Flores (Tunuyán), a 5km de distancia una de la otra. Pero más allá de la cercanía, son viñedos muy distintos por la matriz de suelo y clima. El más grande posee 120 hectáreas cultivadas y se denomina La Ribera, porque está a 700m de la orilla del Río Tunuyán. Fue plantado hace algunos años, y su característica saliente, por la cercanía al río, es que sus suelos son muy pedregosos. En algunas partes hay un poco más de suelo, pero no más de 80cm. En los lugares con mucho canto rodado (de 20/30cm) fue un gran desafío plantar los viñedos, ya que cada pozo tuvo que se hecho a mano. Además, hubo que cuidar mucho las plantas, sobre todo en los primeros años, porque las condiciones son extremas. Como en todas las fincas de la familia Zuccardi del Valle de Uco hay Malbec, pero también Bonarda, Syrah, Tempranillo, Chardonnay y Viognier. “Se podría decir que en esta finca la madurez es precoz en relación al resto de Vista Flores, y esto es muy interesante porque nos da vinos de taninos elegantes, con buena acidez y frescura. Solo debemos tener cuidado con la fecha de cosecha, y estar muy atentos al momento oportuno”, explica el enólogo. La otra finca se llama simplemente Vista Flores, y posee suelos con un metro de profundidad, compuesto por limo, arena y algo de arcilla, por la mayor influencia de los aluviones. Esta fue la primera finca que plantaron los Zuccardi en el Valle de Uco, eso explica que haya muchos parrales, un sistema de conducción que le ha dado grandes resultados a la familia; hoy el 54% de los viñedos del país están en parrales. “Con los años presentan algunos inconvenientes para la mecanización de algunas tareas, algo muy necesario en el Valle de Uco donde la mano de obra es escasa”, afirma Rubén. Allí hay 50ha de parrales de Malbec, Syrah y Chardonnay, y también algo de Cabernet Sauvignon en espaldero. Los varietales de Alambrado explicados por su hacedor “Conocíamos el Bonarda del Valle de Uco por viñedos antiguos, es una cepa que, si bien tiene un ciclo de madurez largo, en la finca de La Ribera madura bastante bien”, describe el hacedor. Y agrega, “es una Bonarda más fresca y con una fruta más joven que la de Santa Rosa, que es más madura y con notas a mermelada de frutas negras. Esta es más fresca, y con buena acidez natural”. La vinificación es clásica como en todos los exponentes varietales de Alambrado. Una corta maceración pre-fermentativa en frío de 4/5 días, en la cual se enfría la uva molida a 5/7 grados, y después se inicia la fermentación. En todos los vinos utilizan levaduras autóctonas y seleccionadas por ellos, siguiendo una filosofía clara de sustentabilidad. “Seleccionamos uvas en cada viñedo de las vides más alejadas, realizamos una microvinificación en el laboratorio, y separamos la levadura que ha fermentado. Luego se selecciona en base a la capacidad de fermentación, y al pool (grupo de levaduras) de las mejores lo mantienen congelado de un año a otro. Luego en cosecha, se activa el pool madre, y con eso se realizan todas las fermentaciones de las uvas de dicho viñedo”, explica detalladamente Rubén Ruffo. Aclarando además que eso no solo les aporta mayor identidad, sino que además logran hacerlo a un costo más bajo que con levaduras secas. Las fermentaciones duran entre 15 y 20 días, a menos de 25 grados, realizando pigeages mecánicos, delestages y remontajes clásicos en los tintos. Luego un descube y a crianza con la maloláctica completa, intentando no usar madera, solo a veces algo de barrica. “Pero como el Bonarda es muy sensible, intentamos ser muy cuidadosos”, advierte el enólogo. El Alambrado Malbec 2019 presenta una estructura tánica diferente que el Bonarda, según Rubén Ruffo. Para este vino en fermentación se hace una mejor extracción y después hay una crianza en barcias, pero muy cuidadosa, que aporta estructura y complejidad, pero sin que aparezca. “En Santa Julia Reserva hay otro perfil, ahí si queremos que esté más presente la madera. Acá elegimos muy bien las partidas de uva, y luego vemos si los vinos elaborados son base Alambrado, que son muy diferentes a los bases para Santa Julia Reserva”, explica el enólogo. En Zuccardi clasifican todos los viñedos que manejan en diferentes niveles de calidad; básico, premium (y sus intermedios como premium plus), súper premium, etc. “Este es un nivel súper premium, y si bien la calidad de uva es similar al de Santa Julia Reserva, cambia el perfil de la uva en función al estilo que buscamos”, dice Rubén. “Los Alambrado son vinos frescos, con un esqueleto ácido bien puesto, y con la fruta más fresca”, agrega Nancy Johnson, la sommelier de la bodega. Y como es importante el estilo en este segmento, hay una crianza en madera, pero sin protagonismo. “No queremos agregarle nada, solo queremos que sean vinos para acompañar bien a una comida”. El Malbec también viene de ambos viñedos y de sectores muy diferentes. Obtienen más estructura y taninos en La Ribera, y un perfil más frutal y floral (violetas) en Vista Flores. Y como el Malbec representa la mayor parte de la producción de Alambrado, también participa uva comprada de la zona, con el mismo estricto seguimiento. La vinificación es igual que la del Bonarda, pero con un mayor trabajo con los orujos; cerca de 20 días de maceración para lograr más extracción. Solo una parte del vino (30%) tiene crianza. También de los dos viñedos de Vista Flores, nace el Cabernet Sauvignon (14618ha), la uva tinta más plantada del país, detrás del Malbec (43000ha) y del Bonarda (18518ha). “Es una cepa muy exigente en cuanto a suelo y clima, y hay que trabajar con precisión para que no salgan vinos con taninos secantes y poco color. Por eso creo que el Cabernet Franc va a seguir creciendo, porque tiene ciertas ventajas”, afirma Rubén. La clave para lograr un buen Cabernet Sauvignon, además de estar en el lugar correcto, es cosecharlo en el momento oportuno. Pero como no tiene problemas sanitarios siempre va detrás del Malbec en la cosecha, y por eso se empiezan a levantar con 14 grados de alcohol potencial, y eso es un error conceptual. El Cabernet Sauvignon puede dar vinos con más estructura que el Malbec, pero muy diferentes de color, porque le faltan los antonianos de éste, por eso vira más hacia los tejas y pierde rápido los tonos violáceos. En Santa Julia, si la cosecha del Malbec comienza a principios de marzo, a mediados del mismo mes largan con los primeros Cabernet Sauvignon, y así siguen con ambas en simultáneo. De esta manera logran Cabernet más frescos, y sin esas típicas notas de hojas secas o verdura cocida, según el hacedor. “Hoy, en el Cabernet Sauvignon argentino no hay mucha piracina. Por el estilo de la uva ya es un vino más de fruta con poco carácter vegetal. Siempre más que en un Malbec, pero el estilo actual es de fruta”, afirma Rubén Ruffo. El Cabernet Franc ha despertado mucho interés en los últimos diez años, y recién ahora empieza a crecer. A 2019 habían 1200 hectáreas plantadas, pero esa superficie va creciendo muy rápido ya que la oferta no alcanza para satisfacer la demanda. “Además, a diferencia del Cabernet Sauvignon, es una cepa menos exigente y más precoz, y eso permite cosecharla antes, y calmar la ansiedad de los productores”, explica Rubén. Es un vino similar en taninos al Cabernet Sauvignon, pero más fáciles de trabajar en bodega. Para Rubén Ruffo, es un cepaje que va a crecer mucho, ya que además está muy difundida en el mundo. “Es una cepa muy interesante, porque además de costar menos en la elaboración que el Cabernet Sauvignon, en niveles intermedios ya se puede lograr una muy alta calidad”, afirma. Conocen las limitaciones del viñedo La Ribera para ese cepaje, y no pretenden lograr un gran Cabernet Franc de allí, pero para vinos con destacada relación calidad-precio, como es Alambrado, es muy buena, y seguro irá mejorando a medida que las vides crezcan, más allá que fue plantado pensando en este tipo de vinos. Por eso es muy importante definir el objetivo del viñedo antes de plantarlo, y que eso sea coherente con el rango de vinos que se pretende obtener. “Acá buscamos un Cabernet Franc (provienen 100% de La Ribera) muy fresco, y con taninos para que sea muy bebible”, dice Rubén. Para el final de la degustación tan virtual como real, quedó el Gran Alambrado 2018, el vino de corte de la línea. “Es más caro porque nace así desde le viñedo, los clasificamos y los cosechamos según esa precalificación, y en degustación después confirmamos si la calidad alcanzó”, explica el hacedor. Para este vino la uva es diferente, y la calidad también. Se trata de un blend 70% Malbec y 30% Cabernet Sauvignon, con una crianza en barricas más larga (10 meses, el 60/70% del vino). “Es un estilo con mayor estructura, graso, volumen y complejidad, para que sea un vino más importante”. Degustación de los vinos Alambrado Esta línea fue siempre pensada para el On Trade (restaurantes y vinoteca), más allá que hoy se pueda encontrar en algún retail seleccionado. El precio de los varietales es de $380, mientras que el Gran Alambrado está en $505. Luego de casi dos horas de charla con el enólogo y la sommelier de la casa vía zoom, y de degustar conjuntamente los 5 tintos de la línea, considero que el flamante Cabernet Franc es el más completo de todos. Al Malbec lo destaco por su tipicidad y ese toque goloso que lo hace atractivo y bebible. El Cabernet Sauvignon es generoso, y el Bonarda tiene la acidez algo marcada (este es el 2018 pero ya está el 2019 que, dicen, está más integrado). Por su parte el Gran Alambrado 2018 se nota que es el vino más importante de todos, pero se sale un poco de la línea. Porque más allá que los varietales sean más frescos por ser un año más joven, el Gran debería ser un resumen de eso, pensando como integrante de una línea y no como vino solo. Es una línea que ha cambiado mucho en su primera década de vida, quizás no en lo conceptual, pero si desde lo sucedido en el viñedo. Es por eso que el blend, con más concentración y más madera, debería también reflejar la frescura y vivacidad del Valle de Uco, con la misma fluidez que los varietales. Algo en lo que Rubén Ruffo ya está trabajando. Alambrado Bonarda 2018 Alambrado Malbec 2019 Alambrado Cabernet Sauvignon 2019 Alambrado Cabernet Franc 2019 Gran Alambrado 2018