Hablar de los vinos de Catena Zapata es hablar del Dr. Nicolás Catena y de su hija Laura, pero también de Alejandro Vigil y todo el equipo que lo rodea en bodega; comandado por Ernesto “Nesty” Bajda; y en viñedos; dirigidos por el agrónomo Luis Reginato.

por Fabricio Portelli – para DELIRIO

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Todos ellos trabajan juntos hace casi veinte años, y son los que están ahí, en el campo día a día, recorriendo centenares de viñedos a lo largo del año, hablando con los productores, haciendo cortes en bodega y probando vinos.

Además, con cada cosecha vienen nuevos aprendizajes, porque pueden comprobar cómo se dio lo planificado; recordar que el vino primero se sueña, luego se piensa, y luego se lo trabaja en el viñedo desde la poda del invierno anterior. A partir de ahí hay un trabajo en la viña muy precisa para llegar al punto de madurez óptimo en función al vino deseado. Y una vez en bodega, empezar a hacer ensayos.

Así surgieron primero las calicatas, esos posos en medio de las viñas para entender la composición del suelo, estudiarla y poder determinar su verdadera influencia en los vinos. De esta manera se descubrió el carbonato de calcio (calcáreo) en muchas piedras, y que favorece la retención de agua, permitiéndole a las raíces una mejor hidratación en un entorno tan desértico y pobre en materia orgánica.

Así surgieron las micro vinificaciones, para poder entender qué vino daba cada parcela.

Catena tiene en Gualtallary (Valle de Uco), uno de los viñedos más estudiados del mundo, y fue gracias a este procedimiento que hoy, en Adrianna Vineyards nacen sus vinos más aclamados en el mundo entero.

Alejandro Vigil intentó durante años homogeneizar ese viñedo con manejo de poda y riego. Pero siempre el viñedo hacía lo que quería o, mejor dicho, lo que la naturaleza le imponía. Hasta que llegó el año en el que decidieron respetar la heterogeneidad del viñedo. Tiempo después entendieron que las respuestas no estaban en el clima, sino en el suelo. Diversas composiciones de origen aluvional y de millones de años, que difieren de una parcela a la otra. Y con mucho cuidado en el viñedo, y luego con la menor intervención posible en la bodega, lograron captar el carácter del lugar.

Claro que ese tipo de lecciones sirven después para todos los vinos, más allá que cada uno tenga su impronta de estilo y de calidad.

Alejandro Vigil es reconocido como el mejor enólogo argentino de los últimos años. Lleva tatuado en sus ante brazos las palabras Malbec y Cabernet Franc, las dos uvas que más lo apasionan. Con el primero conquistó el mundo de la mano de Catena y sus diversos exponentes. Con el segundo, irrumpió con su proyecto El Enemigo, poniendo de moda a la variedad. Pero en realidad su corazón está en el viñedo, en muchos viñedos. Alejandro es un hombre del vino, y no podría hacer otra cosa de lo que hace.

Su pasión por hacer y descubrir lo llevaron a lograr el mejor blanco argentino, cuando hasta hace poco solo se hablaba de tintos por estas tierras. Hoy, sus Chardonnay de Gualtallary se codean con los mejores exponentes del mundo.

Los vinos seleccionados para DELIRIO

Tal es la experiencia de Alejandro Vigil, nutrida por su curiosidad y constante búsqueda de respuestas, que no hay cepaje al que no se anime. Y con muchos de ellos también ha tenido gran éxito, como con el Bonarda. Con su trabajo de rescatar viñedos viejos, principalmente en la zona Este mendocina, está encaminado a lograr por el varietal lo mismo que hizo con el Cabernet Franc. Eso explica el carácter del Saint Felicien Bonarda 2018, que nace en El Mirador, a partir de uvas de más de 40 años. Es un tinto equilibrado, como impone la línea, de trago fácil, con músculo y taninos incipientes, paladar franco y especiado, final fresco y amable.

Cabe destacar que Saint Felicien fue la primera marca de vinos de alta gama (fino en aquella época) de la bodega, nacida a mediados de los 60´, con un Cabernet Sauvignon como protagonista. Es por ello que la etiqueta del vino evoca tan bien al pasado, y a esa tradición.

Y fue justamente un Cabernet Sauvignon el primer vino que le tocó elaborar al ingresar en Catena Zapata, allá por el 2001. Fue una combinación de dos viñedos la que dio origen a la línea de alta gama más exitosa de la casa. Porque Alejandro inauguró una nueva era, no se trataba de bivarietales, sino de varietales con la impronta de dos zonas diferentes, anteponiendo el carácter del lugar al de la uva, algo que hoy todos buscan. Y si bien en Agrelo tiene puestas sus fichas, sobre todo en esta cosecha 2020, con uvas del viñedo Domingo en Tupungato, ha logrado un Cabernet Sauvignon 2015 de aromas delicados a frutas negras, con dejos herbales, paladar franco y fresco, que llena la boca con su nítido carácter frutal, y sus texturas finas que persisten. Un vino que prueba que se pueden hacer grandes exponentes nacionales con la reina de las uvas tintas.

A veces las modas condicionan el ir y venir de las bodegas, haciendo desaparecer vinos. Sin embargo, hay un clásico que se resiste al embate del mercado; el Merlot. Una de las cepas más nobles que existe, nacida en Burdeos como el Malbec y el Cabernet Sauvignon, y protagonista del segundo vino más caro del mundo. Pero su auge se convirtió en su pesada mochila. Es la uva tinta más plantada del mundo, y por consiguiente se hacen con él muchos vinos, pero la mayoría no son de buena calidad, simplemente por estar plantado en lugares equivocados. Esto no solo lo desprestigió, sino que provocó una caída de las ventas a nivel mundial, potenciada por la película Entre Copas (Sideways 2004). Y la Argentina no fue la excepción. No obstante, el Angélica Zapata siguió siendo un referente nacional, y en 2016, como todo buen vino, refleja la cosecha. Combinando uvas de Agrelo y Valle de Uco se logró un Merlot delicado y fresco. De aromas elegantes a frutas negras y especias, paladar amable y dócil, con un persistente final matizado por las notas de crianza.

Pero hay una variedad que ahora se está llevando la atención de Vigil, porque está enfocado en poder lograr vinos al estilo de los del Valle del Ródano septentrional, donde el Syrah se luce. Este cepaje posee un misterioso encanto que atrae, pero además un carácter particular que aflora muy bien en algunas zonas del Valle de Uco, muy pedregosas, tal como son los suelos del Ródano. El DV Catena Syrah, Syrah 2018 es intenso, de buen balance, con aromas y sabores armónicos, taninos incipientes, y una frescura que lo mantiene vivaz.

Son cuatro vinos que hablan de la diversidad argentina, pero también de la habilidad de un enólogo que sabe encontrarle a cada etiqueta su lugar. Y lo más importante, sostenerlo a lo largo del tiempo.

Sobre El Autor

Hace 22 años degusté un vino por primera vez y supe que querría hacer de mi vida profesional. Compartir mi pasión; por eso me dediqué a comunicar el vino. Más de 30.000 vinos degustados y 20.000 publicados, más de 100 revistas editadas y miles de notas. Siete años en TV, cuatro en radio y seis en la web. Más de 20 exposiciones de vino organizadas y más de 30 concursos internacionales como jurado, además de muchos viajes a zonas vitivinícolas del mundo. Todo esto, simplemente me ayuda a conocer más, para poder compartirlo mejor.