Vinosofando en el día del enólogo Fabricio Portelli 07/09/2020 Notas, Vinos Notas 1635 Cada 7 de septiembre se celebra, obviamente, el día de ellas y ellos, los que hacen los vinos que todos disfrutamos, ya sean licenciados en enología, ingenieros agrónomos/enólogos, flying winemakers o bodegueros. Como también es obvio que los vinos no se hacen solos, y que nacen en el viñedo. En estos 20 años pude aprender que, más allá del suelo, del paisaje, del clima, de las conducciones, de los momentos de cosecha, de los métodos de vinificación y de las distintas crianzas, nada ni nadie enseña más que los enólogos. Porque si bien es cierto que el vino “habla” en la copa, se expresa en plenitud cuando se lo comparte con su creador. Porque son ellos los que escriben la historia de cada etiqueta, y los que nos permiten sentir mucho más que placer en cada copa. Con su búsqueda constante, tratando siempre de ir un paso más allá, han logrado los mejores vinos de la historia argentina. Y los que estamos acá somos los privilegiados que podemos descorcharlos, compartirlos con los nuestros, y disfrutarlos. Para entender por qué son tan importantes las mujeres y los hombres que hacen los vinos, hay que analizar el momento de la vitivinicultura nacional. Claro está que ninguno de ellos trabaja solo, y que son muchos más los hacedores detrás de la cara más visible de la bodega. ¿Por qué son tan protagonistas los enólogos que trabajan en Argentina? Mientras en el Viejo Mundo practican una vitivinicultura mucho más tradicional y regulada, por las diferentes Apelaciones de Origen, la historia impone los métodos y los técnicos solo pueden hacer de técnicos. No hay mucho para interpretar y mucho menos para innovar. Ellos ya llegaron, y está genial. Pero acá, el juego recién empieza. En los últimos 30 años, una sola cosa cambió en el vino argentino; todo. Esto significó una evolución detrás de otra, y juntas provocaron una gran revolución. Que la situación económica del país no permita reflejar (en el negocio) el gran momento del vino argentino, es otro tema. Acá, lo que vale es la calidad, los estilos y el carácter. Ya todos los hacedores; los más antiguos, los consagrados, los que están detrás de los vinos masivos, las jóvenes promesas, los jóvenes profesionales que se siguen sumando, y los incansables de bajo perfil; saben que con la calidad no se transa. Y a partir de eso, tratar de respetar a la variedad y luego al lugar, en función del vino a elaborar. Por eso, la honestidad del vino argentino ya no está en discusión, y el carácter empieza a ser evidente en todas las zonas vitivinícolas, desde las más tradicionales, hasta las más nuevas. Basta mirar lo que está pasando con los vinos de Las Compuertas, Maipú y la zona Este de Mendoza, o las regiones de costa (Chapadmalal, Balcarce), y las súper extremas con la australidad de Chubut o la altura infinita de Jujuy. Si no hubiera sido por las personas, hoy no estaríamos hablando de tamaña diversidad. Los vinos de montaña ya son una realidad, y gracias a las interpretaciones de estos artistas del mejor arte bebible, el consumidor tiene siempre muchas opciones para elegir. Algunos se emocionan con lo que les transmite un vino, otros ya lo hacen con su etiqueta antes de descorcharlo, y está los que lagrimean cuando degustan un vino tan longevo como ellos. Sin dudas, se trata de uno de los trabajos más gratos, pero también más sacrificados. Recuerden que en tiempos de cosecha no existen horarios, ni fines de semana, ni feriados, ni cumpleaños. Incluso, este 2020 muchos debieron quedarse a vivir en la bodega a causa de la pandemia. De este lado del mostrador solo se ve la parte más glamorosa, pero hay mucho sacrificio detrás, como en cualquier otro trabajo. Pero evidentemente, alguien que trabaja día a día para embotellar placer se merece pasarla bien en su trabajo. Como dijo una enóloga, es uno de los pocos trabajos en los que se disfruta llevarse trabajo (léase vino elaborado) a casa. En 1862, cuando Domingo F. Sarmiento inauguró la Quinta Normal de San Juan, que posteriormente pasó a llamarse Escuela Nacional de Fruticultura y Enología, seguramente ni soñaba con este presente de la industria. Eso motivó a fijar el 7 de septiembre como el día nacional del enólogo (Mendoza tiene uno propio en mayo). Ellos que se han transformado en la pieza clave para los consumidores y que cada vez son más protagonistas en las redes, saben que este es un gran principio, y que se vienen décadas de mejoras. Las bases están sentadas, y las búsquedas continúan. Seguramente poco a poco algunos irán encontrando el mejor lugar con la mejor variedad plantada para lograr el mejor vino posible allí, según ellos. Es parte del desarrollo. La calidad y la evolución de los vinos argentinos en cuanto a estilo, carácter y equilibrio, no reconoce impedimentos. Claro que para ser sustentables las ventas son importantes. Pero nada sería posible si estos vinos que hacen los enólogos. Hoy, más que nunca, levanto mi copa por todos los enólogos y enólogas del país. Salud.