Debe ser la categoría de vino que más ha evolucionado en los últimos años, al menos en la Argentina, ya que de ser un subproducto de grandes tintos, pasó a ser elaborado a conciencia desde el viñedo.

El mundo celebra su día internacional el segundo y el cuarto sábado de junio de cada año, justo en la antesala del verano europeo, donde los rosé se convierten en el vino favorito de todos. Pero se sabe que el rey de los rosados se hace en Francia, más precisamente en La Provence. Esos vinos, con milenios de historia, son de aspectos tan tenues como brillantes, en tonalidades que van del pétalo de rosa rosa al ámbar claro, pasando por el afamado “piel de cebolla”. Pero su gracia no solo está dentro sino también fuera, ya que las botellas forman parte del vino como en ningún otro tipo. Es decir que no hay una botella clásica “Burdeos” o “Borgoña”, los diseños son libres, porque es parte del juego de seducción de estos vinos.

La naturaleza quiso que en el hemisferio sur los primeros rosados del año estén listos y puedan llegar para inaugurar el verano en el hemisferio norte, con todo lo que ello implica, porque allá los primeros vinos del año llegarán recién a principios del siguiente. Esto a nivel cualitativo no significa mucho, pero si a nivel percepción. Eso motivó a muchos productores a mejorar sus rosados y pensarlos en función al estilo buscado más que en el aprovechamiento de las sangrías de sus tintos top.

Y si bien esa celebración aquí no causa impacto, sirve para poner al rosado nuevamente en la mesa, porque sin dudas es un vino que siempre está listo. Para el aperitivo, para la picada, para el almuerzo informal o incluso para acompañar en la mesa a platos elaborados a base de arroces o pastas, con frutos de mar, o a carnes blancas grilladas.

Pero en la Argentina es la primavera la que le da la bienvenida a estos flamantes vinos del año, justo cuando el clima empieza a ser soleado y todo florece. Por eso, estas dos celebraciones mundiales quizás pasen desapercibidas a nivel local. No obstante, es una buena excusa para repasar un poco sobre su actualidad.

La clave está en el mensaje

“Message in a bottle” decía la canción interpretada por The Police en 1979, y eso es lo que logran los buenos vinos, incluso los rosados. Pero a diferencia de los grandes tintos, blancos, espumosos y dulces, la clave acá no está solo en el vino. Porque nunca va a llegar a ser un gran vino, pero no porque no sea la intención de los hacedores sino por el cómo se hace. Es un vino que se cosecha manteniendo la mayor acidez natural posible y un alcohol equilibrado, se prensa suave y se macera poco para no sobrepasarse con el color ni con los taninos. Y una vez que está listo se embotella lo más rápido posible para no perder ni su frescura natural ni sus perfumes primarios. Esto significa que no hay tiempo para muchas cosas más. Algunos apelan al “skin contact”, pero si se pasan se convierten en vinos “naranjos”. Otros incluso al paso por roble, pero este debe ser lo más neutro posible para no aportar graso a su paso por boca, y mucho menos sabores tostados o ahumados; más asociados a los vinos de guarda. Esto a veces se potencia con el dejo de azúcar residual que muchos siguen manteniendo para redondear su paso por boca, logrando más densidad, pero a la vez un vino que linda con lo empalagoso.

Por eso, casa vez son más los rosados mordientes y vivaces, secos pero muy perfumados. El Malbec manda, por ser la variedad emblema, pero la creatividad también. Cofermentaciones de uvas tintas y blancas, combinaciones de uvas que recuerdan a regiones míticas, como la del Ródano, todo vale. Pero el resultado final termina siendo muy similar, sin importar cuán original se haya sido en su concepción. Es por eso que, en los rosados, más que en cualquier otro tipo de vinos, el nombre, la etiqueta y, sobre todo, la botella, son fundamentales para convertir su mensaje en contundente. Así es como estos vinos logran conquistar paladares alrededor del mundo. Esto quiere decir que la calidad parte del viñedo, y que hay que tener mucho cuidad en bodega para preservar esa calidad natural de las uvas. Pero después no hay mucho más que hacer. Sin embargo, la bodega que logra un muy buen vino se anima a apostar fuerte con una botella y marca pretenciosas. Hoy ya salen vinos rosados solo en botellas magnum (1,5l). Y lo llamativo de sus botellas terminan siendo fundamentales para captar la atención de los consumidores. Claro que luego hay que estar a la altura de las circunstancias. Y si bien a ciegas puede no haber muchas diferencias entre un rosado de $500 y uno de $1500, el combo lo justifica. Porque a todos en esa reunión o alrededor de esa mesa el vino les va a entrar primero por los ojos. Y si está servido en el momento justo o con un buen maridaje de por medio, un rosado puede llegar a ser el mejor vino del mundo en dicha ocasión.

Fragante, expresivo, vivaz y divertido, así tienen que ser todos los rosados, sin pretender impactar tanto en boca como en apariencias. La única precaución que hay que tener al elegir un rosado es que sea joven. Y están por llegar los 2021, pero por suerte muchos 2020 se mantienen tan refrescantes como en la primavera pasada.

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Sobre El Autor

Hace 22 años degusté un vino por primera vez y supe que querría hacer de mi vida profesional. Compartir mi pasión; por eso me dediqué a comunicar el vino. Más de 30.000 vinos degustados y 20.000 publicados, más de 100 revistas editadas y miles de notas. Siete años en TV, cuatro en radio y seis en la web. Más de 20 exposiciones de vino organizadas y más de 30 concursos internacionales como jurado, además de muchos viajes a zonas vitivinícolas del mundo. Todo esto, simplemente me ayuda a conocer más, para poder compartirlo mejor.