Las cuarenta de Pepe Fabricio Portelli 02/12/2015 Notas, Vinos Notas 1687 Cuando José Galante (Pepe) comenzó a trabajar de enólogo, allá por la cosecha 76, en el Valle de Uco y en Vistalba se compraban algunos vinos sólo para teñir los del Este; la gran zona de producción mendocina. Desde aquella primer añada hasta esta de 2015 han pasado 40 cosechas, suficiente para reconocerlo como uno de los más grandes enólogos de la historia argentina. Semejante título le queda chico, porque Pepe aún tiene mucho camino por recorrer. Ya que su desembarco en 2010 en el Valle de Uco no sólo revolucionó la región y la bodega, sino también su visión. Y con ella renacieron sus ganas de volver a sorprender al mundo con sus vinos. Nunca olvidará su primer vino, un Cabernet Sauvignon de Santa Rosa elaborado junto a su gran compañero de ruta, Pedro Marchevsky, en 1986. Y mientras sus vinos evolucionaban en grandes toneles donde sólo podían oxidarse y “permanecer sin madera”, sin saber el éxito que les esperaría al llegar al mercado, el Diego marcaba los dos goles memorables a los ingleses en Méjico. La suerte de Pepe fue siempre estar vinculado a vinos de alta gama. En sus primeros años, detrás de etiquetas como Valderrobles y Saint Felicien, y hoy luciéndose con los Primus, Salentein Single Vineyards y Numina, entre otros. Eso le permitió degustar las uvas desde siempre, para poder entender a la variedad antes que llegara a la bodega, y poder planificar mejor en función del vino a elaborar. Por aquel entonces, sus colegas agrónomos trabajaban cantidad sobre calidad. Ni se hablaba de raleo de racimos, ni des brotes, ni deshojes. Los grandes vinos provenían de los viñedos más viejos porque se equilibraban solos, naturalmente. Por eso, los viñedos viejos del Valle de Uco nunca fueron dieron grandes volúmenes. En 1990, con el Diego ya en Italia, fue su primer cosecha en el exterior, junto a Paul Hobbs en Napa Valley. De aquel viaje regresó impactado por la alta tecnología y su implementación. Hasta ese momento Pepe oxigenaba todos sus vinos con bombas de bronce. Al cabo de un año, los estaban todos estandarizados por el paso del tiempo y la oxidación. Inmediatamente tiró todas las maderas, y reemplazó los viejos toneles por tanques de acero inoxidable, comenzó a medir el oxígeno y puso el foco en armar equipos de trabajo, con la valiosa gente de la vieja escuela. Su silenciosa pasión por el vino es de familia. Su abuelo llegó de Italia y tuvo de propia bodega en el Este. Su padre también trabajó como encargado en una bodega, pero para su hijo pretendía un futuro más promisorio; ser contador. Un día de estudio cualquiera, regresando de Mendoza un poco agobiado por los números, decidió bajarse en Rodeo del Medio e ir a averiguar por enología a la Don Bosco. Pepe Galante no duda en señalar al cura Oreglia, fundador de la facultad, como el referente de una camada de profesionales que cambió el vino argentino para siempre. Y mientras cursaba la licenciatura en enología, el cura le mostró lo que se estaba haciendo en el mundo, con un enfoque muy italiano. Fue allí donde escuchó por primera vez una discusión sobre terroir, y la definición que lo marcó para siempre: la interacción entre suelo, hombre y clima. De muy bajo perfil y fan del Chardonnay, sabe que lograr un gran vino es la sumatoria de muchos detalles. Es por ello que desde hace años confía en la investigación para entender donde está parado, y hacia donde tiene que ir. Siempre mirando más el qué va a hacer que deteniéndose en lo que hizo bien. Le encanta hacer Cabernet Sauvignon, y reconoce que le cuestan el Bonarda y el Merlot, que sufre mucho en Mendoza. Dice “es un albino que lo trajeron a vivir al hemisferio sur”. No puede guardar vinos porque se los toma. Es más, con Betty, su eterna mujer, todas las noches se toman una botella de vino. Y los domingos, cuando la familia se junta y se regodea con sus cinco nietos, en su casa se descorchan entre cuatro y cinco botellas, porque sus hijos también son fanáticos del vino. Esta nueva etapa de su carrera enológica lo agarra en su mejor momento. Salentein le vino como anillo al dedo, y Pepe al Valle de Uco le está haciendo muy bien. Está muy entusiasmado con los Single Vineyards, porque son cosas únicas. Se muestra muy sorprendido con el Malbec y el Sauvignon Blanc de San Pablo. También con el Pinot Noir y el Chardonnay, aunque a estos dos los conocía mejor. También está elaborando vinos en Gualtallary, de donde asegura los Chardonnay son insuperables. Sin dudas, su gran desafío en las alturas mendocinas es lograr un gran Cabernet Sauvignon. Un camino que ya empezó a recorrer con éxito con el Primus 2012. Y el que aún tiene en la bodega de 2013, simplemente lo supera. Creador de uno de los blends icónicos de nuestro país, confía en el futuro de este tipo de vinos. Sobre todo con la personalidad y originalidad que les aporta el Malbec. En pocos años ya hizo mucho en Salentein. Los vinos que más lo representan son los Numina, y el Gran VU. Mientras en Primus sabe que debe lograr la máxima elegancia y en los Single Vineyards la mejor expresión de cada lugar. Y si bien parece calmo, su cabeza no para de generar ideas y pensar en vinos. Ahora mismo está trabajando en un Salentein rosado; pero eso aún no es oficial. Le gustaría ir a ver a Nueva Zelanda y a Australia lo que están haciendo para abrir más su cabeza. Hincha de River, jugador amateur de golf y amante del asado, Pepe está celebrando sus primeras 40 cosechas como él quiere. En familia y haciendo vinos que sacudan paladares, aquí y en el mundo entero.