Privilegios de cavaleiro Fabricio Portelli 28/04/2016 Notas, Vinos Notas 2 Comentarios 1714 El vino me llevó a recorrer el mundo pero lo más importante, me permitió conocer personas, terruños y tradiciones que me hicieron sentir mucho más allá de la copa. Por esas cosas de la vida profesional, en junio de 2010 partí rumbo a Porto invitado por Finca Flichman, para ser nombrado “Cavaleiro do Vinho do Porto”. Una distinción que compartí con mis compañeros de ruta Miguel Brascó y Elisabeth Checa. Un viaje al corazón de uno de los vinos más famosos y tradicionales del mundo. Visitamos varias bodegas del grupo Sogrape (propietarios de Finca Flichman) de la mano de Ricardo Rebelo, director de la bodega en Argentina. El viaje fue inolvidable, lleno de anécdotas y vinos memorables. Pero hubo una experiencia que sobresalió del resto; visitar Ferreira, quizás el nombre más emblemático de Porto. Porque esa familia ya poseía en 1751 las viñas cuando al Marqués de Pombal se le ocurrió clasificar los viñedos por su calidad (de la A a la F), siendo la primer región vitivinícola en el mundo en hacerlo. Varios años más tarde Antonia, descendiente directa, forjaría lo que es hoy la bodega y sus vinos. Tal fue su legado en la región que todas las casas de Porto reconocen a Dona Antonia como la primer gran impulsora y defensora del vino de Porto en el mundo. Por ese motivo, en 2011 se realizó una gran degustación en su honor para conmemorar el bicentenario de su nacimiento. Si hay algo que tiene el Porto es capacidad de guarda, por eso los afortunados pudieron degustar Porto Ferreira de 1851, 1847, 1840, 1834, 1830 y 1815; se abrieron sólo dos botellas de cada vintage. Cada año elegido por algún hecho histórico relevante, como el vino que cerró la cata nacido el año de la batalla de Waterloo. Y es al día de hoy la botella récord vendida de Porto por haber alcanzado los u$s 7.700 en una subasta a beneficio. Obviamente me perdí tamaña celebración, pero gracias a Ricardo Rebelo, quien sí estuvo, pude respirar y degustar (mucho más respirar) vinos con 200 años, algo a lo que no había llegado nunca. Fue durante una cena reciente en su casa, donde cocinó personalmente un plato de su infancia; carne de porco à Alentejana. Una combinación de carne de cerdo marinada con cebollas, almejas y unas papas fritas muy cuidadas, todo en el mismo plato. Antes, fue el turno de una sopa (açorda alentejana) con ajo, cilantro pan y huevo. Acompañados con vinos a la altura de las circunstancias. Un Roquette & Cazes 2007, gran tinto portugués a imagen y semejanza de Bordeaux. Un Paisaje de Barrancas 2014 (Finca Flichman), con más cuerpo, moderno y fresco. Y un Dedicado 2013 (Finca Flichman), intenso y con toda la fuerza de su juventud. Hasta ahí, era una velada muy entretenida de cuatro parejas disfrutando de la hospitalidad de dos anfitriones apasionados, y de una comida regional de alto vuelo. Es más, el comensal más sorprendido fue Gustavo Cano, chef y propietario de Dambleé, la brasserie porteña donde mejor se disfrutan los manjares de Portugal. En un momento los principales pasaron a ser un recuerdo y los postres invadieron la mesa al ritmo del fado. Fue un instante que, al menos para mi, cambió todo. Ricardo apareció repentinamente con tres frasquitos plásticos semitransparentes en los que se veía muy poquito líquido de color ambarino. Eran muestras de Ferreira 1815, 1830 y 1834, que se había traído de aquella degustación, y las guardaba como un verdadero tesoro. Sirvió cada uno en una copa, apenas una muestra para que todos los invitados pudiéramos al menos olerlos. Claramente fui el que más tiempo tardó con cada copa. Quería levantar el Porto con la respiración, era tanto lo que sentía que ya no podía distinguir entre aromas y pensamientos. Emoción seguro, admiración por supuesto, y sorpresa, mucha sorpresa. Todos estaban vivos y tenían cosas para decir. Más equilibrado el 1815, más complejo el 1830 y más impactante el 1834, pero todos transmitían una sinfonía de sensaciones. Solo con eso yo ya me daba por satisfecho. Mientras tanto, el dueño de casa seguía recordando la experiencia al tiempo que leía sus propias notas de cata de aquel evento. Yo lo escuchaba, pero mi atención estaba en otro lado, seguía mirando y respirando las copas. Hasta que Ricardo se iluminó, me nombró como el más afortunado de todos los comensales presentes y me invitó a degustarlos. Debo reconocer que la mesa apoyó la moción por unanimidad. Primero degusté el 1815, equilibrado y muy expresivo, con una fuerza exótica, especiado y profundo. Luego el 1830, tan intenso pero más filoso y vivo, con un final ahumado amargo y de frutas secas. En el fondo, algo más complejo, pero eso no importaba. Por último el 1834, más actual, vegetal y fresco, no tan especiado ni intenso, pero sí delicado y con un final licoroso profundo. Sin salir de mi asombro, comprendí que acababa de tomar (aunque sólo fueron tres sorbitos) vinos elaborados 200 años atrás. Vinos que de alguna manera se mantuvieron vivos durante dos siglos, vinos que atravesaron la historia, vinos muy especiales claramente, pero vinos al fin. Elaborados con uvas que crecieron en viñedos y fueron recolectadas por personas, al igual que hoy en día. Esto quiere decir que muchas manos trabajaron para dar vida a esas tres botellas, de las cuales ligué un sorbito, doscientos años atrás. Si sos capas de entender esto, podes comprender la magia del vino y disfrutar mucho más cada copa que te sirvas. Nunca me olvidaré de esos Porto, y gracias a ellos tampoco de ese momento; se que no fue un privilegio más que me regaló el vino, fue un privilegio de Cavaleiro. 2 Respuestas Gonzalo Szeinkop 28/04/2016 Solo te falto el detalle histórico, pintoresco y no menor, que el 1815 se produjo al mismo tiempo que un tal Napoleon Bonaparte entraba en Portugal y la reina Maria I de Portugal junto con el principe regente Juan de Braganza (luego rey Juan VI) junto con toda la corte portuguesa (unas 15.000 personas) escapaban en barco hacia la colonia en Brasil que paso a ser sede de la Casa de Braganza. Un brindis por Dona Antonia, Ricardo Rebelo y el Cavaleiro Portelli ! Fabricio Portelli 29/04/2016 Muchas gracias Gonzalo, gran aporte el tuyo.
Gonzalo Szeinkop 28/04/2016 Solo te falto el detalle histórico, pintoresco y no menor, que el 1815 se produjo al mismo tiempo que un tal Napoleon Bonaparte entraba en Portugal y la reina Maria I de Portugal junto con el principe regente Juan de Braganza (luego rey Juan VI) junto con toda la corte portuguesa (unas 15.000 personas) escapaban en barco hacia la colonia en Brasil que paso a ser sede de la Casa de Braganza. Un brindis por Dona Antonia, Ricardo Rebelo y el Cavaleiro Portelli !