En la Argentina abundan los personajes, pero no tanto los que además disfrutan el vino. Y menos de la manera que lo hace Norberto Verea (59), más conocido como El Ruso. Apodado así por ser el hijo de la rusa Pirucha, aunque tampoco se sabe por qué a ella le decían rusa, ya que son todos descendientes de españoles, con mezcla de vascos y canarios. Pero en los barrios cuando sos de tez blanca y pelo rubio, te dicen el ruso o el polaco, asegura el reconocido periodista deportivo y ex futbolista, fanático de Independiente y originario del sur bonaerense a mucha honra.

Siempre es interesante hablar de vinos, y más con personajes que se hicieron famosos por virtudes propias. Por eso nos encontramos a comer en Damblee, el restaurante de Gustavo Cano que el Ruso suele frecuentar.

Norberto Verea se hizo arquero porque el Loco Gatti lo inspiró. De chico jugó de delantero, uno robusto tirando a gordote según se describe. Y si bien confiesa que la natación le cambió la vida y el cuerpo, cuanto más crecía también lo hacía su torpeza en el área. Hasta que su profesor Campos – del colegio primario Enrique Río Pedre – le ofreció ir al arco. Al principio no era lo que más sentía, recuerda, y por eso empezó a prestarle atención a otras cosas.

A los 11 años descubrió a Jethro Tull, y empezaron a metérsele en la cabeza otras cosas. Tuvo el sponsoreo de una tía actriz que fomentaba todas las inquietudes artísticas de su sobrino. Luego fueron las revista y con ello llegó el cambio de su imagen. Todo esto sucedía mientras él estaba adentro del arco.

Siempre fue hincha de Independiente, y hasta fue mascota del equipo en la época que atajaba el uruguayo Bernardico. Pero un día de 1967 fue a la cancha de River a ver a su Independiente, el primer Campeón Nacional, y ese día vio a Gatti. Y ya con otra cabeza, con otra forma de ver el fútbol y con mucho rock and roll encima, el Loco inspiró al Ruso a ser algo distinto.

“Lo que siempre le admiré al Loco es que nunca dejó de pensar que el fútbol era un espectáculo, aún con todas las atribuciones del profesionalismo. Ni perdiendo ni ganando, nunca especuló nunca hizo tiempo ni escondió la pelota. Gatti sabía que en la tribuna había gente que iba a ver un espectáculo y que se tenía que llevar algo más que un resultado. Él tomaba muchos riesgos, que muchas veces le costaban caro”, cuenta el Ruso, afirmando que él es un tipo de riesgos. Y siempre lo fue, aún siendo hijo único y criado como tal, con un grave problema de niño; estuvo internado 53 días con un pulmón y medio tapado. Todo eso pudo haberle dado una vida conservadora y de muchos recaudos, sin embargo su característica es asumir riesgos, y no está loco. Atajó en Chacarita Juniors, Deportivo Español, Talleres de Remedios de Escalada y en la 3ra de Independiente en 1977, a sus 20 años.

A esta altura ya en la mesa se lucían las típicas ostras de Dambleé, que muy bien combinamos con un Argento Extra Brut.

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El vino y el Ruso

Hace muchos años que está con Cristina “la Polaca”, el amor de su vida. Junto a ella, desde chicos cultivaron la buena mesa, a puro esfuerzo. Desde jovencitos y cuando aún el dinero les escaseaba, festejaban cada 4 de Mayo (el haberse conocido) yendo a cenar al mejor lugar de Buenos Aires del momento.

Otra anécdota refleja lo importante que era para el Ruso la comida. En un programa de radio, de los tantos que participó, le recordó a Ada Cóncaro mientras la entrevistaban, en qué lugar se comían los mejores profiteroles de Buenos Aires, ante un Lanata perplejo por la cultura gourmet del Ruso.

Yo no bebo si no como. Ahora, en el maridaje no creo tanto y no le doy mucha bola, aunque no soy tan ignorante en la mesa. Nosotros le damos importancia a la comida porque crecimos en eso, pero no desde la sofisticación sino desde nuestra realidad y ganas de superarnos”, dice el Ruso.

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En su casa el vino tuvo tres etapas. La típica de la botella con tapa a rosca y con los distintos tonos que te iban tocando a medida que ibas creciendo, con soda o con hielo, recuerda claramente. Luego apareció la damajuana, introducida en la familia por su tío Roberto Lescovich, historiador de tango e inspector de la DGI, quien nunca declaró si compraba el vino o se lo regalaban. Y así llegó a Tittarelli, que era un muy buen vino asegura el Ruso. Al poco tiempo, un amigo de su padre les traía directamente de Salta damajuanas de un blanco a base de Torrontés. “Ese vino era escalofriante, te daba en la espalda cuando te levantabas y dormías dos semanas. Y eso marcó mi vida ”, cuenta el Ruso. Tanto que hoy es un fanático del Torrontés, y gran conocedor de la oferta actual. Tal es así que hasta recomienda un maridaje, “calamaretis fritos con puré y un Torrontés pesado, por la textura de la harina; el limón que quede en el plato, no arriba, para mantener el crujiente. Mezclas puré y los calamaretis, luego un trago del vino, y nos encontramos en el infierno”.

El Ruso sale mucho a comer con su mujer porque sus viejos siempre salieron y cultivaron muchas amistades. En su casa de Gerli se recibía a gran cantidad de gente, y el vino era una excusa más para que se largara el asado en el fondo, día por medio, con charlas y discusiones que terminaban de madrugada. Gracias a eso el Ruso se ha convertido en un muy buen asador.

La tercer etapa lo agarra de más grande, cuando llegó la botella con corcho y empezó a degustar otro tipo de vinos, Don Valentín Lacrado, Carcasone, Valderrobles, luego el Valmont y después siguió una escalada imparable.

Las entradas siguieron llegando, boquerones, jamón ibérico y gambas al ajillo que acompañamos con un Pinot Grigio (blanco) y un Malbec Rosé también de Argento, ambos de la cosecha 2015.

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Vendiendo discos en los noventa se sumergió en la música, su gran pasión, antes de convertirse en Director Técnico y periodista deportivo.

El Ruso es un pensante, lo pasional lo maneja desde otro lado. A veces desde lo pasional hace cosas que no tendría que hacer, pero la vida le fue adormeciendo mucha pasión. Al futbol lo ama como juego, pero dice que en la Argentina hablar de fútbol es discutir un montón de pelotudeces y discutir con un montón de pelotudos que el negocio necesita. Suena pedante y lo lamenta, pero lo cree fervientemente. El Ruso eligió no terminar sumergido en ese halo de soberbia estúpida y no deja de repreguntarse. Siempre busca discutir con alguien que le ayude a elevar la vara. Es re competitivo y nunca deja de cuidarse y entrenarse para que esa competencia no le deje asignaturas pendientes.

Como es un tipo que da todo entendió que puede perder, mejor dicho que le pueden ganar porque hay mejores, pero nunca por no dar todo. Pero eso te lo enseña la competencia, asegura.

Lo indigna la sociedad exitista y que la gente no tenga idea del esfuerzo que hacen muchos para equipararse o el nivel que alcanzan muchos para intentar acercarse, y aún así son vencidos. “Esos tipos son tratados como derrotados; son unos hijos de puta los que dicen eso, porque esos tipos no son fracasados, sino simplemente algunos que no llegaron al objetivo porque hubo otros mejores. Entonces, te dividen la vida entre ganadores y perdedores; y los que hacen esto son unos hijos de puta”, dice.

Se ríe de la sofisticación, de la gente que le grita genio, “y no salí de una lámpara”, o le grita maestro, “y no tengo ninguna vocación didáctica”.

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Duró solo dos años como DT, porque se cansó de discutir con gente que quería que su equipo juegue como el Boca de Bianchi, pero sin contar con los Riquelme o Palermo. “Porque eso no existe en los clubes chicos. Decime que tenes y así podemos empezar a luchar que equipo podemos componer, sin nombres propios”, cuenta.

Ya casi no va a la cancha. “En nuestro fútbol hay un cambio que no te están diciendo. Que a San Lorenzo lo dirija Guede (hasta hace unas semanas era el DT), que a Godoy Cruz el gallego Méndez y que juegue como juega, que Almirón, denostado con Independiente, haya sido campeón con Lanús, demuestra que hay un cierto cambio. Pero acá todavía se sigue moviéndose todo de acuerdo a lo que dejaron Grondona y Bilardo. Son más de 35 años aleccionando a generaciones, si ganas existís y si no, no”, dice el Ruso. “Vamos a pararnos en otro lugar, no hay que ganar ya, pero para enfrentar esa situación hay que tener pelotas”, agrega. Está convencido que la revolución, cualquiera que se intente, tiene que tener un mensaje claro para convencer. “Cuando convenciste a los demás, vos tenes que ser el primero en revolucionarte, por eso la revolución es permanente. Y en ese lugar, la gente te va a seguir”, afirma. Lamentablemente, está amenazado por hablar así; no tiene miedo ni va a dejar de pensar como lo hace, pero le molesta.

Interrumpimos el reportaje para servirnos un Argento Malbec Reserva 2013 en las copas, que elegí para acompañar el pescado, especialmente cocinado por Gustavo para nosotros. Un róbalo a la vasca con papas andinas.

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A la mesa con el Ruso

“Mi mujer y yo casi no almorzamos, pero siempre cenamos con vino, y no me puede faltar”, afirma y asegura que hoy algo entiende y por eso rompió con los maridajes. Ahora, él elije el vino que le gusta. “Yo era más pelotudo, antes al pescado siempre lo acompañaba con blanco hasta que empecé a comer pescado de rio -no de criadero- y lo probé con el Alamos rosado (Malbec Maceración Atenuada). Con un pacú, fue un escándalo”.

Un día lo llevé al flaco Menotti (César Luis) y le hice pedir ese vino, y él me hizo conocer el Lagarde Crianza.

El Ruso reconoce que ha variado terriblemente su alimentación, y que “el tano” Carlos Sosto (propietario de Guido´s Bar) tuvo una influencia decisiva sobre su paladar. Antes no comía ni berenjena y ni casi pescado, por eso le debe toda su “ambientación y madurez” en la mesa. Hoy sus lugares preferidos también son Capote (Wilde), Dambleé (Abasto) y Guadalupe (Bernal). Pero su primer día en Guido´s fue inolvidable. “Yo fui con tres amigos y me sientan mirando a la heladera. Al toque se van al baño y me dejan solo en la mesa. Me encara el tano, “flaco que tomas, tinto o blanco”. El Ruso, con sus pelos largos, lleno de anillos de calaveras y todavía con el pudor de empezar a aparecer en TV, le pide la carta de vinos, a lo que Carlos le responde “no flaco, te estoy diciendo tinto o blanco”. El Ruso le responde que toma Torrontés. “Ah, Torrontés no tengo asique te traigo un tinto”, le dice Carlos y se va. Vuelve con una botella de tinto italiano, un Sella & Mosca que descorcha, se lo sirve en la copa y le advierte que lo deje respirar unos diez minutos. A esta altura, el Ruso pensaba que el tipo lo estaba tratando de burro. Inmediatamente le llenan la mesa de platitos, y regresan sus tres amigos. “¡Ruso, ya pediste el vino y las entradas, no nos esperaste!” le reprochan. “Chicos, no me den manija con esto, ya bastante tengo con el escudo de Racing en la puerta, y con este chabón que me trata como el orto, y ahora ustedes se quejan. Yo no pedí nada”, exclama el Ruso, empezando a montar en cólera. Y de repente de atrás, lo agarra el tano al grito de “al fin te trajeron hijo de puta”.

El Ruso no tiene un plato preferido porque amplió mucho su gusto. Su paladar futbolístico lo tiene más claro. “Mi ídolo fue el loco Gatti; uno de los mejores jugadores que vi en mi vida, el Bocha; el mejor central el holandés Ruud Krol. Entre los cinco mejores de la historia hay tres argentinos, Di Stéfano, Maradona y Messi”.

Norberto Verea es reconocido por los que saben como uno de los pocos que habla de fútbol como se tiene que hablar de futbol. Contando lo que pasa, con espíritu crítico y sin venderte el evento. “Hoy pasa algo muy triste con el futbol, porque se ha perdido hacerle entender al hincha qué es el futbol. Lo pusimos en un lugar exitista y en ese lugar, el futbol se muere aunque siga viviendo. Porque está el idiota útil, como cantaban los Violadores”. Y sigue, “nunca dejé de pensar que el negocio maneja mucho más de lo que la gente sabe o ve, y hay que decírselo. La mejor parte del negocio no la saben vender, el juego. Cuando te dicen el cómo no importa, a qué carajo vas a la cancha. Qué es lo más divertido, el partido o las tribunas. Acá te vendieron que las tribunas. Y quién maneja eso, los ladrones. Fijate qué trampa”. Por eso afirma que los que manejan el fútbol se juntan a votar y, sobre 75 sacan 76 votos; porque se cagan. Y si el hincha lo entiende, se va a dar cuenta como lo están tratando”, asegura.

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Volviendo a los placeres de la comida, elije tres de sus platos preferidos.

La carne, porque fue criado con la carne. Todavía recuerda los sabores del bife de cuadril jugoso con el puré (con nuez moscada, leche y huevo), que almorzaba al volver del cole, “había pocas cosas que se igualarán a eso”.

También se confiesa gran comedor de verdes, le encantan las ensaladas, y sus mezclas con productos calientes o tibios.

Además, una cosa que le gustan mucho son los bichos de mar en todas sus formas.

“El arroz con bichos y la paella de Dambleé es un escándalo”, dice señalando el plato, el arroz con centolla, gambas y setas que acaban de servir acompañado de un Argento Cabernet Franc Reserva 2014, y agrega “podría estar horas comiendo esto”.

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“Vos ahora comes en primera” le dijo su amigo Yeye de Capote, que hace 25 años le da de comer a medio Wilde. Por eso no tiene un plato favorito, porque hay días y días.

En vinos, la variedad que mas le gusta es Malbec, pero no el lavado sino el que tiene cuerpo. “Ahora, en el final de mi vida poneme Torrontés en el suero, llego al cielo y hago un kilomobo bárbaro”, dice.

Nunca hizo la ruta del vino ni visitó una bodega, algo que le encantaría porque le sumaría mucho a su disfrute. Esta debe ser su única asignatura pendiente.

En el podio del Ruso está la música de rock, desde el blues hasta el heavy metal, en primer lugar, porque sin música no podría vivir.

En segundo lugar el fútbol, aunque sin ver fútbol podría vivir. Porque cada vez se aburre mas como lo relatan y comentan, salvo excepciones como Latorre, Caimi y Simón.

Y en tercer lugar, el comer y el beber en la mesa.

Para terminar, al ritmo de la degustación de postres y el espumante Argento Brut Nature.

 

El vino del Ruso

Le pregunto cual sería su vino Motorhead, en honor a su banda favorita, y responde sin dudar, el Carmelo Patti Cabernet Sauvignon 1997.

Porque cuando escuchó Motorhead por primera vez se dijo, “y esto que es”. Y cuando lo siguió escuchando se dio cuenta que cada vez le gustaba mas. Y cuando pasó el tiempo, se convenció “no hay otra banda como Motorhead”.

Y si bien no puede compararlo, porque luego vinieron muchos otros vinos en su vida, la realidad es que ese vino de Carmelo lo llevó a un lugar impensado.

Me cuenta la anécdota de cómo conoció el Carmelo Patti Cabernet Sauvignon 97. “Me invitan a hacer una película, América Mía Frontera Sur; horrible. Vamos a cenar con muchos españoles y vascos que también actuaban en la película a Cosa Nostra. Luis Brandoni se para y, reconociendo el prestigio de los vinos españoles, dice “voy a elegir el vino yo”, algo que el director (español) aprobó sin titubeos. Y le pide al mozo que traiga cinco botellas del Carmelo Patti. Yo metí la nariz en la copa y me dije ¿y esto qué es?, nunca había sentido un vino así. Y cuando lo probé me quería morir. ¿De dónde lo sacaron? ¿es nuestro? ¿es de Mendoza?, me preguntaba. Y todos desesperaron por conseguir ese vino para llevarse”, cuenta el Ruso con emoción. Y agrega, “todo esto que parece tan pelotudo, en mi vida fue hermoso por el solo hecho de haberlo tomado y disfrutado”. Y sigue, “después, cuando empiezan con la sofisticación de la temperatura de servicio, de dejarlo respirar en la botella o en la copa, entendes que lo que parecía algo para hincharte las pelotas termina siendo real, y te cambia la percepción del vino”. Pero sabe que eso no se puede comentar en cualquier lado y menos viviendo la argentinidad al palo. Sostiene que hay que saber cómo y dónde hacerlo para que no crean que sos un sofisticado. “Pero yo, ya no tengo miedo que lean lo que lean y que escuchen lo que escuchen”, dice. Y cierra la nota repitiendo la famosa frase final de su programa de radio El Circo Miserable; “no te olvides que vos también formas parte. Hasta mañana, nos vamos a dormir, pero ir a dormir sin sueños no es dormir”.

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Sobre El Autor

Hace 22 años degusté un vino por primera vez y supe que querría hacer de mi vida profesional. Compartir mi pasión; por eso me dediqué a comunicar el vino. Más de 30.000 vinos degustados y 20.000 publicados, más de 100 revistas editadas y miles de notas. Siete años en TV, cuatro en radio y seis en la web. Más de 20 exposiciones de vino organizadas y más de 30 concursos internacionales como jurado, además de muchos viajes a zonas vitivinícolas del mundo. Todo esto, simplemente me ayuda a conocer más, para poder compartirlo mejor.

Una Respuesta

  1. Yamil

    Lo conozco al Ruso y es un tipazo y muy inteligente.
    Escucharlo hablar de fútbol nos hace llegar a los lugares más nobles del deporte.