Recién salido del cascarón, de hormigón Fabricio Portelli 12/07/2016 Notas, Vinos Notas 2573 Manuel tiene apenas 20 años pero ya 5 vinos en su haber. Hijo de Gerardo y Andrea, ex banquero devenido en bodeguero él y enóloga ella, vivió siempre rodeado de vinos, porque además sus tíos (Matías y Juan Pablo) también son enólogos y muy reconocidos. Y no sólo es el Michelini más joven dedicado a la enología (está en segundo año de la licenciatura), sino que debe ser el enólogo más joven en actividad. Joven y atrevido, preguntón incansable, escucha mucho pero no hace caso. Así se va forjando su personalidad vínica que empezó de la mano de su abuelo, quién a sus 10 años le convidaba vino a espalda de sus padres. Muchos de sus recuerdos de chico están vinculados al vino y a la bodega Zorzal, fundada por su padre. Mientras todos sus amigos jugaban a la pelota, en 2008 el jugaba en la bodega, ayudando a su tío Juan Pablo y a su madre (enólogos de Zorzal) a lavar barricas, acomodar utensillos, limpiar tanques, etc. Pero lo que más disfrutaba era recorrer la bodega y degustar los vinos con su tío. Es muy joven para entender su visión vínica, pero ya se puede vislumbrar la dirección que tomó y que seguirá toda su vida. Porque si hay algo que tiene claro es que quiere ser un Michelini, pero no uno más, sino Manu Miche. Del padre heredó el valor espiritual que hay en todo o que haga, y más en la profesión que eligió. Pero también es mu consciente que se trata de un negocio y que debe ser sustentable para poder triunfar. De su madre, la mano para hacer vino. Y de sus tíos el atrevimiento vínico, esa confianza interna que lo convence de hacer el vino que le gusta y como a el le gusta, a pesar de sus 20 años. Cuenta que hasta los 14 años todos los vinos le parecían iguales, y suena lógico, hasta que un día probó un vino diferente. Ese Cabernet Franc 2011, de elaboración complicada y casi experimental, con idas y vueltas, terminó siendo el Piantao 2011. Él ya sabía dentro suyo que ese sería su ámbito, que quería hacer vino, pero ese día se convenció de lo interesante que podía ser el mundo del vino. Después del secundario se anotó en Agronomía, pero duró medio año porque no le gusta estudiar, es más, nunca le gustó estudiar. Y se anotó en Enología, y por ahora sigue en carrera, mucho más entusiasmado con la práctica que con la teoría. Pero cómo a alguien tan joven, que bebe vino pero no todos porque no le gusta ni los alcohólicos ni los muy concentrados, se le ocurre hacer su propio vino. Fue de regreso de un viaje vitivinícola junto a Matías Michelini (su tío) a fines de 2014. “Quiero hacer un vino, que sea Cabernet Franc y que sea rosado”, le dijo convencido de la idea que ya venía macerando en su cabeza. Pero lo que suena tan original como propuesta, tiene una base muy lógica. A Manuel le gustan mucho más los blancos que los tintos, y de estos los más livianos, y un rosado es el punto intermedio entre sus dos vinos favoritos. Plop, los vinos de Manu Lo primero que hizo fue pedirle al padre que lo trate de igual a igual, que él quería hacer un negocio. Y enseguida se puso a buscar fincas. Ya vivían en el Valle de Uco, asique el terruño elegido estaría cerca de su casa y de la bodega. Y si bien Manuel tuvo toda la libertad del mundo para elegir su rumbo, también tuvo sesgos, fundamentalmente impuestos por el mismo y sus ganas de hacer su propio camino. Su vino no podría ser de Gualtallary, porque ya son varios los Michelini Wines de esa zona. De todos los vinos de su familia, uno de los que más le gustaba era el Calcáreo Río Malbec de Súper Uco, un vino hecho con uvas de Los Chacayes que siempre ponderó por sobre los de Altamira. Así fue que llegó a Los Arbolitos, la finca de Andrés Rosberg (presidente de la Asociación Argentina de Sommeliers). “Yo probaba la uva y preguntaba todo a todos, era (y soy) insoportablemente preguntón”, recuerda sonriente. Su ambición lo tentó con hacer más cantidad, peor su padre lo convenció de testear el mercado con su primer vendimia. El 12 de Febrero de 2015 cosechó su Cabernet Franc y lo mandó a prensa directa, porque buscaba poco color en su rosado Plop. Con tan poca presión le quedó mucha uva sin estrujar y con mucho jugo. “Si vos sos mi empleado, con este desperdicio no duras ni un día conmigo” le dijo su padre. Y así nació el Plop tinto, con el mismo Cabernet Franc y un Malbec de la misma finca que su padre se había encargado de reservarle por las dudas. En la bodega, la otra puja fue con su tío Juan Pablo, porque el joven quería cortar a los 600 litros y su tío lo convenció de seguir prensando. El problema de Manuel era le color, él no quería que Plop tuviese un color rosado. Pero su tío le aclaró que el vino luego perdería color por la precipitación de los antocianos. Así nacieron las 1200 botellas del Plop Rosado 2015 que se agotaron en sólo dos meses. Para la 2016 ya sabia que haría mas volumen de ambos, pero lo que no estaba en los planes era su primer tinto. Otra vez su inspiración nació en Chile, de vacaciones en familia y con amigos de sus padres, entre los que estaba Alejandro Vigil. Dicen que casi sale nadando hasta Nueva Zelanda con tal de no escuchar más sus preguntas. Y un atardecer en la playa, copas de Champagne en mano, el prestigioso enólogo de Catena Zapata le pide probar sus Plop. Manuel casi se cae de espaldas como Condorito. Por suerte para el las críticas a sus vinos fueron positivas, pero Alejandro le hizo ver que le faltaba algo a su propuesta, un blanco. Con el apoyo de su padre, y con el sesgo impuesto por la fama de los vinos con su apellido, buscó dentro de la misma finca Los Arbolitos. Y así fue que se decidió por un Viognier. A Maunel le encanta el mundo de los blancos, pero es muy temprano para afirmar que sólo se especializará en ese estilo. Del Viognier le llamó la atención su potencial cualitativo y sus reconocidas posibilidades de emular la austeridad y longevidad del Chardonnay. Y se lanzó a hacer un blanco tan pensado como su rosado y tan liviano como su tinto. El alcohol es un pilar fundamental a sus 20 años, y es coherente con su joven paladar. Por eso lo cosechó con 11 grados de alcohol potencial, aunque en realidad no analizó la uva y decidió sólo por degustación el momento. Como le interesa la biodinámica, pero hasta ahí, cosechó 2000 kg un día de fruta; de casualidad, ya que había que optimizar recursos con otros vinos de la familia. Con maceración pelicular, dividió en dos la elaboración. Un 66 % lo hizo reductivo en esfera de cemento y 33% oxidativo. “Es el vino que más me gusta de este año y el que más me representa”, afirma Manuel. Y asegura que tiene varias capas, con una reducción mineral complementaria a lo que es el vino, que con la oxigenación sale del cascaron. El Plop Rosado 2016 cuadriplicó su cantidad, mientras que el tinto la duplicó. Pero hubo más cambios. Por un lado, estos vinos ahora se hicieron en la flamante bodega de su padre La Milonguita, donde no hay prensa neumática. Y por lo tanto, junto a sus tíos improvisaron una prensa, digamos más natural. Y el tinto, que es una consecuencia del rosado, al revés de todos los demás, con más Cabernet Franc que Malbec, las 10 barricas usadas fermentaron mas lento por el clima (dos meses y medio el rosado y un mes el tinto). Además, tiene mas estructura porque hay un 20% de racimo entero, y hubo una mejor madurez de la uva. Y así, esta vez no hubo ningún huevo de cemento rebalsado, ni enchastre por limpiar como en 2015. Por su edad, Manuel la tiene bastante clara a pesar que seguramente ira cambiando de ideas cosecha tras cosecha, a medida que su paladar se forme y su cabeza se abra. Mientras tanto empieza a darse cuenta que no tiene por qué diferenciarse de sus parientes, ni en zonas ni en variedades. Es el jipi de su grupo de amigos, todos ingenieros potenciales, y de su mano poco a poco se van acercando al vinos. Claro, son vinos frescos, livianos y fáciles de beber, pero con mensajes para descifrar. Seguramente sus gustos vínicos y su visión irán cambiando, pero no creo que su atrevimiento desacelere. En mi opinión, es el primer y único hacedor dedicado a concebir auténticos vinos para paladares jóvenes. Y esto puede causar una revolución, no sólo en la familia, sino en el mercado. Plop Rosado 2016 $220 De buena frescura, con volumen y paso vivaz pero no tan tenso como su antecesor. Con notas de manzana asada. Buen cuerpo, paladar franco y amable. Es directo y fácil de tomar por liviano, pero también por equilibrado. Beber en 2016. Puntos: 86 Plop Blanco 2016 $220 De aspecto nublado y de aromas encerrados, algo crudo. Con una acidez alimonada y sostenida pero no mordiente, con algo de manzana verde. Paladar poco profundo, con volumen y vivacidad. Muy drinkable. Es un vino conceptual pero falta más definición, quizás la estiba lo acomode. Beber entre 2016 y 2017. Puntos: 86 Plop Tinto 2016 (muestra de barrica) $220 De aromas intensos y nuevos, con carácter. Buen volumen, algo cálido en su expresión, pero liviano y con enjundia. De paso jugoso y la frescura bien integrada. Es un tinto liviano y muy agradable de beber, que tiene cierta profundidad. Beber entre 2016 y 2018. Puntos: 88