Los puntajes del vino generan polémicas desde se primera publicación, hace más de 30 años. No importa cual sea la escala elegida por el medio o el degustador profesional, siempre va a generar pros y contras. Obviamente, esa es una visión facilista de la cuestión; se es pro cuando la calificación conviene, y contra cuando no. Se apoya al calificador cuando se dirige a un mercado importante por más que las vetas de vino argentino no sean significantes.

Lo cierto es que es una manera de comunicar el vino. Una forma mucho más completa y jugada que la mera descripción del enólogo, el lugar y los métodos de vinificación, coronando una opinión. Es sólo un número, pero ese número significa muchas cosas.

Para el ego del hacedor puede sumar o restar en la misma proporción que la seguridad en si mismo y sus vinos. Para el mercado está fuera de discusión, siempre y cuando sea demostrable el alcance de dicho personaje. Robert Parker Jr. es el gurú en la materia y con sus 100 puntos puede catapultar un vino ignoto a la fama. Y los que degustan para él terminan teniendo un poder similar; actualmente Luis Gutiérrez (España) es el responsable de los vinos de Argentina para The Wine Advocate. Y los ejemplos abundan en el mundo.

Pero a nivel local soy el único que lo hace desde hace más de 15 años. Este recorrido me ha llevado hoy a una conclusión muy clarificadora, al menos para mi y que puede servir a los que valoran la información consistente sobre vinos argentinos. No todos los vinos merecen puntajes.

Pero no por falta de mérito, sino porque no es lo que buscan.

Los vinos de línea de las grandes bodegas, esos que van desde los $60 hasta los $120/130 (por poner un límite cuantitativo), no están hechos para ser calificados. Su misión es rotar en las góndolas y una vez en las mesas, cumplir acabadamente con su cometido, con el único propósito de dar ganas de descorchar otra más, ya sea en ese momento o en otro. Y en esa categoría están los que cumplen holgadamente con eso (muy recomendables), los que zafan bien (recomendables) y los que no logran asomar la cabeza (poco o no recomendables). Pero a estos vinos no se los puede poner en la misma bolsa que los demás.

En mi caso, las calificaciones hablan de la calidad del vino, todo lo demás va reflejado en las palabras (concepto, descripción, potencial de guarda, relación calidad-precio, etc.). Y por consiguiente el vino de batalla de una gran bodega va a tener mucho menos puntaje que sus vinos más pretenciosos. Digamos 70´s y 80´s versus 90´s. Pero en estos casos es evidente que el puntaje no ayuda a clarificar el mensaje. Porque la escala es la misma para todos, y se mide con la misma vara. Pero muchos de esos vinos pueden ser muy nobles y los mejores para disfrutar periódicamente, algo que un puntaje bajo; que refiere sólo al aspecto cualitativo; no puede reflejar. Por lo tanto, esos vinos no deberían ser calificados, aunque sí recomendados en función a sus atributos.

Pero hay otros vinos que no deben, ni quieren, ser calificados. Son los vinos creativos. Claro, mientras esos vinos quedaban entre las paredes de las bodegas y eran los ensayos de los enólogos no había problemas. Servían para experimentar sobre sus búsquedas, pero como no tenían destino de mercado no era necesaria su publicación calificada. Sin embargo, en los últimos años se multiplicaron los pequeños emprendimientos que lanzan sus vinos “experimentales” al mercado. Sin importar si es el producto de una, dos o tres barricas, tampoco preocupa el precio final. Lo que le importa al hacedor es que el consumidor lo aprecie como creador de esa nueva criatura.

Claro que hay artistas y artistas vínicos. Digamos que los que más trascienden son los mas exitosos, sin que ello signifique estar capacitado para juzgar sus intenciones. Es decir, se trata de vinos, pero no son vinos que busquen puntajes, son vinos que buscan otra cosa, trascender desde otro lado. Está claro que si en el corto plazo no cumplen el objetivo desaparecen, y si lo cumplen se convierten en vinos de línea, sin importar la cantidad final. Y entonces merecedores de puntajes, ya que compiten de igual a igual con los demás vinos en todo sentido.

Algunos dirán que todos los enólogos son artistas y que sus vinos parten de creaciones. Pero la verdad es que no todos. Muchas veces es el mercado el que funda un vino, o bien el departamento de marketing. También están los vinos que se le piden a los winemakers, en los cuales su creatividad está coartada, ya que tiene sesgos, ya sean de variedades o de calidades o de volúmenes.

Esto significa que son muy pocos los enólogos que pueden eno-delirar y salir bien parados.

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Estos vinos creativos aportan a la diversidad aunque potencian la confusión en la misma medida. Una linda confusión al fin, pero es muy difícil seguirle los pasos o pescar por segunda vez esa botella que tanto llamó la atención. Por lo general parten de un lugar novedosos, un terruño extremo, una variedad alternativa, una vinificación original, etc. Es decir que también es una creatividad influenciada un poco por la realidad vínica del momento. Son vinos como los otros, pero no pueden competir. No porque la calidad sea insuficiente, sino porque muestran con orgullo sus aristas, pero la originalidad no es sinónimo de calidad. Mientras los otros se vistieron de gala para asistir a la fiesta de lujo, ellos caen con jean y zapatillas. Quizás terminen siendo los más facheros de la noche, pero esa irreverencia, que sirve para llamar la atención, debe ser confirmada con la consistencia que dan las cosechas.

Vale ser creativos y experimentar, y celebro que algunos de esos experimentos lleguen a las copas de los consumidores más interesados. Pero así como una casa a puertas cerradas y con un menú de pasos no se puede considerar un restaurante con todas las letras, estos vinos deben encontrar su lugar.

Si se los juzga como a los vinos de bodegas reconocidas que pretenden ir más allá y que se someten a la opinión pública, pueden salir perdiendo. Porque sus aspectos, sus texturas, sus frescuras y sus sabores, suelen ser atrevidos. Seguro se salen de la norma, porque no respetan otra norma que la de su hacedor. Esos vinos, degustados al lado del que los hizo, pueden ser una gloria. Pero sin la explicación , pueden pasar desapercibidos o lo que es pero, no ser entendidos.

La calidad es otra cosa, es algo más tangible y paladeable, es un atributo al cual se someten los mejores vinos y todos aquellos que tengan intenciones de consagración. Es cierto que hoy la Argentina propone un gran desafío para la objetividad subjetiva del periodista especializado, por el abanico de vinos que ofrece en término de lugares, conceptos y estilos de vinificación. Además cada vez es más difícil interpretar sus novedosas y diferentes calidades, con texturas que estamos descubriendo y sabores innovadores. Todo esto sugiere, en muchos casos, un potencial inimaginable y una evolución desconocida. Todo esto combinado en una botella resulta una verdadera revolución en la copa. Para muchos hacedores de hoy, el puntaje máximo está en la viña, mientras que otros lo buscan a partir de la vinificación. Es tan válido aquel que apuesta por un lugar con aspiraciones de ser único como el que propone métodos alternativos en la bodega, siempre con las intenciones de concebir un vino y trascender con él en el tiempo. Todo esto es parte del desarrollo del mercado y de la industria, y por consiguiente son vinos que necesitan ser calificados para afianzar su posicionamiento.

Los demás, los de todos los días o los de autor experimentales merecen toda nuestra atención, pero no se pueden medir con la misma vara. Para ellos, habrá que ser más creativos e inventar una nueva escala.

 

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Sobre El Autor

Hace 22 años degusté un vino por primera vez y supe que querría hacer de mi vida profesional. Compartir mi pasión; por eso me dediqué a comunicar el vino. Más de 30.000 vinos degustados y 20.000 publicados, más de 100 revistas editadas y miles de notas. Siete años en TV, cuatro en radio y seis en la web. Más de 20 exposiciones de vino organizadas y más de 30 concursos internacionales como jurado, además de muchos viajes a zonas vitivinícolas del mundo. Todo esto, simplemente me ayuda a conocer más, para poder compartirlo mejor.

2 Respuestas

  1. Rodolfo König

    Hola Fabricio. Todo un tema el de los puntos. Mi comentario va por el lado de los que buscan puntos.
    Reconozco que casi siempre antes de adquirir un vino, miro la web de arriba para abajo leyendo acerca del vino y sus puntajes.
    Pero la posta llega al momento de descorche, momento en el cual no me dejo llevar por los puntos, y al por así decir autoconvencimiento.
    Y me ha pasado, más de una vez, de que mi percepción del vino no se condice con los puntos, porque el gusto, al fin de cuentas es subjetivo. Y aclaro, no pongo en duda la calidad de esos vinos.
    Lo bueno es que hay para todos los paladares.
    Muy buen artículo.
    Abrazo

  2. Rodolfo König

    Ah, me faltó decir que también pasa que hay vinos a los que les daría más puntaje que el otorgado por somelliers o críticos. No es para nada lineal la cosa.