El ingeniero civil Alejandro Martorell ha decidido dejar de lado los cálculos y las obras para lanzarse de lleno a la aventura del vino. Tipo corpulento y gran conocedor de vinos; por eso lo de Magnum (botella de 1,5 litros); es amante y coleccionista de autos antiguos. Pero también le gusta recorrer los caminos salteños, que apenas se dibujan en los lechos de ríos secos, entre montañas infinitas, con su 4×4. Fue así que llegó hasta Tacuil.

Sabe que fue un privilegiado, porque logró adquirir dos pedazos de paraíso en la tierra vitivinícola prometida más alta del mundo. Uno de sus viñedos está cerca de Molinos y el otro en las alturas de Cafayate. Rápido y sin dudarlo, gracias al apoyo incondicional de su mujer, se propuso ser un bodeguero con todas las letras. Tuvo muchos desafíos en su vida, pero los grandes sufrimientos profesionales llegaron con las vides.

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Pero la suerte siguió golpeando a su puerta. Porque luego del apoyo familiar, y de la compra y plantación de las viñas, la fama del barrio comenzó a crecer de la mano de sus vecinos. Y esto recién empieza. Porque en Cafayate, su finca está pegada a la de Piatelli (con imponente bodega), y a una nueva que los Bemberg (propietarios del Grupo Peñaflor) están implantando con el objetivo de hacer un vino excepcional (según reveló Daniel Pi).

Allí, con vistas al viñedo de Pancho Lavaque (San Luis), y camino al famoso Yacochuya de Arnaldo Etchart y Michel Rolland, está una de sus fincas. Plantada con Malbec y Torrontés, y dividida naturalmente por el lecho de dos río. Tuvo que reventar muchas piedras grandes a la vieja usanza (con fuego y agua), para poder trabajar la tierra y poder plantar. Se hizo un vivero para reproducir sus Torrontés; e incluso posee algunas plantas con pie franco. Y aunque hasta ahora vendieron toda esa uva, al parecer este año van a vinificar un poco para poder complementar a su ya famoso Sauvignon Blanc, que por cuestiones climáticas puede llegar a mermar este año.

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Además, posee Malbec. Una parte que está injertado (40 has) y otra plantada (23 has). También un poco de Tannat en parral, y se viene una hectárea de un Cabernet Sauvignon plantado en vaso. Todo está pensado para ser cosechado mecánicamente (menos el Cabernet), porque conseguir mano de obra en época de cosecha puede ser una misión imposible. Y las posibilidades de perder la cosecha son muy altas. Con la mecanización ese riesgo se limita sólo a las condiciones climáticas.

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El otro viñedo, de donde proviene el Malbec Extremo, queda a 2590 msnm, pasando Molinos. Allí se codea nada mas y nada menos que con Tacuil de Raúl Dávalos y Colomé de Hess; entre otros. De allí, además del Malbec, produce uno de los vinos blancos nacionales más sorprendentes de los últimos años. Confirmando así que el Sauvignon Blanc de los Altos Valles Salteños no es una casualidad, sino más bien una causalidad. Y que junto con el de Colomé y el RD de Tacuil, ya goza de reconocimiento por carácter, calidad y estilo.

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Para llegar a finca Los Molinos, hay que atravesar muchos kilómetros de tierra, piedras y cardones, un desierto tan atractivo como inmenso. Y si llueve mucho, por varios días no se puede acceder. Y casi al final del camino, donde no se puede subir más, aparece el pequeño valle donde están plantadas sus hectáreas. Si llegar hasta allí es una odisea, no es difícil imaginar que elaborar vino allí es casi un milagro. Y más a esa altura, que las heladas suelen presentarse con frecuencia. Es más, la aparición del Sauvignon Blanc allí no es casual. Como algunos años por cuestiones climáticas el Torrontés no se llegaba a cosechar, se plantó en la zona un blanco alternativo de ciclo más corto.

Pero además de la variedad y del lugar, el hombre es parte fundamental del vino. Y en eso también el ingeniero fue muy inteligente, y armó un equipo de lujo. Con la asistencia de su vecino Raulito “Yeyé” Dávalos y el asesoramiento de Roberto de la Mota, se puede decir que el equipo de trabajo también está a la altura extrema de las circunstancias. Justamente el Malbec Extremo fue su primer vino, del cual sólo hizo 1200 botellas en 2010 y las guardó en una cámara frigorífica. Aún siguen allí, menos las botellas que fueron debidamente descorchadas, con la intención de mostrar cómo fue el principio de la historia.

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Altupalka (alta valle en Quechua) y sus vinos llegan en el momento justo de los vinos salteños. Porque si bien Salta siempre estuvo allí, había quedado un poco relegada a principios del milenio a manos de San Patricio del Chañar y sus nuevos vinos patagónicos. Pero poco a poco, las inversiones también llegaron a Cafayate y sus alrededores. Eso agitó el avispero de los grandes de la zona, y entre todos escriben el gran presente que viven los vinos de la zona. Algo que quedó muy bien demostrado en la última COPROVI (https://www.fabricioportelli.com/2015/12/17/autentico-trabajo-en-equipo/). Con el Torrontés como bandera, pero también con el Malbec, y con las sorpresas del Sauvignon Blanc y el potencial ya demostrado del Cabernet Sauvignon y del Tannat.

Pero volvamos a los vinos de Altupalka. Si las condiciones son tan extremas, significa que no hay muchas posibilidades de tener éxito. Es decir, si se apuesta a hacer grandes vinos sólo queda dar en el blanco. Porque cualquier cambio de variables no permite recálculos, como sí en otras zonas con muchos más viñedos plantados y condiciones climáticas más homogéneas. En el valle para sobrevivir hay que apoyarse en los demás y deben compartir los egoísmos porque se necesitan mutuamente. A Altupalka, como a sus vecinos, le cuesta mucho ser consistente, porque más allá de las intenciones, está la realidad. Esa que indica que luego de su Malbec Extremo experimental (2010), vino el 2011 con mucha expectativa, pero ya en 2012 no se puedo hacer. Por suerte, el 2013 le dio la revancha y pudo recuperar el año perdido. Porque el límite de Altupalka está dado por las hectáreas plantadas y las que pueda llegar a plantar en sus dos fincas, no más. Pero hay aquí otro obstáculo en esta carrera del ingeniero. Cómo lograr que, una vez en el mercado, a ninguno de sus clientes les falte vino. Evidentemente, deberá adiestrarlos como hacen esos grandes productores del mundo de partidas limitadas y que dependen del clima para lograr su máxima calidad cada año. Y cuando esta no se da, hay que tener paciencia y esperar al siguiente; incluso los clientes.

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Sus tres vinos, los dos Malbec y su Sauvignon Blanc, tienen carácter, y ninguno pasa desapercibido a ciegas. Ni que hablar cuando se conoce la historia y se visita el lugar. Es realmente maravillosa la vid y como puede crecer en lugares casi inalcanzables. Pero más lo es el trabajo de los hombres que lo hacen pasible, ante tantas adversidades. Y allí aparece el ingeniero Martorell, quien junto a su exigente padre, se tomó el vino en serio. No es un empresario más que se dejó seducir por el status y la naturaleza imponente del lugar. Es una persona que se ha empeñado en escribir su propia historia vínica, y legarle a sus hijos una tierra y una noble labor. Sin dudas, esta será su mejor obra.

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Amante de la buena mesa, Alejandro Martorell sostiene siempre que hay que tomar porque no se puede comer con la panza vacía. Pero dejando su buen humor de lado, él sabe que está compitiendo en la carrera más difícil de su vida. Sin embargo, como buen calculista y corredor de precisión, se propuso avanzar constantemente, meta por meta. Y en lugar de subirse a un Fórmula 1, eligió el andar del mejor auto clásico para llegar a convertirse en Alejandro Magnum.

 

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Los vinos

 

Altupalka Sauvignon Blanc 2015

Bodega Altupalka, Altos Valles Salteños

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Un vino cuya personalidad ya salta de la copa. De buen volumen, con frescura e ímpetu, pero muy profundo. Suma mucho a la causa del Sauvignon Blanc de la zona. Lo herbal de su carácter está muy bien equilibrado. Y cada trago es fresco y llena la boca con agilidad y vivacidad, más allá de su paladar equilibrado. Un blanco como pocos para descubrir, y que también se puede guardar.

Puntos: 89

 

Altupalka Extremo Malbec 2013

Bodega Altupalka, Altos Valles Salteños

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Para llegar hasta el viñedo casi hay que escalar la montaña. Y ese desafío que presenta la naturaleza año tras año, se nota en cada botella de este Malbec. Que en su segunda cosecha logra insinuar ya una identidad tan única como su lugar de origen. Sus aromas son intensos y frescos, en boca es carnoso, con taninos finos y punzantes. Con su frescura aguda y su carácter frutal joven, pero con cierta madurez. De paso jugoso y amable, es largo y muy expresivo. Se tiene que acomodar mejor en la botella, pero su potencial de guarda está garantizado. La muestra justa del antes y el después de los vinos salteños; y eso significa vino con un gran presente.

Puntos: 92

 

Altupalka Extremo Malbec 2011

Bodega Altupalka, Altos Valles Salteños

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De aromas más equilibrados pero menos intensos, con dejos herbales y algo de carácter. Sus taninos son incipientes y algo firmes, con buena fluidez y dejos herbales finales bien marcados, que hablan del lugar. La expresión de la fruta es típica pero no muy profunda. Hay calidez en sus aromas, pero manda la frescura herbal en boca. De cuerpo amable, los taninos sobresalen y la madera surge leve sobre el final de boca, pero se nota que la botella va domando ese ímpetu natural del lugar. Es por ello que uno o dos años de estiba le van a sentar muy bien para ganar en equilibrio.

Puntos: 91

 

Altupalka Extremo Malbec 2010

Bodega Altupalka, Altos Valles Salteños

Muy compacto y poco jugado, al menos es lo primero que dice en nariz y boca. Con taninos algo firmes y una presencia más intensa (que en los más nuevos) de barrica algo tostada. La fruta es madura sin un claro sentido de pertenencia. En boca no es muy persistente, y la madera habla más que el carácter vínico. Y esto le resta atractivos a un vino tan extremo. Hay que ver como sigue evolucionando con la guarda, pero más allá de ganar armonía, le falta reflejar el lugar. Es Interesante como punto de partida de una historia vínica que comenzó en 2010 y ya tiene sus versiones 2014 y 2015 esperando su turno.

Puntos: 89

 

 

 

 

Sobre El Autor

Hace 22 años degusté un vino por primera vez y supe que querría hacer de mi vida profesional. Compartir mi pasión; por eso me dediqué a comunicar el vino. Más de 30.000 vinos degustados y 20.000 publicados, más de 100 revistas editadas y miles de notas. Siete años en TV, cuatro en radio y seis en la web. Más de 20 exposiciones de vino organizadas y más de 30 concursos internacionales como jurado, además de muchos viajes a zonas vitivinícolas del mundo. Todo esto, simplemente me ayuda a conocer más, para poder compartirlo mejor.