Santiago Bernasconi y Federico Isgró se unieron para hacer realidad su sueño. Ambos tienen una larga trayectoria en la industria del vino. Santiago ha recorrido el mundo vendidendo vinos de grandes bodegas, mientras que Federico siempre estuvo ligado a la tierra y a la elaboración, tanto en Argentina como en Italia. Y justamente ese es el origen de ambas familias, y la fuente de inspiración de este flamante emprendimiento de vinos.

Tanto Santiago como Federico siempre soñaron (cada uno por su lado) con desarrollar un proyecto vínico propio, pero siempre quedaba relegado, no solo por sus otras actividades sino también por las complicaciones propias de la Argentina. Es más, la idea era lanzarlo en 2019, y no se pudo. Pero ahora si llegó el momento, y a pesar de la pandemia, los vinos de BIRA han salido a la calle.

Si bien están a la venta desde diciembre pasado en algunos lugares selectos, también de importantes mercados  de exportación; como en la cadena de restaurantes Gaucho (16) de Londres, a donde llegaron luego de ser elegidos como una de las 5 bodegas entre 110. También están en Brasil y creciendo poco a poco, pero a paso firme.

La idea de ambos era apostar a pleno en este 2020 a BIRA, pero el COVID-19 alteró los planes. Sin embargo, se lanzaron igual al mercado doméstico, porque no podían dejar el vino abandonado en las pocas vinotecas a las cuales les habían hecho llegar pocas cajas de vino a principio de año.

La primera acción fue con los AWB (Argentina Wine Bloggers), y eso los obligó a abrirle el juego a la prensa especializada.

Como la calidad ya no es un valor agregado sino una obligación en los vinos argentinos, ellos definieron primero un concepto, “vinos de amigos inspirados en los grandes exponentes italianos”. Así nacen estas cinco etiquetas de inspiración italiana, pero con alma argentina.


Cómo empezó todo

Uno porteño y el otro mendocino, uno del norte de Italia y el otro del sur, y justo se van a conocer en Patagonia; evidentemente Dios los cría y el viento (paragónico) los amontonó. Santiago trabajaba en la bodega Aniello y Federico en Chacra, ambas en Río Negro. Luego, el agrónomo regresaría a Mendoza a trabajar con el turco Karim Mussi (Altocedro y Alandes), y Santiago cambiaría de bodega.

En 2017, la vida los vuelve a cruzar, y ambos tenían la seria intención de crear un nuevo proyecto. Con el mismo gusto por los vinos, una visión compartida, y una amistad creciente, decidieron unir fuerzas.

Lo italiano tiene más una explicación científica que la mera conicidencia de los orígenes de las familias de los fundadores de BIRA. Federico vivió cinco años en el Venetto, y realizó una maestria en Siena (Toscana). Ingeniero Agrónomo de formación, trabajó mucho en un vivero, produciendo plantines de vid y haciendo el seguimiento en el campo, algo bien técnico. Y despues de años de mucho viaje, decide cambiar a enología, siempre pensando en una especializacion. Más tarde se muda a Italia, primero a Treviso y luego a Verona donde trabajó cinco años (bodega Guerrieri Rizzardi). “Empecé a trabajar en enología desde cero, y allí sos todo, porque tocaba hacer de todo en las tres bodegas del grupo en Bardolino, Valpoliccela y Soave. En 2007, deciden volver a la Argentina con su mujer. Trabajó en Chacra, y más tarde se reencontraría con su compañero de secundaria Karim Mussi, que lo invitaría a sumarse a Alandes, justo en la apertura de la bodega.

Por su parte, Santiago se había quedado con las ganas de hacer algo con ese Sangiovese viejo escondido que había encontrado en el Alto Valle de Río Negro. Y como Federico en Italia aprendío mucho del cepaje, se lanzaron a hacer algo con la uva más importante de la Toscana, y protagonista de los vino más prestigisoso de Italia (Chianti Classico y Brunello di Montalcino), junto con los del Piamonte (Barolo y Barbaresco).

Pero una bodega no puede apoyarse solo en el romanticismo de la inspiración, y es por eso que, sobre todo pensando en la exportación, también debían hacer Malbec, porque se trata de una bodega argentina. Sin embargo, ninguno quería hacer un Malbec más, sino uno diferente. Así surgen las combinaciones con Sangiovese y otros cepajes.

La propuesta es tan sencila como contundente. Los vinos sin Malbec, representan a esa primera generación de italianos que llegaron a la Argentina (como mi padre). Y los base Malbec representan a los hijos de esos inmigrantes nacidos en estas tierras (Tano y Tanito).

Los vinos de BIRA

Ambos prefieren los Malbec despeinados, no los dulces y amables. Que sean bien Malbec, y que en los corte se vea el aporte del Sangiovese y del Cabernet Franc (por ejemplo), sin que se dude que se trata de un vino base Malbec.

“La idea es que sean todos vinos de corte, y en cada año sentirnos libres”, dice Federico. Quien piensa en hacer vinos más livianos, con madurez pero no sobremaduros, con frescura pero no en exceso, equilibrados y elegantes, sin concentraciones. “Es una búsqueda de la elegancia pero con vinos despeinados, vinos con onda”, resume Santiago. No les interesa causar impacto sino que se valoren sus vinos por lo que realmente son.

Del Malbec privilegian la fruta, la tierra seca del Sangiovese, y los toques herbales del Cabernet Franc. Así es el Tanito 2018 (80%, 12%, 8% respectivamente), como un Supertuscan pero con base Malbec.

En BIRA hay una evolución enológica y también comercial. Por eso salió primero Tanito (8000 botellas) y luego el Tano. Una pequeña partida de mil botellas a base de un Malbec (60%) muy rico y más potente, con Sangiovese (20%), Merlot y Syrah, y con una crianza en barricas nuevas de 500l de roble francés. En ambos casos se trata de blends entre Tupungato y La Consulta (Sangiovese, Syrah y Merlot), mientras el Malbec y el Cabernet Franc provienen específicamente de Gualtallary.

“Trabajamos con varios viñedos eligiendo la fruta que más nos gusta, y no solo por los suelos sino también por el manejo cultural de la viña”, cuenta Federico, quien está fascinado con una viña de Sangiovese de 45 años de edad (plantado en 1975). Según el hacedor, la frescura de sus vinos está resaltada por el pH bajo natural del Sangiovese, aunque el Cabernet Franc también aporta frescura, mientras el Malbec es siempre el más potente.

2018 fue la primera cosecha y es evidente que el Tano necesita más tiempo en botella. Estos vinos conforman la “segunda generación”. Mientras que las etiquetas de la “primera generación” son más clásicas, y remiten a una villa toscana pero con los Andes de fondo.

Para reproducir un poco el estilo de los vinos de la Toscana (Latitud 38), debían recurrir al Valle de Uco. Y buscando viñeos viejos de Sangiovese, encontraron muy pocos que, cosechados en el momento justo, daban un pH de 3,45. En estos vinos hay más porcentaje de Sangiovese, y para ellos lo ideal es mantenerlo en 13,5/14 grados de alcohol. “Con el Sangiovese, el Merlot y el Syrah logramos un Perfect Match”, se entusiasma Federico.

“Son vinos con inspiración italiana que valoran lo que tenemos acá. No queremos hacer un gran Brunello sino un gran vino argentino, inspirado en ese maravilloso lugar”, sostiene Santiago.

Del Sangiovese destacan las notas de trufa y te negro. El Rosso D´Uco (7500 botellas) fermenta en piletas, mientras que el Brunetto (2100 botellas) lo hace en pequeños bines plásticos, siempre con levaduras nativas. “Originalmente eran dos vinos en esta línea y terminamos haciendo tres”, cuenta Federico. Así surge el Bin Otto (800 botellas), que fermentó por separado y en un puqueño tonel de 500l.

“De todos hicimos Magnum para ver como evolucionan, tenemos a la venta y para guardar, queremos crear nuestra propia vinoteca de botellas de litro y medio”, afirma Santiago.

Ambos se entusiasman y ya sueñan con la “tercera generación”; vinos italianos elaborados en la Toscana pero por manos argentinas. Y algo ya tienen hablado con la bodega Isole e Olena.

Federico y Santiago exploraron caminos menos transitados para escribir su propia historia vitivinícola argentina, muy ligada a los orígenes de sus familias. “Nuestra búsqueda pasa por elaborar vinos complejos y elegantes más allá del Malbec, aunque a éste lo entendemos y apreciamos como parte de nuestro presente”, asegura Federico. “Nos gusta pensar nuestros vinos como sutiles, complejos y frescos”, cierra Santiago.

Sin dudas, se trata de un proyecto nuevo que va mucho más allá de la originalidad. Con un concepto bien definido, muy bien demostrado en las eitiquetas, y mejor en las botellas, estos vinos llegaron para quedarse, y demostrar que el desarrollo de la diversidad y del carácter de los vinos argentino recién empieza.  

+ info en www.birawines.com

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Sobre El Autor

Hace 22 años degusté un vino por primera vez y supe que querría hacer de mi vida profesional. Compartir mi pasión; por eso me dediqué a comunicar el vino. Más de 30.000 vinos degustados y 20.000 publicados, más de 100 revistas editadas y miles de notas. Siete años en TV, cuatro en radio y seis en la web. Más de 20 exposiciones de vino organizadas y más de 30 concursos internacionales como jurado, además de muchos viajes a zonas vitivinícolas del mundo. Todo esto, simplemente me ayuda a conocer más, para poder compartirlo mejor.