Bodega 100 puntos Fabricio Portelli 17/08/2018 Notas, Vinos Notas 2315 Todos acostumbran a calificar o a ser calificados; es una constante en la vida desde la escuela primaria. Y el mundo del vino no es la excepción. Por más subjetivo que parezca, la persona que se dedica profesionalmente a comunicar el vino utilizando calificaciones, suele ser muy objetiva en su labor. Ese número al final de un nombre, una marca o de una frase, resume muchas cosas. Y si bien hay rankings internacionales y concursos que se encargan de elegir a “los mejores” (vinos y restaurantes, chefs y sommeliers, etc.), hablar de una bodega 100 puntos es bastante novedoso. Por otra parte, el puntaje ideal no supone la perfección, pero sí haber llegado lo suficientemente lejos para alcanzar el límite de la escala. Claro que puede aparecer otra que la supere pero obtenga la misma calificación; en ese caso la descripción deberá dar cuenta y justificar ese paso más allá. Qué es una bodega 100 puntos, y cómo se hace para calificar una actividad tan diversa con una simple escala numérica. No es tan difícil ni reduccionista como parece, solo hay que tener en cuenta todos los factores que influyen y considerarlos dentro del contexto. Se puede comenzar por la historia que es muy importante, pero ser más longevo no significa ser mejor. Para que rinda, al tiempo hay que aprovecharlo y sacarle el jugo, no solo dejarlo pasar. Y mucho menos utilizar fechas fundacionales para ostentar un largo pasado cuando la evolución en los vinos es reciente. Claro que mantenerse en el tiempo significa trayectoria y quizás prestigio. Pero es fundamental el reconocimiento del consumidor, ya que un lugar de privilegio no se consigue de un día para el otro. Con poco más de 50 años de historia, la bodega 100 puntos se ha superado con cada generación. Tampoco fueron tantas. Pero tres generaciones fueron suficientes para hoy ser un referente, habiendo empezado a correr la carrera desde atrás. El vino nace de la tierra, y por eso el origen de las uvas es clave en la calidad. Otro mérito de la bodega 100 puntos fue haber entendido a tiempo que no había que conformarse con su lugar originario, sino salir a descubrir nuevos lugares y apostar por otras zonas. Así fue que, sin abandonar Maipú, se instalaron con todo en el Valle de Uco. No solo plantando viñedos muy estudiados, también construyendo una bodega; la inauguración más impactante de los últimos años. El equipo es fundamental, porque no hay empresa sin personas, y mucho menos vinos. Acá, la bodega 100 puntos también se destaca. Porque es una de las pocas grandes y familiares del país, y manejada por la nueva generación (la tercera). Hay pasión y dedicación como en todas, pero además el líder familiar a mando de los vinos trabaja con la tranquilidad de saber que todo lo que haga; para bien o para mal; queda para la familia. Y eso hace una gran diferencia. Por ejemplo, a los consultores internacionales los contratan no para darles protagonismo ni sacarles rédito marketinero, sino para generar reacciones dentro del equipo que les permita seguir avanzando. Sin egos, con liderazgo de equipo, sin mezquindades, compartiendo los hallazgos, sin preocuparse por su futuro, simplemente ocupándose de crearlo. Se sabe que la calidad ya no es un valor diferencial porque la mayoría de los vinos argentinos la tiene, y eso es bastante mensurable. El puntaje aporta un dato fácil de comprender y muy preciso, aunque obviamente no es lo más importante. Porque detrás de cada etiqueta hay historias, personas y lugares que son lo más valioso que tiene un vino. Por otra parte, el estilo es tan dinámico como los vinos mismos, por eso casi todos (menos los López) eligieron aggiornarse. Algunos más tímidamente, con gradualismo y enfocados más en el qué dirán. Mientras que a la bodega 100 puntos no le tembló el pulso a la hora de reinventar sus vinos más importantes. Evidentemente para avanzar hay que desafiar los límites, pero tampoco se trata de tirarse a una pileta sin agua. La evolución debe ser constante para que se transforme en consistencia, lo mismo que la innovación. Por eso, en lugar de solo avanzar también hay que estudiar pensando en el largo plazo. Clave es para una bodega referente apostar al I + D (Investigación y Desarrollo), hacer muchas micro vinificaciones para aprender de los lugares, los viñedos y las parcelas. También de las variedades y los mejores métodos de elaboración para lograr vinos únicos. La tecnología es una gran aliada, pero por suerte nunca reemplazará a la visión y sensibilidad del hombre. Solo un líder generoso, honesto y comprometido, puede reconocer que volvería a replantar su actual mejor viñedo (que tiene apenas diez años), porque su constante aprendizaje así se lo ha demostrado. Ahora ya no planta de una, sino que se toma un par de años para estudiarlo, con la intención de encontrar las mejores ubicaciones y sistemas de conducción y riego para cada cepa. Así será el nuevo viñedo en Gualtallary, de casi 40 hectáreas y con diversas lomas y exposiciones, de la bodega 100 puntos. El hacedor sabe que debe intervenir cada vez menos en la vinificación, que el carácter y concentración del vino se obtiene en la viña, y para lograr que sus vinos sean únicos debe conocer al máximo cada rincón de sus fincas. Hacer pocas botellas de un gran vino es algo que cualquier bodega de renombre, sin importar su tamaño, puede lograr. Pero son pocos los que pueden hacer buenos vinos en grandes volúmenes, incluso algunos accesibles para la mayoría. Tintos y blancos de menos de $200 con atributos, más allá de ser correctos y bebibles. Reinventarse desde la viña para concebir vinos a gran escala y con poco margen de rentabilidad, volviéndose orgánicos y verdaderamente sustentables en todos los procesos productivos, involucrando a las 850 familias que allí trabajan, cuidando el entorno y cumpliendo con el rol social que toda empresa debe cumplir, es destacable. Y el turismo también ha demostrado ser muy importante para el posicionamiento del vino. Pero no se trata solo de tener las puertas abiertas, la bodega 100 puntos ofrece propuestas interesantes y entretenidas para todos los gustos. Restaurantes de gran nivel con huertas orgánicas, salas de arte, eventos masivos y actividades diversas alrededor de los viñedos. Así, logran que miles de personas los visiten por año, y que cientos de miles se enteren (en el mundo) y quieran hacerlo. Demostrando que cerrar la bodega por exclusividad no es tan efectivo como se creía. Pero no solo del vino y del enoturismo puede vivir una bodega, también puede hacerlo con productos complementarios como vermuts, destilados y aceites de oliva, que también tienen lugar y protagonismo en las mesas, y afianzan el posicionamiento de los vinos y la bodega. Aunque parezca sorprendente hay una bodega argentina que actualmente reúne todos estos atributos, con vinos que hace diez años no superaban la barrera de los 95 puntos, pero hoy (apenas una década después) muchas de sus etiquetas merodean los 100. Con un líder tan carismático como de perfil bajo, que se desvela por embotellar lugares en sus vinos de alta gama, pero también innovando y superándose en sus entry label. Por todo esto Bodega Zuccardi es una bodega 100 puntos. Breve historia El espíritu innovador que mueve a Sebastián Zuccardi y a su padre lo heredaron sin dudas de Tito Zuccardi, quién en los 70`creó un sistema de riego revolucionario (Cimalco). Y para promoverlo (y venderlo) decidió comprar una vieja finca de Titarelli en 1964. El sistema se basa en conducir el agua por tubos de hormigón (que producía la empresa de Tito) a todos los rincones de la finca, sin pérdida de agua, con un caudal conocido y con un régimen de riego pre establecido (por melgas) y controlado por válvulas ubicadas cada 24 metros. De esta manera el regador, con las indicaciones del caso, no desperdiciaba ni agua ni tiempo. Un sistema muy eficiente desde todo punto de vista. En la gran expansión de los setenta se plantaron miles de hectáreas de viñas desarrolladas por el Ing. Alberto Zuccardi, con su sistema de riego innovador. Así los Zuccardi se iniciaron en el mundo del vino. Luego se sumó José Alberto “Pepe” a fines de los ochenta, ya con la necesidad de empezar a exportar los vinos. Y una vez más la innovación fue clave para ellos. En este caso por los varietales que usaron para diferenciarse del resto, Tempranillo en tintos y Viognier en blancos. El reconocimiento de los Santa Julia Reserva y los Q no tardaron en llegar. Y a principios del milenio sale el Z, un bivarietal de Malbec y Tempranillo, una apuesta de Pepe por imponer a nivel internacional un nuevo corte nacional. En 2005 se suma Sebastián Zuccardi. Y su primera innovación fue “mudar” los mejores viñedos de la familia al Valle de Uco. Y así logró cambiar el concepto vitivinícola de toda la empresa, construir una bodega pensada en función de la viña, para logar expresar la identidad de cada parcela más allá de los cepajes. Y los grandes vinos no tardaron en llegar. Nada fue por casualidad, fue todo causalidad. Verdaderamente sustentables El mercado del vino orgánico en la Argentina es pequeño. Sin embargo, los Zuccardi están llevando todas sus viñas de Santa Julia a un manejo sustentable. En Maipú ya poseen 180 ha y en Santa Rosa 120 ha, de las casi 500 hectáreas totales. Su manejo tradicional del viñedo no difiere mucho, ya que realizan la misma cantidad de curaciones, utilizando sulfato de cobre para la peronóspora (siempre dentro del límite anual del cobre permitido) y azufre para el oídio. Todas buenas prácticas que no impactan en el medio ambiente. En el manejo de suelos orgánicos no se pueden utilizar fertilizantes químicos, y los han reemplazado por un compost que ellos mismos producen (orujos de uva y aceituna, y guano), incluso están estudiando como inocular algunos microbios específicos para que se reproduzcan. Además, en invierno se hace un verdeo entre las hileras (de cebada más vicia), esto aporta materia orgánica y evita la compactación del suelo, lo airean, y así se fomenta la actividad biológica de los suelos. Ya que la microbiología es la que hace las grandes transformaciones del suelo. Edgardo Cónsoli (ing. agrónomo) y Rubén Ruffo (enólogo) acompañan a la familia desde hace varios años. Ellos explican que ya están un escalón por encima de lo orgánico porque tomaron definitivamente el camino de la sustentabilidad. Con un uso eficiente del agua y la energía, con manejo de los residuos, y la reutilización del agua de la bodega. Antes nadie pensaba en la problemática de volcar esas aguas residuales a los cauces, pero hoy se sabe que eso vuelve al viñedo. De ahí la importancia en recuperar el agua y aprovecharla para el riego de las viñas. Otro de los puntos fuertes es el vivero propio, con una producción anual de 500.000 plantas de vid sobre pies americanos (polsen). En un lugar hostil, por ser caluroso y seco como Santa Rosa, pusieron aspersión, tela antigranizo, defensa de heladas y cámara frigorífica. Y para que sea una unidad de negocio sustentable, se venderán algunas plantas. Pero la sustentabilidad trasciende al viñedo y la bodega. Tienen una escuela técnica secundaria con orientación agrícola dentro del predio de la finca. Allí se forman muchos hijos de los trabajadores de la empresa, que aprenden todo sobre la producción mediante un intercambio permanente. Y se viene un programa de “primer trabajo” para esos chicos. Por otra parte, se dictan cursos para empleados, algunos de formación básica apuntados a terminar el colegio (este año 70 personas terminaron el secundario), otros de idiomas y oficios. También poseen un taller de costura para que algunas esposas produzcan prendas de vestir que posteriormente comercializan. También poseen en ambas fincas un taller metalúrgico donde elaboran muchos de los insumos que necesitan. Además, producen cortinas forestales de donde salen los palos que luego utilizan en los viñedos. Hasta tienen una máquina para embolsar el carbón, indispensable en la lucha contra las heladas (hubo años que consumieron 2500 toneladas de carbón). Es decir que no solo hay una preocupación por el mejor aprovechamiento de los recursos naturales y el respeto por el medioambiente, en el autoabastecimiento de los insumos y en el comercio justo, también está en el bienestar general de los empleados y en ayudarlos a progresar. Todos aspectos fundamentales para que los vinos mejoren. Equipo de primera La familia está en todo, y cada integrante tiene su lugar. Pero lo más sorprendente es que cada integrante del equipo también tiene su lugar, y está motivado. Porque no hay egos que opaquen, todos pueden opinar y aportar. Edgardo Cósnoli y Rubén Ruffo son los responsables de viñedos y bodega, y cada uno tiene su propio equipo; generalmente de chicos jóvenes como Sebastián y Mauricio. Cada uno en la bodega tiene sus responsabilidades claras y un ámbito donde lucirse. Mientras que Sebastián Zuccardi comparte su día a día en la bodega del Valle de Uco con Martín Di Stéfano (ing. agrónomo) y Laura Principiano (enóloga). Y así en cada área de la empresa. Matías Aldasoro, el chef de los tres restaurantes (Casa del Visitante, Pan & Oliva y Piedra Infinita) tiene 20 personas a cargo; y todos contagian felicidad. Como Patricia, una mujer lugareña, que se esmera por recordar cada componente de los platos que sirve con amor y pasión en Piedra Infinita. Miguel Zuccardi también tiene toda una estructura a su cargo para elaborar los aceites de oliva, mientras que su hermana Julia dirige toda la propuesta turística. Siempre todo supervisado por José Alberto y Ana Amitrano (padres de los chicos), que han sabido correrse a tiempo ante el avance de la nueva generación. Lugares de vinos Santa Julia es una operación grande y controlada, cada línea de vinos tiene su enólogo y ellos pueden elegir las uvas para cada línea. En total son 22 millones de kg, además de los 5 que Zuccardi elabora en la bodega del Valle de Uco. Y mientras allí están en plena expansión, en Maipú y Santa Rosa el foco está puesto en la reconversión de viñedos. Aunque Edgardo Cónsoli aclara que es preferible plantar cinco hectáreas nuevas a reconvertir una. Porque hay que arrancar las plantas, luego sacar las raíces con subsoladores, y dejar descansar un año el suelo. Se realizan verdeos de invierno y de verano, y recién luego se plantan las vides que ellos mismos producen. La idea es reemplazar plantas de bajo rendimiento (Malbec viejos) o de poco interés enológico (Sangiovese). Y si bien los números “obligan” a plantar más Malbec, siempre hay lugar para otras variedades como Cabernet Sauvignon y Chardonnay. Reconvertir una hectárea lleva unos siete años hasta volver a tenerla totalmente productiva, siempre realizando podas balanceadas (sin dejarle tantas yemas). En Maipú están haciendo 13 ha por año mientras que en Santa Rosa 35 ha. El desafío es lograr que esas nuevas viñas duren al menos 30 años produciendo uvas de calidad y en la cantidad deseada. Sin dudas el Valle de Uco cambió la historia de los Zuccardi para siempre. Y es allí donde Sebastián dedica más horas. Está muy convencido que la diferencia está en la viticultura, y que un gran vino no parte de un estilo de vinificación sino de un viñedo. A Sebastián hoy no le interesa vinificar lejos de su casa, para él la única forma es vivir cerca del viñedo. A sus fincas nuevas y ya reconocidas por sus vinos (Piedra Infinita y Canal Uco en Paraje Altamira), se le van sumando nuevas y que darán que hablar más aún. De La Rivera en Vistaflores está por llegar un Pinot Noir que va a causar mucho impacto, porque es un gran exponente varietal con carácter propio y a un precio que va a sacudir el tablero. En toda Mendoza hay buenas zonas vitícolas, pero pocas tan emocionantes para Sebastián como San Pablo. Alucinado con su finca porque no se parece a nada de lo que conoce. Con suelos más profundos y vigorosos, y el doble de lluvias que Gualtallary. Un lugar muy frío porque está realmente al pie de la montaña. La humedad y los vientos entran del sur, y son helados. Y al estar tan cerca de las montañas, hay mas lluvias porque allí las nubes se descargan. Esos son realmente vinos de montaña afirma Martín Di Stéfano Planteada en bloques chicos pensados en función del riego, y con Chardonnay (de ahí sale Fósil), y a su lado Verdejo, Albariño y Bonarda. También algo de Riesling y Semillón, aunque este último no agarró tan bien. Pero lo que viene, y el viñedo que lo hizo repensar casi todo a Sebastián desde el punto de vista vitivinícola, está en Gualtallary, más precisamente en el corazón de la IG (que está por salir), en la parte central denominada Monasterio. Gualtallary está dividió en 5 lugares, y como distrito empieza a 1100 msnm y llega hasta los 1600 con viñedos. Pero climáticamente no se lo puede encasillar porque es la zona con la topografía más diversa, más allá de sus dimensiones. Tiene ríos y lomas, con suelos más lavados y calcáreos (cerca del lecho de los ríos), otros más arenosos, y cerca de las lomas aparece el caliche; y esto es lo más interesante para los Zuccardi. Dentro de Tupungato Wineland, Sebastián encontró un lugar de locos, y no quiso perderse una oportunidad única, ya que Gualtallary es uno de los lugares con mayor dificultad de agua, y acá ese tema ya estaba resuelto. Esta nueva de 38 ha se suma a otra de 40 ha que empezaron a plantar hace un par de años. Ambas están debajo de los cerros; la parte que más le gusta a Sebastián; y conforman un bloque de casi 80 ha en una de las mejores zonas vitivinícolas del mundo. Esta nueva finca está en un conjunto de lomas, con relieves y pendientes (algunas suaves y otras de hasta de 35 grados) con distintas exposiciones. Esto significa más diversidad, porque a la natural del suelo se le suma la exposición. Están por empezar a plantarla, pero antes hicieron un estudio muy exhaustivo. Eligieron empezar por la parte ya desmontada, y la idea es terminarla el año próximo. Gracias al aprendizaje de estos últimos años, encararon el proceso de una forma distinta. A partir de las uvas elegidas (Malbec, Chardonnay y Cabernet Franc), había que definir dónde y cómo plantarlas, a qué distancia, qué pie, etc. Con imágenes de vuelo de dron de alta definición, primero analizaron el terreno. El sistema además genera una modelo digital de elevación, un mosaico de miles de imágenes con la altura precisa. Así se arma un modelo tridimensional y un mapa de exposición solar, donde se empiezan a visualizar parcelas. Pero los escenarios son diversos, con mesetas, cerros y médanos más suaves, y esto obliga a trabajar unidades de distintas maneras. ¿La mejor exposición para qué variedad y qué estilo de vino? Por ejemplo, allí un Chardonnay puede ser con exposición sur para que sea más fresco, pero si allí se planta un Cabernet Franc habrá que cosecharlo más tarde. El moderno sistema genera las curvas de nivel entre puntos con la misma altura, y con ello se pueden Identificar los bloques y las formas de la topografía. Para el suelo, el estudio de conductividad no es tan esclarecedor, porque el caliche marca conductividad alta al igual que los lugares profundos. Por eso solo sirve para hacer un diagnóstico, pero la información más certera la dan las calicatas. Allí realizaron 96 en 15 ha. Eso les sirvió para identificar tres tipos de “horizonte” en función al grosor de la capa superficial, el contenido de caliche y la composición del fondo. Con esta data crearon un mapa por interpolación que les sirvió y para orientarse y armar una propuesta de plantación. El Chardonnay estará en laderas que miran al sur y en los suelos más profundos para que no se estresen las plantas, porque con la piedra se madura más rápido. El Cabernet Franc estará en dos lugares y donde está el caliche, para lograr dos estilos diferentes. Y el Malbec en diversos rincones. Para aprovechar al máximo esa diversidad, las parcelas producirán el mínimo de uvas que se pueda vinificar por separado. Son 15 ha divididas en 10 cuarteles, con unidades chicas. Y cada una es una microvinificación, aunque se pueden llegar a dividir por momentos de cosecha. Para Sebastián, en Mendoza manda la arena y el limo, y algo de arcilla en Agrelo. Mientras que en el Valle de Uco reconoce tres suelos calcáreos con texturas superficiales diferentes, y por eso el manejo difiere tanto. En Gualtallary es calcáreo y arena, en San Pablo es calcáreo y arcilla, y en Altamira es calcáreo y limo. Ellos interpretan el Valle de Uco a su manera, y los resultados están a la vista. Vinos de lugares Para este gran líder que se está forjando, los 100 puntos de un vino serán una consecuencia y no una circunstancia. Respetuoso del paisaje y la cultura del vino para mantener la expresión del lugar, está convencido que el lugar te da el potencial, pero después depende de cada productor poder llegar a explotarlo. Asegura que los viejos sabían de calidad. Hoy, mientras más se avanza, se nota que muchas cosas ya estaban hechas. Por eso, lo verdaderamente nuevo es relativamente poco; hoy se usa el hormigón y el tonel, como en las bodegas antiguas. Aunque es cierto que sí se cultiva en zonas más altas porque la tecnología lo permite. Vamos a ver como se guardan, dice, confiado que serán vinos más longevos. Pero los vinos viejos de hoy, más descarnados y de rendimientos más altos, sirven para entender que en la región se hacían cosas de calidad. Para Sebastián Zuccardi el vino es su placer y su vida. Reconoce que antes se viajaba para copiar, pero hoy lo hace para inspirarse, porque le abre el espectro. Antes anotaba todo, pero hoy no, porque lo que tiene que quedar le va a quedar. Defensor y promotor de la diversidad del vino. Gusta más de los vinos que se hacen por gusto que aquellos pensados en el mercado. Sabe que sería lindo tener una empresa chica, pero no podría plantar un viñedo sin un inversor de por medio. Pero sostiene que es una actividad compleja, y que los de afuera no lo entienden. Es muy optimista con la evolución del vino argentino, y asegura que esta generación no vino a cambiar nada porque cada una es consecuencia de la anterior, y es normal que sean mejores por la sumatoria. Su padre tuvo que arreglar los vinos, después fue momento de revalorizar el Malbec y salir a venderlo al mundo. Hoy ya no se discute si un vino está bien o mal hecho, solo hay estilos diferentes. Y de la misma manera, los que vienen ya no van a discutir si el terroir existe o no, ellos van a tener que seguir. La buena noticia es que en el mundo el consumo de vino vuelve a crecer, y si bien no hay que complicársela mucho al consumidor, tampoco se trata de simplificarlo tanto, porque el vino tiene muchos atributos naturalmente. Y si bien el consumo local está resentido y la pérdida de poder adquisitivo erosionó la curiosidad, el vino es placer, y cuando uno más se involucra, más placer puede encontrar. Lo nuevo y sorprendente de la casa empieza por Santa Julia, con vinos mejorados desde la viña, con nuevas propuestas que respetan el bolsillo e iluminan el paladar. Hace más de diez años vinifican uvas del Valle de Uco y es donde más viñedos han comprado. De las viñas que rodean a la flamante bodega salen sus vinos más reconocidos en la actualidad. Sebastián ya sabe que en Piedra Infinita los suelos son más superficiales y en Canal Uco más profundos, y qué vinos se pueden obtener de allí. El Emma, que era de Santa Rosa, lo plantó en Altamira y ahora es un blend de Bonarda con uvas del Valle de Uco. Fósil es su último gran exponente, el principio de un largo camino que emprendió con el Chardonnay. Un vino que hay que dejarlo que crezca, porque no se expresa al principio, pero aparece en primavera. El 2016 (el primero) fue una sorpresa y al 2017 le pasó lo mismo. De la misma variedad, el vino que llegó muy alto es el Q 2017. Un cambio gradual que comenzó en 2015, puliendo viñedos y ajustando momentos de cosecha. Acá está el vino, porque hay un carácter frutal pero austero, con una leve melosidad que le quita austeridad, pero lo hace amable más allá de lo refrescante; demasiado bien para la línea. Desde 2009 Sebastián y su joven equipo, que nació del proyecto I + D, elaboran en diversos momentos de cosecha. Tratan que los viñedos no se estresen y tampoco sean muy vigorosos para que el alcohol no suba, y así no perder frescura. Buscan vinos con menos peso y graso, pero que tengan núcleo y floten en la boca. Aluvional es una línea muy clara en su mensaje, y no por casualidad es la de mayor crecimiento de la casa (en la alta gama). Además, propone un juego imaginario muy entretenido, pensar cómo puede ser el mejor vino argentino (¿con el cuerpo de Paraje Altamira, la frescura de Gualtallary y la jugosidad de Los Chacayes?). La propuesta vínica de los Zuccardi es tan vasta que es imposible resumirla en una sola nota. Hay espumantes de todos los estilos, incluyendo los champenoise que selabora Sebastián con su mujer y compañeros de colegio en Alma 4. Tintos y bancos raros en su línea Innovación, vinos tan accesibles como agradables de beber en Santa Julia. Con el Tintillo demostraron que no hace falta ser de alta gama para revolucionar el mercado. La lista no es infinita, pero pega en el palo. Lo más sorprendente es ver que en tan pocos años se puede hacer tanto. Me gusta el hueso y me aburre la grasa, se define Sebastián como productor. Por ahora van llegando vinos de excepción que siguen afinándose con cada cosecha, pero ya van todos en la misma dirección. Así la bodega 100 puntos demuestra que se pueden hacer grandes vinos argentinos, en todos los segmentos de calidad. Degustación de algunos vinos nuevos Nacional 2018 Santa Julia, Mendoza $235 Blend (de Santa Rosa y Valle de Uco) de Chardonnay, Torrontés y Chenin, con un perfil Tintillo. Blanco moderno, de buen volumen y súper refrescante, con notas de frutas blancas y un paso amable. Paladar algo floral y franco, con leves dejos herbales, y un suave dulzor final. Puntos 87,5 Tintillo 2018 Santa Julia, Mendoza $230 Rubén Ruffo aclara que la maceración carbónica funciona muy bien en Bonarda, pero no es tan fácil con Malbec, porque se rompen mucho los granos. En esta tercera cosecha, sus aromas son limpios. Hay buena concentración y acidez marcada, con volumen y una textura que se agarra, pero sin dejar de ser amable. Generoso en su carácter frutal, pero bien fresco y con taninos incipientes. Puntos 89 Al Rescate Clarete 2018 Santa Julia, Valle de Uco, Mendoza $230 Es una de las novedades de la casa que busca rescatar viejas técnicas, cuando se molía la uva y apenas empezaba a fermentar y se formaba el sombrero, se sacaba el vino, y se continuaba fermentando solo el líquido. Así nace este Malbec del Valle de Uco, de aromas frutales, definidos pero no muy intensos. Algo perfumado en boca y con leve aguja. De paso vivaz y vibrante, paladar franco, con un leve final frutal, seco y de texturas incipientes. Puntos 88 Flores Negras Pinot Noir 2018 Santa Julia, Valle de Uco, Mendoza $230 Sin dudas será uno de los vinos más resonantes de los próximos meses, y una variedad que hace mucho Rubén Ruffo (enólogo) quería hacer. De aromas austeros y frescos, con mucha tensión en boca. Poco profundo, con buen volumen y frescura, texturas modernas y notas de frutas negras con algo de hierbas. Texturas incipientes y final seco. De buen ataque, joven y no muy profundo, pero muy bien logrado Puntos 89,5 Polígonos San Pablo Verdejo 2017 Zuccardi, San Pablo, Valle de Uco Para Sebastián es una zona maravillosa para blancos. Fermentado y criado en barricas de 500 l, sin maloláctica. De aromas delicados e integrados, con suaves dejos herbales. Paladar franco y tenso, con algo amable en su paso por boca. De trago liviano y poco profundo, con agradables texturas, buen volumen y un final nítido de frutas blancas. Puntos 90 Zuccardi Q Chardonnay 2017 Zuccardi, Valle de Uco Elaborado con uvas de diferentes viñedos de Tupungato, Gualtallary y El Peral. Cada parcela se hace mitad en concreto y mitad en barricas de 500 l, y se cría en la misma vasija. Nada de maloláctica y fermentado turbio, y con levaduras indígenas, racimo entero y borra linda, que le da mucho graso; sin nada de battonage. De aromas austeros, buen carácter y un ataque definido. Hay fuerza con cierto volumen, y leves notas de madurez y levaduras. Limpio y con buen cuerpo, no abusa de lo frutal, y con la potencia bien domada por la frescura. Puntos 92,5 Fósil 2017 Zuccardi, San Pablo, Valle de Uco Por ser un año más maduro se elaboró solo en huevo. De aromas equilibrados, con notas de piedra se fusil. Buen ataque, con texturas muy finas. Es delicado, con fuerza y volumen. Quizás le falte algo de austeridad, pero el carácter está bien logrado. Hay graso con tensión, y una fruta más verde pero delicada. Con un suave amargor que le da personalidad, y algo maduro sobre el final. Un blanco equilibrado y con tensión, que puede ganar más complejidad y elegancia con la guarda. Puntos 94 Piedra Infinita 2016 Zuccardi, Paraje Altamira, Valle de Uco De aromas equilibrados e integrados, también elegantes. Corazón de fruta, algo negra, con frescura precisa, y suaves dejos herbales. Buen volumen, con algo de fruta negra. Hay austeridad en este Malbec, con un carácter frutal delicado, músculo y mucha frescura. De paso jugoso y buen agarre, delicado y tenso, con taninos finos e incipientes, y un gran potencial. Sorprende que no haya cedido cuerpo en función a la cosecha. Puntos 94 Polígonos San Pablo Malbec 2016 Zuccardi, San Pablo, Valle de Uco Claramente es un lugar diferente y extremo para elaborar vinos. De aromas delicados y frescos. Buen cuerpo, con fruta negra y dejos herbales. Una frescura bien integrada y taninos que hablan de carácter y de un lugar. De trago muy interesante, profundo y texturas firmes pero finas, con buena fluidez, buen volumen y frescura. Puntos 93 Concreto Malbec 2017 Zuccardi, Paraje Altamira, Valle de Uco Este vino lleva un mensaje concreto. De aromas integrados y algo densos, mucho más integrado que en versiones anteriores. Algo más de fruta negra en sus expresiones, con texturas finas pero firmes, y ese paso por boca fino y rústico a la vez, con cierto agarre. Compacto en sus expresiones, sin perder fluidez, con fuerza en su carácter. Puntos 93 Aluvional Tupungato Alto 2015 Zuccardi, Gualtallary, Valle de Uco No es la primera cosecha de este terruño y se nota. De aromas frescos y tensos, con mucho más de herbal en su carácter. De buen ataque, con más fluidez que músculo, buen equilibrio y gran potencial. Todavía joven en sus expresiones, pero ya sorprende con sus texturas finas e incipientes, propia de los grandes vinos. Puntos 94 Piedra Infinita Súper Cal 2015 Zuccardi, Paraje Altamira, Valle de Uco Es una de las novedades de la línea, una partida más limitada, que proviene de las parcelas con más calcáreo. De aromas compactos y buen cuerpo. Muy jugoso, y con fruta roja delicada bien de Malbec. Buen cuerpo, con tensión y una textura fina pero también algo firme. Con una profundidad equilibrada y un final diferente. Solo necesita tiempo para soltar sus delicadezas. Puntos 94 Piedra Infinita Gravas Cal 2015 Zuccardi, Paraje Altamira, Valle de Uco De aromas delicados y un carácter más de fruta negra, con fluidez y leves dejos herbales. Remite más a Canal Uco que a Piedra Infinita porque su paso por boca no es tan profundo. Pero sí voluptuoso y refrescante, con un agarre fino y una expresión bastante equilibrada. La estiba le aportará complejidad al final de boca. Puntos 94