Juan Carlos Ubriaco fue uno de los primeros hacedores que conocí personalmente, y me sorprendió por su manejo, no solo del vino sino de la puesta en escena. Creador del recordado Aráoz & Vieytes, un Malbec que vio la luz en 1991, y que replicó su efecto en 1999. Por cuestiones de la vida, dura, Juan Carlos estuvo varios años alejado del ruedo vínico, aunque eso no le impidió seguir demostrando que era un visionario y, en alguna medida, también un revolucionario. Fue el primero en montar tanques de inox en un bar top de Palermo (Tagle y Libertador) para vender vinos tirados, Malbec, Cabernet Sauvignon, Merlot, etc.; sin marca, solo para disfrutar y que la gente pudiera descubrir las diferencias entre los varietales. Llegaron a vender 1600 copas por día. Con el paso del tiempo y las enseñanzas que deja el dolor, junto a su hija Antonella decidieron volver a actuar. Así presentaron un vino joven, impetuoso, no con la reconocida marca familiar, pero si con un indicio de ser un nuevo comienzo, un renacimiento. De a poco y a pulmón, entre ambos sacaron a la venta un Malbec 2021 que nace su viñedo propio de 2,7 hectáreas, ubicado en Chacras de Coria (Mendoza); de los pocos que aún quedan en pie en esa zona tradicional. Pero no es un vino más, sino un nuevo hito en la carrera de este agrónomo hacedor con apellido alusivo (borracho en italiano), en el buen sentido. Su pasión sigue intacta, a pesar del paso de los años. Pero con la tranquilidad que hay trascendencia en el tiempo, porque su hija tiene su misma fuerza. Y si bien no estudió ni enología ni agronomía (porque todo eso lo puede contratar), se dedicó a la comercialización para tener el manejo del negocio, y acaba de terminar un MBA en administración de empresas.

Juan Carlos es cuarta generación de bodegueros. Nació, literalmente, en una bodega en Bermejo, hacia el Este mendocino, perteneciente a su bisabuelo, que había llegado al país en 1873. En la última época de la bodega su padre elaboraba, y fue en 1972 que le tocó a Juan Carlos desarmarla a causa del riesgo que significaban los temblores en la zona. Así fue que se mudó a San Rafael donde siguió con viñedos y propiedades productivas; más de 200ha con frutas (duraznos y manzanas entre otras), de las cuales 100ha estaban plantadas con viñedos. Quién lo ayudaba en el manejo de la viña era el Ing. Alberto Alcalde, famoso por sus tratados de ampelografía.

Las crisis, la circular 1050 del Banco Central y los juicios con contratitas lo obligaron a achicar la empresa. En 1980 se casa con María Antonieta, y su padre era propietario de una pequeña viña antigua y una bodega en Chacras de Coria, en la intersección de las calles Besares y Cubillos; corazón de la primera zona mendocina, en Luján de Cuyo. Con el fallecimiento de su suegro, en 1985 quedó a cargo de todo ese emprendimiento, que llevaba el nombre de Cava Besares.

Su primer vino fue en 1991, ya que siempre fueron trasladistas, “pero de grandes vinos, vendiendo a granel lo que hacíamos para que otros pudieran mejorar los suyos” afirma Juan Carlos. Hasta que un día dijo basta, y en 1989 probó con unas mil botellas, que terminó compartiendo en familia y con amigos. Pero los comentarios lo animaron, y en 1991 elaboró 30.000 botellas.

Hay que comprender que, por aquel entonces, con un consumo anual per cápita, la mayoría de los vinos que se tomaban eran tintos (en realidad base blancos, coloreados) livianos. Así, Juan Carlos buscó hacer algo similar a lo que consumía la gente. Para lograrlo, descubó el vino con 5,5 grados Baumé, es decir que separó los sólidos mucho antes que finalizara la fermentación alcohólica, buscando una extracción más suave, estabilización en frío y listo. En la mira tenía un tinto liviano, tipo Comte Valmont. Una parte pasó por unas pocas barricas de roble nuevas que le habían regalado en el INTA. “Según Miguel Brascó era el yin y el yang de la madera”, recuerda orgulloso.

Pero de ese Malbec puro de Chacras de Coria no pudo producir todos los años porque no tenía capacidad de venta. Le costó mucho hacer las etiquetas, ya que no había imprentas locales que quisieran producir “tan pocas”. Y lo mismo le pasó con las botellas que tuvo que recurrir a un re vendedor para adquirir las 30.000 que necesitaba para el fraccionamiento. Por suerte, la etiqueta quedó muy linda y ese Aráoz y Vieytes lo catapultó a la fama, “fue mi icono, todos me reconocían por ese vino, incluso hasta el día de hoy”, dice Juan Carlos que, asegura, aún se mantiene bien ese vino, que siempre elaboró junto al gran Pedro Rosell y, desde 1991, también el ing. Raúl Castellani.

Hubo 1996, 1998, 1999, 2001 y 2003, ya que en 1993 hubo una gran helada, en 1994 el vino salió muy herbáceo y decidió venderlo a granel, y en 1995 lo envasó, pero no le gustó, aunque al año estaba muy bien, “pero ya lo había vendido todo”, se lamenta.

Durante este período pasaron muchas cosas, en 1993 se enfermó su mujer. Con 150.000 botellas producidas y sin familiares a mano para tenderle una mano, bajó la persiana y se puso a vender sus. Durante los siguientes 15 años acompañó a su esposa, hasta que falleció en 2018. En el medio, algunas pequeñas elaboraciones pudo hacer en 2007, 2011 y 2012. Y justamente, de esos últimos dos años que se hicieron 3000 botellas, su hija le pidió salir a venderlos con la marca tradicional de la familia. Pero no, Juan Carlos prefirió registrar Aráoz y regalársela, para que ella pudiera salir a vender los 2011 y 2012. Y la cosa empezó a caminar, lenta pero sostenidamente. Mientras, siempre asesoró a diferentes bodegas, estuvo en el INV en la Comisión de Asesoramiento Técnica, en el Consejo Asesor del INTA en Luján de Cuyo, en la Asociación de Viñateros, en la Unión Vitivinícola Argentina junto a José “Pepe” Zuccardi, en el Fondo Vitivinícola de Mendoza, y vicepresidente del Banco de Vinos de la provincia de Mendoza, entre otras actividades ad honorem, “porque la mejor manera de defender lo tuyo es defendiendo a la actividad”, asevera.

El vino del renacimiento

El Aráoz Malbec 2021 nació en el viñedo de la familia, implantado en 1890 con uva francesa por Michel Pouget. “Se supone que fue una selección masal de Malbec, Cabernet Franc, Petit Verdot y Tannat. “Las que subsistieron fueron Malbec en mayor proporción por ser la más productiva y resistente. Le sigue el Cabernet Franc, luego el Petit Verdot, aunque muchos la sacaron porque no produce y el racimo es muy chico, y por último el Tannat que es muy susceptible a los problemas de Mendoza, como el oídio y peronóspora”, explica Juan Carlos.

Cabe destacar que hasta 1960 se trataba de “uva francesa”, y fue gracias al ingeniero Alcalde y su Calificación Ampelográfica que los viñateros empezaron a utilizar los nombres correctos de las uvas: Malbec, Cabernet Sauvignon, Cabernet Franc, Merlot, Petit Verdot, etc.

“En nuestro viñedo tenemos más de 20 clones diferentes de Malbec, con racimo chico y grande, de hoja trilobada, pentalobada y redonda, es decir un florero importante”, describe Ubriaco.

Y de ese pequeño y viejo viñedo en Chacras de Coria, que su suegro adquiere en la década del 50’, nace su nuevo vino. “El vino habla por si solo”, dice Juan Carlos, por eso en la contra-etiqueta casi no dice nada.

Es una partida de 3000 botellas en respuesta a sus muchos amigos que estaban esperando un nuevo vino suyo. Pero hay más. Porque si bien 3000 botellas se fraccionaron sin crianza, otra parte fue a parar a barricas. A sus amigos les ofreció la posibilidad de hacer su propio vino. Así fue que vendió 19 barricas (300 botellas c/u) por anticipado, y se quedó con otras tantas a la espera de ver la luz, seguramente bajo la etiqueta de Aráoz y Vieytes.

“Largué con estas tres mil botellas porque me gustó el vino ya terminado y lo bien que estaba”, dice. Y si bien el vino no tiene secretos en su elaboración, fue cosechado el 18 de marzo con una sanidad total, luego de sufrir a principios de marzo por las lluvias. “Mandé a deshojar del lado del naciente, para que las uvas tuvieran una buena ventilación”, cuenta. Luego, 30 días de maceración post-fermentativa y no mucho más. “El vino hablaba con los sólidos, y los sólidos y el vino se fueron haciendo amigos, y el vino evolucionó en esa amistad”, describe. Como buen agricultor, está convencido que las plantas le hablan; y el vino también; porque se manifiesta cuando brota y habla con las hojas. “Y el vino también se expresa con las levaduras y los nutrientes, mientras todos los componentes actúan”, agrega.

Lo más sorprendente es que no se nota que es un vino del año (2021). Llena la boca y es muy Malbec de primera zona, con notas de frutas negras, tierra mojada y especia, generoso y amable, pero con texturas finas. Es un muy buen exponente de vino de lugar, completo y hasta con capas.

El precio sugerido al público en vinotecas ronda los $2800 sugerido, y en el futuro tiene la idea de lanzar un estuche con dos botellas de la misma añada, uno con crianza y el otro sin paso por barrica, es decir, este Aráoz Malbec 2021.

Araoz Malbec 2021

Cava Besares, Chacras de Coria

$$$$ (Ene2022 $2800)

De aromas plenos, bien de Malbec de primera zona, con notas de frutas negras y violetas, también hay algo de especias y tierra mojada. De buen volumen, con la frescura equilibrada, pasó amable y taninos finos e incipientes. No parece un vino del año más allá de ser muy y tomable por equilibrio de sus expresiones y sensaciones. Beber entre 2022 y 2024.

Puntos: 91

Sobre El Autor

Hace 22 años degusté un vino por primera vez y supe que querría hacer de mi vida profesional. Compartir mi pasión; por eso me dediqué a comunicar el vino. Más de 30.000 vinos degustados y 20.000 publicados, más de 100 revistas editadas y miles de notas. Siete años en TV, cuatro en radio y seis en la web. Más de 20 exposiciones de vino organizadas y más de 30 concursos internacionales como jurado, además de muchos viajes a zonas vitivinícolas del mundo. Todo esto, simplemente me ayuda a conocer más, para poder compartirlo mejor.