por Roberto de la Mota

Si debiéramos calificar la vendimia con una sola palabra, sin dudas, esta sería sorprendente! Así es, pues luego de condiciones climáticas extremas e inéditas para la zona, por la lluvia y el frío, hemos obtenido vinos de buena calidad. Buen color, aromas intensos de frutos frescos y florales, buena acidez y frescura y alcoholes moderados caracterizan a muchos de los vinos tintos del 2016. Condiciones que seguramente nos permiten presagiar que serán vinos que crecerán durante la crianza tanto en barricas como luego en la botella. Esto último es cierto para aquellos vinos elaborados con uvas de terruños de suelos de buen drenaje, arenosos, limosos o pedregosos. Tal como en otras vendimias lluviosas o de características similares, hemos podido ver y mejor aún, poner en valor, la calidad de los suelos que en años secos o normales, no se ve fácilmente.

Ya los pronósticos locales y también extranjeros nos hablaban a fines del invierno de un fenómeno del niño de magnitudes singulares por su envergadura. “The Gotzilla Niño” titulaba el artículo aparecido en Septiembre en Los Angeles Time. Dicho artículo hacía referencia a un fenómeno de El Niño de características espectaculares puesto que la temperatura del océano Pacífico era muy superior a lo normal, incluso al mayor registro anterior que era del año 1997/8.

Para aquellos que nos tocó vivir y vinificar en aquél año, el presagio o pronóstico no era el mejor. Sin embargo los resultados no fueron para nada los de aquella cosecha, sino bien mejores y ahora trataremos de explicar las razones.

Una primavera lluviosa, pero muy fría.

Las bajas temperaturas de primavera provocaron un retraso en la brotación de alrededor de 2 semanas. Las condiciones siguieron de igual forma y la floración y cuaje se llevó a cabo bajo las mismas condiciones y como resultado de ello se produjo un corrimiento importante en la mayoría de los viñedos. Esto se tradujo en una disminución importante en la cantidad de racimos y el peso de los mismos, es decir una merma en la producción que varió desde el 10 al 40% según viñedos, variedades y zonas.

Las lluvias acumuladas para los meses de Septiembre, Octubre y Noviembre en Altamira fueron de 324 mm; para Perdriel en Luján de 268 y para Drummond de 246 mm. Cabe aclarar que la lluvia promedio anual para toda la región ronda los 200 mm.

Las lluvias de primavera provocaron daños de Peronóspora o Mildiou, especialmente en los viñedos de uvas comunes ubicados en la zona este de Mendoza, pero no afectaron en gran medida a los viñedos de calidad ubicados en las zonas más importantes. Ciertamente agrónomos y viticultores en general trabajaron muy bien y en forma preventiva. Así desde el riego cuidadoso y muy medido, deshojes, raleos y tratamientos fitosanitarios fueron eficientes.

El verano continuó lluvioso y muy fresco.

Las lluvias continuaron durante los meses de verano para toda la región. Así se registraron 290, 300 y 269 mm para Altamira en el Valle de Uco, Perdriel y Drummond respectivamente para los meses de Diciembre, Enero y Febrero. Sólo el mes de Diciembre fue cálido y seco. Obviamente en dichas condiciones la mayoría de los viñedos dejaron de regarse a partir de Diciembre o Enero.

El proceso de madurez continuó con un retraso promedio de dos semanas debido a las condiciones meteorológicas, especialmente frescas. Los meses de Marzo y Abril no manifestaron cambios. Las lluvias de estos meses acumularon 112, 142 y 122 mm más dando totales de 726 mm para Altamira desde brotación hasta cosecha; 710 mm para Perdriel y 637 mm para Drummond. Con estos registros, sin lugar a dudas, hubiésemos dicho que la cosecha sería un desastre, pero sin embargo no fue así. La explicación: las bajas o muy moderadas temperaturas de casi todo el período que impidieron el desarrollo normal de la Botrytis y de otras enfermedades producidas por hongos.

El resultado:

Los vinos blancos son en general muy aromáticos, con aromas frutados, frescos, florales. En boca los vinos frescos, de muy buena acidez, largos y de alcoholes moderados.

Los tintos en general de muy buen color, aromas intensos, frescos, frutos rojos, muchas especias, florales, (especialmente violetas en Malbec) y en algunos casos notas vegetales. En boca, vinos de cuerpo ligero a medio, muy buena acidez, taninos bien presentes, largos pero de poco graso o poco carnosos. Aquí también los alcoholes son moderados a bajos. Según nuestra experiencia estos vinos evolucionarán muy bien en la crianza tanto en barrica como en botella. Salvando las diferencias de producción esta vendimia me hizo recordar, para Mendel, a los vinos de 2007.

Podríamos comentar que para la zona de Patagonia, Neuquén fue un año de excelente sanidad, producción media a baja y vinos de muy buen color, concentración, graso y volumen. Para la zona de Cafayate la producción fue acotada luego de cierto daño de helada tardía, pero de vinos muy concentrados, potentes de muy buen color, graso y volumen también. Cabe aclarar que en general en los Valles Calchaquíes cuando se produce el fenómeno del niño, las condiciones son opuestas a la zona de Mendoza, es decir son años secos.