Sin meternos en el mundo de los maridajes, hay que reconocer que a nivel industrias la gastronomía y los vinos conforman un matrimonio por conveniencia, al menos en nuestro país.

Porque si bien son naturalmente complementarios e igualmente diversos y atractivos, al parecer los vinos siguen corriendo detrás de la comida. Porque está claro quien va ganando si esto fuese un partido gastronomía vs vinos.

No se sabe si la gastronomía local estalló gracias a los vinos o fue a la inversa, y quizás eso importe poco. Pero es cierto que los cocineros, sin tener una industria detrás que los represente, supieron aprovechar el momento. Basta con encender la TV o ver las ferias que hay. Mientras las de vinos se multiplican al mismo tiempo que unas se reinventan y otras desaparecen, las ferias donde se sirve comida baten todos los récords de asistencia. Allí queda en evidencia el gran problema que hoy tiene el vino, y que casualmente es el gran acierto de la restauración; la gente paga por comer mejor pero no por beber mejor.

Y mientras en la tele los cocineros se vuelven rock stars, los enólogos brillan por su ausencia, aunque es cierto que en otros ámbitos también se los considera celebrities. Pero la fama es otra cosa, es cuando se trasciende más allá de una actividad, hasta convertirse en líderes de opinión, pero ya no de lo que hacen, sino de todo.

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Y bien merecido lo tienen todos los cocineros que saltaron de sus cocinas a las pantallas, y de allí a recorrer el país y el mundo. Paradójicamente, esto que obviamente los aleja de sus hornallas, los acerca cada vez más a la gente. Y contagian las ganas de comer cada vez mejor. Por eso, y sin entrar en le debate de la inflación y si los precios son caros o baratos, la gente cuando sale a comer ya sabe cuánto va a pagar por sentarse en tal o cual restaurante. Esa información está en todas las guías. Ahora bien, cuando llega la carta de vinos, en lugar de elegir una botella acorde con el lugar, la ocasión y la compañía, se busca equilibrar el costo total de la noche.

De alguna manera los cocineros fueron más efectivos, al menos en sus mensajes, que los enólogos. Pero en realidad no es ni culpa de unos ni aciertos de los otros. El tema pasa por la confianza, ya que todos comen por una necesidad básica. Y de ahí a comer bien hay un paso, más allá de las ganas de cocinar de cada uno. Pero el vino no es necesario para vivir, aunque el placer que brinda esté fuera de discusión.

En general, la gente come pero no bebe. Porque no hace falta saber para comer, y por eso confía al momento de pagar por un plato de un chef reconocido o en un restaurante de renombre, aunque no tenga un paladar negro. Pero ese mismo consumidor, que elogia al chef cuando se le acerca a saludar a la mesa y hasta le critica (en el sentido positivo de la palabra) su preparación, no sabe bien qué corresponde pagar por un vino. Y esa desconfianza generada simplemente por desconocimiento, aleja a los comensales de los buenos vinos y los acerca a los que conoce o a los que cuestan menos.

Lo paradójico es que en muchos de los restaurantes la industria del vino invierte mucho, para estar en carta, en las mesas, en las cavas o en la mente del sommelier. Sin embargo, tantos esfuerzos y exposición de botellas no hizo más que potenciar la venta de los vinos más económicos de las cartas. Sí, los mismos que más salida tienen en los hipermercados a manos de las eternas ofertas de precio.

Esto significa que en realidad la gente, o al menos la que sale a comer afuera, cada vez come mejor pero bebe peor. Y si a esto le agregamos las restricciones legales del consumo no moderado, el futuro no es promisorio.

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No se si los enólogos tienen que aparecer en TV, pero la industria del vino tiene que hacer algo para convencer al público, para conocerlo de verdad y acercarse para brindarle confianza a la hora de elegir. La culpa tampoco la tiene el consumidor y mucho menos el vino. Porque un gran vino no necesita de la comida para demostrar qué es, pero una gran comida sin vino ¿es una gran comida?

Ya lo decía mi gran amigo Miguel Brascó, “hay que comer bien y tomar mejor”.

 

 

 

 

Sobre El Autor

Hace 22 años degusté un vino por primera vez y supe que querría hacer de mi vida profesional. Compartir mi pasión; por eso me dediqué a comunicar el vino. Más de 30.000 vinos degustados y 20.000 publicados, más de 100 revistas editadas y miles de notas. Siete años en TV, cuatro en radio y seis en la web. Más de 20 exposiciones de vino organizadas y más de 30 concursos internacionales como jurado, además de muchos viajes a zonas vitivinícolas del mundo. Todo esto, simplemente me ayuda a conocer más, para poder compartirlo mejor.