El dúo vinámico Fabricio Portelli 15/01/2016 Bodegas, Notas 2450 A Henry Parent y Marcelo Pelleriti el destino los unió. En realidad fue Catherine Pèré -Vergé, fundadora de la bodega Monteviejo y madre de Henry. Pero ella se fue, y su legado vínico recayó en su único hijo varón. Henry sabe mucho de vinos, pero no por haber ayudado en su momento a su madre con el negocio familiar, que incluye un par de bodegas y varios viñedos en la prestigiosa región de Pomerol. Sabe porque es un francés bon-vivant, que ha viajado por todo el mundo, disfrutando de los aromas y sabores a cada paso. Desde la partida de su madre Henry agarró las riendas Vignobles Pèré-Vergé y tomó una decisión; confiar en Marcelo tanto (o más) que su madre. “Nuestra filosofía está en el vino, queremos hacer el mejor posible con nuestras uvas. Para Catherine era muy fácil trabajar en Monteviejo, por Gustavo (Paolucci) y Marcelo”, afirma. Y uno de sus primeros cambios fue apoyar el proyecto personal de Marcelo Pelleriti, y ponerse a trabajar codo a codo con él. Así llegó la compra de nuevas fincas fuera de los limites del Clos de los Siete, en La Consulta y Altamira. Henry le propuso un plan vínico a 20 años y Marcelo se lo retrucó a 30. Sellando así un pacto que va mucho más allá de lo comercial. Y es la confianza, la paciencia, y sobre todo la pasión de Henry, lo que está impulsando a Marcelo a seguir creando vinos de excepción; aquí y allá. Eso sí, siempre con uvas propias. Por eso el campo (sus viñedos del Clos de los Siete) está todo plantado y se van sumando nuevas viñas para hacer crecer MP Wines. Es filosofía de Viejo Mundo que aporta Henry; y con la que comulga dese hace años Marcelo; aplicada en el Nuevo Mundo. Una visión de largo plazo con el gran objetivo de crear vinos de terroir con el sello del winemaker; y no marcas. Recordemos que Marcelo es el único enólogo que vinifica en la Argentina y en Francia todos los años desde principios de milenio. Y no sólo eso, sino que ha alcanzado los 100 puntos Parker con una de sus etiquetas francesas. Se sabe que su pasión, además de los vinos es la música. Y fue su habilidad con la guitarra y las barricas la que lo llevó a hacer vinos con Pedro Aznar (Abre Mundos) y Juanchi Baleirón de Los Pericos (Malbecaster), entre otros. Creó el Monteviejo Wine Rock (ya tiene fecha y line up definido el de este año ), un evento que une sus dos pasiones y se realiza en los jardines de la bodega, y que ha tomado una dimensión impensada por su creador. Todos estos proyectos van a seguir formando parte de Monteviejo, y cada vez con más fuerza. Una de las patas fundamentales en las que se apoya la paciencia de Henry es la capacidad de guarda y el potencial de los vinos de Marcelo. El sabe que sus vinos pueden seguir evolucionando favorablemente durante, años y así apreciarse, tal como pasa con los grandes vinos franceses. Para él, la calidad básica es la del Clos de los Siete, el blend argentino más famoso del mundo. Esta dupla también está revolucionando sus vinos franceses. Han decidido remodelar Chateau Le Gay, y convertirlo en una bodega dedicada sólo a la micro-vinificación en barrica, con un sistema de refrigeración único en el mundo. Allí hay 300 barricas sólo para este proceso que exige mucho más trabajo y dedicación que las vinificaciones tradicionales. Con el tiempo que le da Henry, Marcelo se ha propuesto conocer cada parcela de como la palma de su mano. Y es con la micro vinificación que encontró la manera de expresar al máximo cada una de ellas, con mucho detallismo e investigación. Pero aclara que siempre bajo su interpretación del terroir, que puede diferir de la de sus colegas; “con Henry buscamos la mejor expresión desde nuestro punto de vista”; asegura Pelleriti. Hoy los enólogos tienen que vender los vinos además de elaborarlos. Y ambos se dedican a la exportación de todas sus etiquetas. Sostienen que no hay que ser mercenarios. Tienen vinos en muchos niveles de precio, pero tienen muy claro que no deben vender barato. Su experiencia les dice que el vino (o al menos los de ellos) no se vende por precio, sino por su calidad y concepto. Siempre ofreciendo el preciado “overdeliver” (más calidad de la esperada) y con potencial de guarda, respetando las enseñanzas de Michel Rolland. Henry y Marcelo son conscientes que aún no se conoce hasta donde puede llegar el potencial de guarda de los vinos argentinos, y que la clave está en evolucionar la forma de elaborarlos. Dominar esa concentración natural de los vinos aportando elegancia, equilibrio y frescura, para que desarrollen complejidad durante una larga estiba. Henry aprendió de su madre que la vitivinicultura en el Viejo Mundo siguió avanzando a pesar de todos los momentos difíciles que le tocó atravesar, y sabe que es un ámbito ideal para planificadores como él. Es el dueño de la llave, pero no puede (ni quiere) vender. Sólo puede acelerar o frenar la posibilidad de hacer un buen vino a buen precio. Su interés no está en la propiedad, sino en progreso. Y para lograrlo tiene al socio ideal.