El regreso del Jeymi Fabricio Portelli 25/05/2016 Notas, Vinos Notas 1343 Se nota que aún no estamos acostumbrados a recibir 100 puntos por un vino argentino. Digo, por el revuelo que se armó. El crítico norteamericano James Suckling publicó los resultados de su segundo reporte sobre los vinos argentinos, y una vez más coronó con el máximo puntaje a un solo vino. En 2015 fue el Viña Cobos Malbec 2011, y esta vez fue el turno del Catena Zapata Fortuna Terrae 2012, también Malbec. Pero más allá del aluvión de felicitaciones que recaen sobre la bodega y los responsables del vino, que bien merecido lo tienen, yo me pregunto muchas cosas a partir de este reporte y quiero compartirlas con la mesa (del wine bar virtual e imaginario que todos los que están leyendo pueden visitar). En primer lugar, estoy sorprendido por los puntajes en general, y me hicieron recordar de inmediato a Jay Miller, no por cuestiones personales entre ambos críticos, sino por el contenido. En aquel entonces, muchos vinos saltearon la barrera de los 95 puntos de repente y comenzaron a rayar los 100, hasta que alguno lo logró. Por la influencia que ejerce The Wine Advocate (la publicación de Robert Parker Jr.), sobre todo en el mercado americano, aquello significó un empujón importantísimo para el vino argentino en Estados Unidos y para el Malbec en particular. Lamentablemente por algunas cuestiones Jay no puedo seguir, llegó Neal Martin y luego Luis Gutiérrez, quien actualmente tiene la posta y parece no largarla más. Ahora, qué sería de nuestros vinos si Jay hubiera seguido cubriendo la Argentina. Recuerdo a principios de 2015 estar en una bodega hablando con el propietario quien recibió un mensaje de James Suckling avisándole que vendría a la Argentina con serias intenciones de hacer lo mismo que hizo por Italia. Acá hay que recordar que Suckling escribía en Wine Spectator, la revista más importante de vinos del mundo, en la cual se encargó de vinos de distintas zonas vitivinícolas estableciendo en 2010 al oficina europea de la revista. Pero el nunca cubrió Argentina para dicha publicación. No obstante, desde su sitio web lanzado en 2010 (https://www.jamessuckling.com/) tiene mucha llegada a los consumidores Americanos y asiáticos, ya que actualmente vive en Hong Kong. Quizás yo no sea el más indicado para poner esto sobre la mesa, pero el hacer lo mismo que James (salvando las distancias y con todo respeto) me permite verlo desde el mismo punto. Yo califico los vinos argentinos con la misma escala de los 100 puntos desde hace más de diez años (Revista El Gourmet 2004, Anuario Brascó-Portelli 2006, etc.), y los degusto desde 1999. Me siento un testigo privilegiado de la evolución del nuestros vinos y sobre todo de los personas que lo elaboran. Y soy tan respetuoso como crítico, a tal punto que muchos enólogos (sin dejar de respetarme, por suerte) no se conforman con mis puntajes y me tildan de mezquino. Pero a mi me mueve el vino y me desvela mi consistencia. Es cierto que a este vino no lo vi pasar, literalmente. Porque no estuve cuando lo presentó Laura Catena en Buenos Aires. Tampoco al Viña Cobos de 100 puntos en 2015 o el mismo que sacó 99 este año. ¿Esto significa que este vino empeoró? O mejor aún. Sabiendo que un vino como el Fortuna Terrae, que sin dudas cumple con todo lo que debe cumplir un vino argentino para llegar al tope (leer http://www.infobae.com/2016/05/24/1813849-un-malbec-argentino-recibio-el-puntaje-perfecto), y que es la máxima expresión de una parcela muy estudiada, y que la cosecha 2013 fue mucho mejor que la 2012, ¿ya tiene asegurados los 100 puntos del próximo reporte? Porque se supone que a ese nivel los vinos avanzan o retroceden de acuerdo a los caprichos del clima en cada cosecha, simplemente porque el hombre ya llegó a donde quería; a encontrar el lugar donde mejor se expresa su vino. Imagino que tiene que ser ese el sueño cumplido, ¿o son los 100 puntos de un crítico? Como yo, otros tampoco la vieron venir por ese lado. Tim Atkin, el más serio y profesional de todos los periodistas que nos visitan y elaboran un reporte de vinos. Como tampoco un colega que hace guías de vinos en toda la región y que, hasta donde recuerdo, no cree en los 100 puntos. Yo sí, y anhelo que llegue el día en el cual pueda otorgar ese puntaje a un vino, y luego a todos los que puedan venir. Que seguramente no serán perfectos, pero seguro serán vinos que, al menos para mi, hayan llegado a la cima. Pero soy paciente, pruebo y escucho, pruebo y miro, pruebo y pienso, pruebo y leo, pruebo y me pregunto. No tengo apuro, confío mucho en el vino argentino y en el rumbo que está tomando y en las personas que lo manejan. Ojalá esta avalancha de puntajes, optimistas en mi opinión pero respetables, produzca un efecto positivo y no que deje al descubierto a muchos vinos que hoy celebran haber saltado la barrera de los 90 puntos. Como un nuevo Pinot Noir de Neuquén, o un Malbec Premium de San Juan. Porque es cierto que el numerito sirve como guía para muchos consumidores alrededor del mundo, pero sabemos que cuando los puntajes pasan a formar parte del packaging (con estampillas sobre las etiquetas), o se convierten en el atributo de venta más utilizado, nuestros vinos deben codearse de igual a igual con sus pares del mundo con la misma calificación. Y ahí se ven los pingos. Cuando el consumidor vuelve por la segunda botella, pero ya no por los puntos, sino porque el vino le gustó.