Charla; a solas con el vino Fabricio Portelli 09/05/2020 Notas, Vinos Notas 1881 Muchos podrán pensar que estoy loco, pero en realidad estoy convencido. Y no hace falta tenerme piedad ni empatía a mi trabajo, sino simplemente predisposición para escuchar, al vino. Yo se que están los que no les importa nada el tema, los que apenas les interesa si tal o cual vino les gusta o no, y los que van un paso más allá preguntándose por qué un vino les gusta, y quizás ahí se dan cuenta que es por la variedad, por el enólogo, por el estilo, por la región, por la comida, por todo eso, o porque sí. En mi caso, desde que me acerqué profesionalmente al vino; allá por agosto de 1999; descubrí un mundo fascinante en aquella copa de degustación que me sirvió el sommelier del Club del Vino, en la mítica casona palermitana al mando de Cacho Vázquez. Pasaron más de veinte años y muchas cosas con el vino argentino. Y mi pasión y curiosidad fueron creciendo exponencialmente, gracias al auge de etiquetas y a las sucesivas revoluciones que se dieron en la industria desde fines del silgo pasado. Esa pasión y curiosidad es la que mueve, en mayor o menor medida, a todo consumidor, y si bien se trata siempre de disfrutar, para muchos también de descifrar, porque saben que, entendiendo al vino, el placer aumenta a cada descorche. Pero la clave del éxito para poder descifrar un vino no está en el paladar, ya que no es una cuestión de talento sino de dedicación. La práctica es fundamental, pero cuanta más atención se preste, más profundo será el análisis y más precisa la conclusión. En mi caso, hace tiempo que hablo con las copas de vino. Obvio que nadie se da cuenta porque son de esas conversaciones como las que se tienen con uno mismo, hablando y contestándose mentalmente. Y se que no soy el único, porque cuando se cruzan una copa de vino y un enófilo, siempre hay conexión. En ese momento, en el cual estoy a solas con un vino, por más que esté rodeado en medio de un evento, solo pienso en lo que siento, primero en nariz y luego en boca. Y si el vino me habla; léase tiene diferentes aromas y sabores, texturas y frescuras interesantes, y profundidades complejas; empiezo a preguntarme y preguntarle cosas, que obviamente yo respondo, o no. Irrumpen los recuerdos que involucran a ese vino, o a esa cepa, o a la región de donde proviene, o al personaje que lo elaboró. Como dije, la práctica es fundamental, pero más el poder recordar; por eso es mejor tener todo anotado. No hay que temer a la influencia de la etiqueta, porque saber de quién viene ayuda más a comprender el mensaje que encierra cada botella. Hay que dejar la degustación a ciegas para ciertas catas con objetivos precisos, mucho más técnicos que placenteros. El color dice, pero no tanto. Puede hablar de la edad de un vino, pero también puede confundir, ya que la evolución será directamente proporcional a las intenciones del enólogo y al método de vinificación. Con los aromas empieza la charla seria. Respirando al vino, como decía Brascó, se pueden apreciar no solo aromas, sino sensaciones. Están la intensidad, la nitidez, la densidad, y después cada uno va a encontrar solo perfumes que estén presentes tanto en el vino como en la memoria, porque sino es imposible detectarlos. Pero más difícil es descifrarlos. Y en la boca es donde la charla con el vino se pone jugosa. Porque no son solo sabores, son sensaciones completas, demasiado para un poco de líquido que ingresa y hace una pausa sobre la lengua. El movimiento y la calidez de la boca suelta los aromas, los taninos marcan su paso mientras la frescura potencia las demás sensaciones, y la fuerza alcohólica detrás sosteniendo todo. Ahí empieza la danza de sabores (aromas de boca + gustos básicos), los frutales, los florales, los herbales, los especiados, los maderizados, los terrosos, los vegetales, o los que sean. Y todos pueden hurgar dentro de cada familia, pero deben tener en cuenta que eso solo le sirve a uno, ya que el de al lado va a sentir diferentes descriptores. Y luego la profundidad del vino, sus caudalías o el tiempo que perduran, flotando en el paladar, todos sus atributos. Haciendo un paralelismo con una orquesta de cien músicos, un vino simple es aquel en el cual solo suena una guitarra, una flauta y un tambor. Mientras que en un vino complejo suenan todos los instrumentos a la vez, y en total armonía, tal que se pueden apreciar los sonidos y matices que cada uno aporta a la pieza musical, o mejor dicho al vino. En el medio, hay un sin fin de obras musicales, y de vinos. Por mi profesión suelo tomar nota de todos los vinos que degusto, por más que sea uno que conozca mucho, porque entiendo que cada copa brinda una experiencia diferente, y por ende me puede enseñar algo más. Y eso ayuda bastante, porque la memoria es traicionera. Esto explica por qué puedo mantener charlas interminables con los enólogos y agrónomos, porque compartimos la misma admiración y respeto por el vino, y sabemos (y sentimos) que hay vinos que te pueden llevar más allá. Claro que no es solo el vino el que influye sino el momento, el ámbito, la compañía, la comida, etc. Además, el vino sigue evolucionando en la botella, ganando distintos atributos. Es decir que las combinaciones de vinos y variables que tiñen los pensamientos y las sensaciones pueden ser infinitas. ¿Súper interesante no? Estoy convencido que todos los vinos hablan, el tema es que la mayoría dicen pocas cosas, y otros algunas, pero por suerte hay varios que dicen muchas. Un ejemplo sencillo es comparando dos varietales como Malbec con Cabernet Sauvignon, o Torrontés con Chardonnay. Mientras los primeros son charlatanes, y te cuentan todo o casi todo desde el primer sorbo, los otros te llevan de a poco, al principio casi se quedan callados, pero a medida que pasan tiempo en las copas, se sueltan. En todos los casos es muy fácil darse cuenta de qué tipo de vino se trata, aunque descifrarlo requiere de cierta predisposición. Sin dudas, esa es la mejor manera de entender a un vino, aunque solo sea para uno mismo. Sí, no hace falta hacer una cata técnica sino sentir al vino, pensarlo e intentar comprenderlo. Sabiendo que los gustos son tan personales como indiscutibles, pero entendiendo que las calidades sí se pueden analizar y objetivizar de alguna manera. Siempre con respeto y honestidad intelectual, porque en definitiva se trata de una apreciación personal donde la práctica y la metodología hacen la diferencia. Esto también es lo que justifica muchos precios, porque además de la calidad, también está el significado del vino, y la capacidad que tienen algunas botellas de hacerse ver como exclusivas, pretendidas por muchos más de los que pueden llegar a descorcharlas. Esto quiere decir que hay botellas que empiezan a hablar antes de llegar a las copas. Solo hay que animarse y tener confianza. El vino argentino hace lo suyo proponiendo cientos de etiquetas destacables en todos los segmentos de precio y calidad. Ahora, es tiempo que el consumidor aprecie más los vinos que puede llevar a su mesa y compartir con los suyos. Y estoy seguro que si hay conexión, no solo habrá más placer, sino que aparecerá el orgullo, porque solo el vino puede brindar tantas sensaciones a cada trago. 10 vinos para descorchar y hablar, largo y tendido Casa Petrini Roca Volcánica Malbec 2018 Puntos: 92 Casa Petrini Roca Volcánica Malbec 2018 DV Catena Domingo Vineyard Cabernet Sauvignon 2017 Puntos: 93 DV Catena Domingo Vineyard Cabernet Sauvignon 2017 Fabre Montmayou Grand Vin 2016 Puntos: 93 Fabre Montmayou Grand Vin 2016 Luigi Bosca Los Miradores Malbec 2017 Puntos: 93 Luigi Bosca Los Miradores Malbec 2017 Riccitelli Old Vines Semillón 2016 Puntos: 93,5 Riccitelli Old Vines Semillón 2016 Salentein Gran Valle de Uco 2015 Puntos: 93,5 Salentein Gran Valle de Uco 2015 Terrazas Grand Cabernet Sauvignon 2017 Puntos: 93,5 Terrazas Grand Cabernet Sauvignon 2017 Zuccardi The Amphora Project Malbec 2018 Puntos: 93,5 Zuccardi The Amphora Project Malbec 2018 Pionero Finca El Tomillo Gualtallary 2014 Puntos: 93,5 Pionero Finca El Tomillo Gualtallary 2014 (botella Magnum) PerSe La Craie 2016 Puntos: 96 PerSe La Craie 2016