Los nuevos enólogos argentinos Fabricio Portelli 18/07/2016 Notas, Vinos Notas 3619 La escena vínica de la Argentina vive una revolución tras otra desde fines de los 90´. Primero fue la renovación tecnológica de las bodegas, que permitieron equiparse al mismo nivel que las mejores bodegas del mundo. Luego, con el arribo del nuevo milenio llegaron las inversiones extranjeras. Bodegas internacionales y empresarios de distintos rubros compraron tierras, las plantaron y construyeron imponentes bodegas. Todo eso dio vida a los nuevos vinos argentinos. Una avalancha de nuevas marcas y etiquetas tradicionales relanzadas, a base de los varietales más de moda. Al tiempo que el concepto de terroir (suelo, clima, hombre) empezó a cobrar más fuerza. Esto provocó una incesante aparición de vinos nuevos, pero ya no sólo con foco en las cepas; ya sean varietales o blends; sino en un lugar especifico. Un viñedo con vides especiales, nuevas o viejas, en un entorno único y con características diferenciales. Porque si hay algo que no se puede emular en de un vino a otro, es el carácter que le da su procedencia, aunque no sea tan fácil llevarlo a la botella. Así, a la camada de enólogos tradicionales, se le sumaron los jóvenes. Todos ellos influenciados por los asesores internacionales de turno; más conocidos como flying-wine- makers; contratados para poder impactar en el mundo con los vinos argentinos. Hasta el año 2000, muy poco exportados. Pero se sabe que las nuevas generaciones vienen recargadas de información, y obviamente eso los hace más curiosos. Es cierto que parten de un lugar privilegiado, porque la base con la que cuentan en la viña y en la bodega es muy importante. Sin embargo, son estos jóvenes los que quieren llevar la vara más alta, y lograr que el vino argentino sea reconocido por sus propios méritos como un gran vino. Es cierto que hay claves que explican el éxito actual del vino argentino. Malbec, la uva insignia;, o Valle de Uco, el terruño más promisorio, por citar dos de las principales razones. Pero está claro, al menos en esta etapa de renacimiento, que de no ser por los personajes, el vino argentino no gozaría de este presente. Y mucho menos, tendría el potencial de convertirse en uno de los mejores vinos del mundo. Los jóvenes protagonistas Hay muchos nombres en escena. Algunos ya consagrados, como Alejandro Vigil (Catena Zapata El Enemigo), Marcelo Pelleriti (Monteviejo) y Matías Michelini (Passionate Wine); reconocidos como los referentes de las nuevas generaciones de agrónomos y enólogos. Quienes a su vez se apoyaron en maestros como Roberto de la Mota (Mendel), José Galante (Salentein) o Jorge Riccitelli (Norton), por nombrar algunos. Por suerte, hay una gran cantidad de jóvenes que han invadido todas las zonas vitivinícolas para bien del vino y las bodegas. Algunos de ellos, en pocos años, ya lograron consagrarse y ganar el reconocimiento de sus colegas mayores. Pero lo que es más importante, el de los consumidores que compran y disfrutan sus vinos. Silvia Violeta Corti Enóloga Bodega Argento Silvia siempre supo que su vida laboral transcurriría en una bodega. Por eso fue al Liceo Agrícola y Enológico, y luego a la universidad donde años más tarde se recibiría de Ingeniera Agrónoma, para poder hacer vinos pero conociendo todo el proceso desde el viñedo. Pero su sed de estudio no se apagó y también se recibió de Magister Scientiae en Viticultura y Enología en Montpellier, Francia. Es evidente que la finca de su abuela paterna en Agrelo la marcó de por vida. Allí, entre las hileras de Malbec, creció y aprendió a hacer vino asistiendo a su tío, el productor de vino casero de la familia. Emocionada recuerda, “me inspiró esa viña que era hermosa, y que servía para unir a toda mi familia”. Trabajo en algunas de las bodegas más grandes (Flichman y Esmeralda), y desde el primer día es la responsable de los vinos de Argento. Esta marca era fruto de un emprendimiento de Catena para elaborar vinos exclusivos para el Reino Unido y los Estados Unidos; a base de Malbec. Con el tiempo Argento Wine Company se separa de la prestigiosa bodega Argentina, y hace un par de años fue adquirida por el empresario petrolero Alejandro Bulgheroni con la firme intensión de convertirla en una de las bodegas referentes de la Argentina. Y a pesar de las transiciones, Silvia fue siempre la madre de Argento. Desde 2004 trabaja haciendo los vinos de Argento, un proyecto que empezó como pequeño y que con los años sumó nuevas líneas (Tarquino, AG47, Esquinas, Argento Reserva, Argento Selección) y otras variedades. El éxito convirtió a Argento en el Malbec vendido en dichos mercados, y los volúmenes se potenciaron. La enólogo afirma que “el foco fue siempre que Argento fuera una marca que no defraudara al consumidor, hemos hecho siempre vinos que gustan por su expresión frutal y el desafío a lo largo de tantos años y tantas empresas ha sido no cambiar nunca el estilo de estos vinos”. Está segura de haber velado por sus consumidores para que nunca fueran defraudados y pudieran disfrutar la calidad y el estilo que siempre les ha ofrecido. Tantos años conquistando mercados con el Malbec, dieron vida a un amor incondicional. Hoy, trabaja en los primeros vinos de alta gama de la bodega, y su terruño elegido es Altamira, aunque Lunlunta le parece muy expresivo. Se entusiasma con esta posibilidad que le regaló el destino y que tanto buscó, para hacer vinos de terroir y en bodega propia, respetando siempre la expresión frutal característica de Argento. Silvia anhela en un corto plazo lograr una real expresión del terruño, donde la concentración natural que otorga Altamira conviva con la fineza de los aromas del Malbec, acompañada por una crianza delicada. Y su misión es tan simple como contundente: “hacer feliz a las personas que consumen los vinos que hago”. Rogelio Leandro Rabino, Ingeniero Agrónomo. Enólogo y Viticultor de Kaiken Este mendocino de 32 años, supo desde pequeño que el contacto con la naturaleza y trabajar con organismos vivos, bien lejos de la monotonía, era su pasión. Inspirado primero por su hermano mayor, quien desde los 18 años se desempeña en una de las bodegas más importantes, y por su cuñada, enóloga con bodega boutique propia. Pero hubo dos personas que confiaron en su pasión vínica. Matáis Michelini primero y Aurelio Montes (h) con quien traja hoy codo a codo. Antes de llegar a Kaiken, estuvo en Finca Sophenia, su trampolín. Allí empezó apenas con cuatro meses de recibido para secundar a Michelini quien en 2010 le dejaría la posta para emprender su proyecto personal. Allí logró lanzamos al mercado más de 15 etiquetas nuevas entre las que se destacan: un Syrah, un Bonarda, un cosecha tardía, un Viognier, un espumante Charmat uno Champenoise, un Cabernet Sauvignon y un algunos blends. Aurelio Montes (h) estaba en busca de alguien que compartiera su misma visión del terroir. Siendo el hijo de uno de los máximos referentes vitivinícolas de Chile, la misión no era fácil. Conoció a Rogelio en Enero de 2014, y a los pocos días comenzaron a trabajar con el objetivo de dar un impulso a nuevos terroir a través de nuevos vinos. Así nacen el Terroir Series Sauvignon Blanc y el flamante Cabernet Franc. Para sus vinos reconoce que “hay un terroir que ya conocía mucho que es Gualtallary y me parece increíble, pero también me ha sorprendido mucho Altamira”. También, está enfocado en buscar nuevas variedades que se adapten a distintos terroir, como Pinot Gris, Ancellotta, Merlot y Bonarda, además de profundizar los conocimientos en Biodinamia. Apasionado de los vinos blancos, Rogelio se define como un “enólogo de zapatos de seguridad; es decir de bajo perfil y que prefiere el trabajo dentro de la bodega a figurar en revistas”. Tiene un gran delante. Embotellar su pasión para demostrarle a los Montes (padre e hijo) que el también puede ser profeta en su tierra como ellos. Fernando Buscema Chief Winemaker de Bodegas CARO SA y Director Ejecutivo del Catena Institute of Wine. El primer indicio de Fernando (33) que quería ser enólogo fue a su 5 años. Cuando su abuelo materno (tercera generación familiar de viticultores y productores) no podía tomar vino tinto por cuestiones de salud, y se las rebuscaba pidiendo su “postre” especial; vino con soda con pedacitos de manzana. En realidad, él se tomaba el vino sodeado y le daba la manzana a su nieto sentad en sus rodillas. Así creció, admirado por su abuelo y su pasión por el cultivo de la vid. Lamentablemente don Pedro, ya no estaba cuando en 2005 Fernando se recibió de Licenciado en Enología de la Facultad Don Bosco. Sus estudios continuaron en 2010 con un Master en Viticultura y Enología en la University of California, Davis. En sus primeros años trabajó desde operario a enólogo asistente, en la bodega de su familia. También, viajó a Italia en una cooperativa cerca de Venecia. Allí, el profesor Beto Richardi lo invitó a trabajar en su laboratorio de investigación. Y fue en 2005, que José Pepe Galante, le ofreció sumarse al equipo de Catena Zapata. Rápidamente pasó a ser Director de Investigación y Desarrollo de la familia Catena, reemplazando a Ale Vigil en ese puesto. Y desde 2012 se sumó a Caro (joint venture entre Catena Zapata y Domaines Barons de Rothschild) como Director Técnico. El joven enólogo reconoce que “esta función es muy francesa en su definición, ya que tengo que ver todo el proceso; desde la selección de uva hasta el envío de los vinos al mercado”. Trabajar con un socio como Chateau Lafite te hace replantearte muchas cosas y aprender un montón, dice y confiesa “hoy hago menos macanas”. Fundamentalmente, hoy se siente mucho más confiado para definir los blends; un arte que empieza en el viñedo. Y dice, “si no seleccionaste bien tus uvas, estás muerto”. “Podes arreglarla un poco, pero no vas a lograr el vino más elegante de Argentina”, que es su ambición con Caro. Amante de los grandes desafíos, tiene un sueño. Lograr una influencia parecida a la de Ferrán Adrià en la cocina. Él logró poner la ciencia al servicio de la comida, Fernando quiere lograr poner la ciencia al servicio del vino. Sebastián Zuccardi Director enológico Familia Zuccardi Con la tranquilidad de tener claro sus objetivos y de ser parte de la familia propietaria de la bodega, el joven Sebastián (34) se embarcó en 2005 en su aventura vínica. Tercera generación, su desafío pasaba por aportar su visión y mejorar los vinos de su familia. Trabajador incansable, vendimió dos veces al año desde entonces, una en Mendoza y otra en el Viejo Mundo. Allí fue donde aprendió que el vino nacía en el viñedo. Y al volver, notó que se sabía muy poco de lo que no se veía de la planta; el suelo. Y fueron sus estudios de suelos y formaciones geológicas las que dieron paso a la compra de diversas fincas; todas en el Alto Valle de Uco. Hoy, apenas diez años después de su irrupción, Familia Zuccardi está culminando una impactante bodega en Altamira, le nueva meca del Malbec. Una bodega de vanguardia toda con piletas de cemento de diversas formas (ánforas, huevos, etc.), porque asegura que el concreto es más noble. “El futuro del vino argentino no está en el Malbec, el Bonarda o el Torrontés”, desafía. Sino en lograr vinos únicos a partir de lugares únicos. Hoy, los Aluvional (Altamira, La Consulta, Gualtallary), los Finca (Piedra Infinita, Canal Uco, Membrillo) o los Polígono, son algunos de los vinos mejores puntuados del país. Algo soñado hace apenas cinco años en la bodega. Pero su idea no es sólo crear grandes vinos, sino aportar lo suyo para seguir haciendo historia con la bodega que su abuelo fundara a mediado de los 60´. Por eso todos los Santa Julia Reserva ya se elaboran con uvas del valle de Uco. Además, viene aportando su talento para llevar a otro nivel los vinos ya consagrados de la familia (Emma, Tito, Q y Z). Sebastián ha comenzado una revolución, y es muy consciente que todavía falta mucho camino por recorrer. Pero de sus vinos, ya habla todo el mundo. Hay muchos más jóvenes enólogos nacidos en los ochenta haciendo de las suyas, y que son la inspiración de la generación que viene. Como Juan Pablo Michelini, el menor de los hermanos del vino más famosos del país. Quién desde Zorzal, en Gualtallary, da rienda suelta a su imaginación, desafiando los límites del Valle de Uco. Allí crear vinos hechos en huevos de cemento (Eggo), blancos de texturas novedosas (de Tiza, de Cal) y tintos de acideces filosas. Entre todos, están escribiendo una nueva página dela historia del vino argentino, que en los últimos quince años, avanzó más que en los anteriores doscientos. Nota publicada en Revista GQ Latam