Los tres; para nada chiflados; del vino Fabricio Portelli 13/11/2015 Notas, Vinos Notas 2024 No hay duda que los hermanos Michelini son muy creativos. Y si bien se apoyan unos a otros, incluyendo a otros integrantes de la familia, al momento de inspirarse sus fuentes se multiplican. Pero hay algo más que explica su alto nivel de creatividad en cada vino que presentan. Ellos saben que la curiosidad mata al sommelier, y por ese lado los han conquistado a todos. Una estrategia muy efectiva si los recursos son escasos, pero la pasión y las ideas abundan. Matías es el más reconocido por su trayectoria, y el que lidera el rumbo enológico. Por suerte, tanto Gerardo; de la mano de su mujer enóloga (Andrea Muffato); como Juan Pablo; el menor de los Michelini; suelen no hacerle caso en todo. Por eso en Zorzal Wines, él se dedica más a asesorar en vitivinicultura, mientras Juampi hace los vinos a su gusto y piaccere. Algo que queda muy claro en el Eggo Franco 2014 ($265). Un puro Cabernet Franc de Gualtallary con esa tipicidad moderna que habla de la uva, pero más del lugar. Juan Pablo vaticina que el 2015 es muy superior, no sólo porque nació su cuarto hijo (seguramente la mejor fuente de inspiración), sino porque ha logrado una textura más pulida y un carácter vegetal más delicado. Otro vino de su autoría y que acaba de llegar al mercado es el Eggo Blanc de Cal 2014 ($265); un puro Sauvignon Blanc pero con más volumen que los reconocidos Agua de Roca de su hermano Matías; al que muchos denominan Mr. Sauvignon Blanc. Lo de Gerardo, el mayor de los tres, es igual de curioso. Porque junto a su mujer (y ahora con su hijo también), da vida a vinos con estilo y personalidad propia. Inspirados en la música, el lugar, y sobre todo las ganas de tomar vino. Eso se percibe plenamente en los Ji Ji Ji. El flamante blanco 2015 ($140), a base de Chenin Blanc, aterrizó con una impronta que sólo los sommeliers van a poder defender en la mesa. No porque el vino no sea atractivo, sino porque sus atributos no son tan simples de abordar. Su aspecto es nublado, y si bien es cierto que no pasa nada ni cambia nada en boca, a muchos les cuesta confiar en que las apariencias engañan, cuando de llevarse la copa a la boca se trata. El vino es muy agudo, algo punzante y no tan expresivo como su antecesor. En este, todo pasa por la textura. Seguro que en la botella se irá acomodando, y sumará adeptos. Con las mollejas de Don Julio quedó genial, porque un sorbito era suficiente para limpiar el paladar y seguir. Su par tinto, es mucho más amable, pero siempre recorriendo el libreto de la frescura. Blend de Pinot Noir y Malbec; ágil, franco, vivaz y de sabores tenues pero muy agradables. Ideal para tomar frío. Pero a Gerardo y su mujer también les gustan los vinos más consistentes de cuerpo. Por ese deben haber creado Crua Chan 2014 ($310). Un puro Malbec de Altamira con expresión salvaje y un paso por boca muy recordable. Sin embargo, el que ha inspirado a todo el clan Michelini es Matías, quien dejó atrás uno de sus primeros vinos solistas; Malbon. Pero no porque no lo elabore más, ya que acaba de presentar el 2012. Sino porque se trata de otro estilo de vinos, muy diferente a todos los otros Michelinis, incluyendo los suyos. El Malbon 2012 ($700) es también, como sus dos antecesores, una cofermentación en barricas de Malbec y Bonarda; y a este se le suma un touch (4%) de Cabernet Franc. Un tinto con cuerpo, volumen, madurez de fruta y buena presencia de madera. Pero hace varios años, su carrera empezó también con un blanco muy raro, que quedó durmiendo en un frigorífico; hasta ahora. El @MIcheliniWine Blanco 2009 ($215), una combinación de Sauvignon Blanc (sí, la misma uva del Agua de Roca) con Semillón (sí, la misma uva del Hulk), con un poco de un viejo Torrontés de parral tupungatino. Es raro en sus perfumes y con una acidez bien sostenida. Producto de una búsqueda por conocer los límites enológicos de las variedades blancas del lugar. Pero las rarezas blancas del Michelini más creativo (el menos enológicamente hablando) no terminan acá. Porque presentó el Vía Revolucionaria Torrontés Brutal 2014 ($235). Un vino naranja que nació en 2011 y le ha dado muchas satisfacciones. Tanto que se vienen un par de nuevos vinos naranjas (blancos fermentados con sus hollejos), un Sauvignon Blanc (¿Agua de Roca naranja?) y un Gewurztraminer, que ya les hace agua la boca a los sommeliers. Un blanco muy curioso y, como lo indica su nombre, revolucionario. Pero hay mucho más para contar. Lo que viene, lo que viene, será de Clima Límite, un pequeño viñedo en las mayores alturas de Tupungato (distrito La Guerrera), todo con vides viejas trasplantadas. Pero se sabe que a Matías los límites no lo detienen. Por eso presentó también Saltallary, un Sauvignon Blanc mitad del Tacuil (Salta) y mitad de su Agua de Roca, oriundo de Gualtallary. Distinto y con personalidad. Pero hay algo que por estos tiempos tiene a los tres hermanos más entretenidos, y que ya está en boca de todos los sommeliers; Súper Uco. No es un súper héroe, sino los vinos de la flamante bodega que comparten junto al empresario Daniel Samartino. De allí provienen el Granito (al parecer el que más lejos llega), el Coluvio y el Calcáreo. Todos Malbec, pero cada uno de ellos de parcelas específicas y de terruños distintos: Gualtallary, Chacayes y Altamira. En general los Michelini Bros suelen hacer todos vinos de muy pocas partidas; no obstante muchos de ellos ostentan una buena relación calidad precio. Queda claro que lo de ellos no va a ser la comunicación masiva, sino el marketing de guerrilla. Todos los días tienen que bajar al campo de batalla y, cual políticos, convencer a los vecinos con sus vinos. Encontraron a los aliados perfecto: los sommeliers. Quienes ven en sus raros vinos nuevos, bebidas mucho más gastronómicas. Y es cierto que casi ninguno abusa de concentraciones ni pesos en boca, y que se destacan por ser refrescantes y de paso ágil. Y que muchas veces estas características se amalgaman muy bien con muchas comidas. Pero también hay que entender que no todos los consumidores tienen ganas de experimentar sensaciones nuevas todo el tiempo mientras disfrutan de una comida. Y, por otro lado, que para recordar una historia se necesita más continuidad que innovación. Sin olvidar que originalidad no es sinónimo de calidad. Reconozco que el aporte de estos tres; para nada chiflados; del vino argentino es muy importante. Porque salen de la monotonía constantemente; explorando y desafiando, y sacudiendo el tablero. Quizás muchos no lleguen a convertirse en vinos de línea, pero seguramente algo le habrán aportado a su imaginación, en beneficio de todos los enófilos. Por eso celebro cada vez que los Michelini tienen algo nuevo para compartir, sin importar lo que había. Ellos viven el presente desafiando el futuro, y me permiten siempre abrir el paladar a lo nuevo.