La cocina italiana suele no ser novedosa para los porteños, ya que la mayoría tenemos antepasados oriundos de dicho país. Y los que no, viven comiendo muchas especialidades importadas de allí, que fueron adaptadas al paladar local, con el correr de los años.

Pero cuando si mangia benne en serio, sí es novedad; y de las más ricas. Por eso visitar La Locanda, para los que gustan de la buena comida, es una experiencia muy gratificante.

En un pequeño local escondido de Recoleta (José León Pagano 2697, a la vuelta del ACA Libertador), el cocinero Daniele Pinna se luce, se divierte, y hace sentir a los comensales como en casa. Bien a lo italiano; porque si hay gente que quiere dar de comer y que se disfrute en la mesa todo el tiempo, sin dudas son los italianos. Por eso, apenas uno se sienta, puede pedir algún “antipasiti” mientras va eligiendo plato y, sobre todo, vino. Las Albóndigas de bondiola y dulce de tomates, el Mil hojas de berenjenas , queso Parmesano y salsa de tomates frescos, o las Bolitas de risotto al ragú de carne y mozzarella, son imperdibles. También se le puede hacer honor a la tierra natal del chef, y empezar por el típico antipasto sardo; plato de Jamón crudo, salamín y quesos italianos. Pero esas son sólo algunas opciones de la terra. Porque del mare se pueden pedir la Ensalada de langostinos con mayonesa de páprika, ostras en distintas presentaciones, caviar y hasta pulpo.

Seguro que mientras se mira alrededor del pequeño salón (aunque también hay lindas mesas afuera y bastante tranquilas a pesar de la zona), y se observan los productos italianos, exhibidos como si fuese un almacén, los cuadros y algunos elementos vintages, llegarán estas delicias para empezar a picar y pensar mejor qué comer. La elección no será fácil, sobre todo porque la cava y la gran cantidad de vinos a la vista potencia el desafío. Ahí se dividirán las aguas entre quienes prefieren ver primero e plato y elegir en base a ello el vino o al revés. Y se complica lindo porque Daniele tiene una cava de vinos italianos como pocas en el país. Viajante y coleccionista, pero sobre todo amante y apasionado de su tierra, suele tener una diversidad sólo vista en buenos restaurantes italianos de… Italia.

Hay Brunellos, Barolos y Chiantis para todos los gustos. También spumantis. Pero es tentador dejarse llevar para empezar por un vero aperitivo con Averna. Obviamente también hay mucho vino argentino en la extensa carta del lugar; incluso hay muchos vinos de cosechas guardadas a precios impactantes (por ejemplo Felipe Rutina 1996 a $13.500). A esto se le suman etiquetas de las regiones más prestigiosas de España y Francia. Es decir que opciones sobran para maridar de lujo con cualquiera de los platos elegidos.

La especialidad de la casa son (obviamente) las pastas, secas o rellenas. Pedir Ravioli Lunghi alo Straccio  (pasta rellena de ricota, mozzarella y gorgonzola gratinado), y acompañarlo con un Chianti joven. O Gnocchetti a Ghisadu (pasta sarda pequeña y ragú de cordero) con un delicado Malbec, son opciones tan tentadoras como efectivas. Pero si las preferencias van por el mar, s puede optar por algún blanco para acompañar  los Spaghetti Gamberi e Ruchetta (pasta con langostinos y rúcula), o los Spaghetti Bottarga (pasta con caviar de lisa de Oristano, de Cerdeña). Ambas, son elecciones más que acertadas. Hay mucho más para elegir en La Locando; risottos, y varios platos con frutos de mar o a base de carne. Los postres también llevan el selló itálico, con muchas reminiscencias de la mamma; como el Tiramisú bien casero o la Panna Cotta de Nutella. Y los helados también son fatto in casa.

El lugar es acogedor, sin dudas. Pero la cocina es contundente. Por eso, más que un lugar recomendado para salidas románticas, es un restaurante para ir a comer muy bien. Es un ámbito muy amigable, donde el anfitrión saluda a las damas como todo un caballero (besando su mano derecha) al acercarse a las mesas, y está atento a que todo el mundo mangie benne. No hay tanto lugar para las familias numerosas, pero es ideal para disfrutar con los suyos. Pero también con esos amigos que disfrutan de cada bocado y de cada sorbo de vino, y que brindan sin parar a lo largo de la comida. Porque saben que comer bien; además de una bendición; es un placer y una celebración para los sentidos.

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