Fotos: Ana Carolina Donaire Desde siempre, las zona tradicionales vitivinícolas fueron Mendoza y San Juan, junto con La Rioja, Salta y el Alto Valle de Río Negro. Pero se sabe que en los últimos veinte años, el mapa se agrandó. A la Patagonia se le sumó Chubut (aún en etapa experimental), Neuquén con San Patricio del Chañar y sus grandes bodegas a la cabeza, y hasta La Pampa se animó con los vinos de Bodega Del Desierto, en las puertas de la gran estepa. También Catamarca, San Luis, Tucumán y Jujuy, se sumaron a Córdoba (de gran auge) y Buenos Aires. Pero al tiempo que Mendoza se catapultó de la mano del Valle de Uco, San Juan se quedó bastante; Salta recuperó en los últimos dos años el impulso de principios de siglo gracias al éxito internacional del Torrontés y sus viñedos de excepción. Y La Rioja sigue en su misma postura, a pesar de la fama que adquirió su hijo cínico pródigo. (ver https://www.fabricioportelli.com/2014/12/03/torrontes-riojasi/). Es muy interesante los movimientos en el mundo del vino cuando una variedad se pone de moda; le pasó al Syrah, luego al Torrontés, al Bonarda, y hoy al Cabernet Franc, o también un estilo; cómo los límites del vino se desafían. Supongo que todos con buenas intensiones, pero en la mayoría de los casos se quedan sólo en las pretensiones. Por ejemplo, el Valle de Uco es un terruño de excepción y que está dando muchos de los mejores vinos argentinos en la actualidad (más allá del Malbec). Sin embargo, ello no implica que los que ya estaban no se luzcan. Hoy, terruños tradicionales como Agrelo, Perdriel, Las Compuertas o Vistalba, demuestran estar a la altura. Pero para que todo ello suceda, la industria tiene que estar alineada. Es como un club de fútbol, en el que si dirigentes, cuerpo técnico y jugadores no están en sintonía, los campeonatos no llegan. En Mendoza, las bodegas (dirigentes), los enólogos (cuerpo técnico) y los vinos (los jugadores) apuntan al mismo objetivo. Así de simple, aunque ello demande tantos esfuerzos. Pero esa es la receta para alcanzar el éxito, más allá de las complicaciones puntuales de cada empresa para comercializar sus vinos en el mundo que nos toca. En este contexto fui invitado a La Rioja, junto a un grupo de colegas, con la premisa de entender qué estaba pasando con los vinos allá y más aún, poder dimensionar el verdadero potencial de los vinos que tanto orgullo le dan a los riojanos. Untitled-46   Los terruños El intenso recorrido se inició en la capital y nos llevó por todas las zonas vitivinícolas de la provincia a lo largo de cuatro días. Primero bordeamos el Cerro del Velazco, una cadena montañosa que básicamente separa a la capital provincial de Chilecito, la segunda ciudad y cuna de la mayoría del Torrontés riojano. El camino no es cualquier camino, rebautizado como la Costa Riojana (por serpentear el cerro por los costados), su atractivo natural se va interrumpiendo con pequeños parajes, muchos de ellos dedicados al vino. Las Peñas, Agua Blanca, Aminga, Anillaco y Los Molinos, entre otros. Justamente aquí, participé de la presentación del Concurso Evilar 2014 (Evaluación de los vinos de La Rioja). En esta pequeña población hay un anfiteatro/cine y un bar/restaurante comandado por una sommelier profesional (Rosy Braile), con quien tuve la suerte de trabajar varios años. Fue ella la coordinadora local de la evaluación vínica orientada a la tipificación por terruños en distintas oportunidades y lugares durante el viaje. Esta primera reunión social, con algunos productores de la zona, me sirvió para ir adentrándome en la actualidad del vino riojano, clasificado en tres categorías muy bien definidas: casero, artesanal y bodegas. Esa noche degusté vinos de todo tipo y conocí a varios hacedores. Su orgullo riojano y empuje me convenció del potencial de la provincia. Uno de los que más me llamó la atención fue el joven Gustavo Ottavini (29), quien lamentablemente falleció en un accidente de tránsito el pasado enero. Su ímpetu, humildad y sobre todo sus Torrontés y Bonarda diferentes son una pauta certera de lo que puede pasar allí si se apuesta por la calidad y se confía en el terruño.

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Gustavo Ottaviani (29) – QPD

Luego visitamos Chilecito y sus inmensos valles plagados de Torrontés Riojano. Degustamos en bodega los vinos de Valle La Puerta y de su wine maker Javier Collovati, elaborados en otro rincón de los Valles de Famatina; Sañogasta. No pasamos por la gran Cooperativa La Riojana, la empresa que agrupa a la mayor cantidad de productores de la zona, pero si degustamos todos sus vinos. Y de ahí a Chañarmuyo, quizás el valle vitícola más promisorio de la provincia, a seguir degustando vinos de la zona en la impactante bodega Paimán. Allí recorrimos los viñedos a 1700msnm y custodiados de cerca por altos cerros que le dan un marco imponente.

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Bodega y Viñedos Paimán, Chañarmuyo

Julio Alarcón (Ing. Agrónomo) ha plantado esas 85has hace sólo quince años y destaca el Tannat, al tiempo que reconoce que el Torrontés es la gran deuda de la casa. La ventana de cosecha es muy corta por o que el trabajo en la finca debe ser muy preciso. Luis Barraud (uno de los propietarios de Viña Cobos) es el asesor de la casa.

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Julio Alarcón – Ing. Agrónomo Bodega Paimán

La próxima parada fue cruzando toda la provincia hasta Villa Unión. Allí, en el hotel Pircas Negras, pudimos degustar vinos de los demás terruños: Anguinan y Valle del Bermejo, entre otros. Regresamos a la capital riojana donde nos esperaba la cata de más de un centenar de vinos inscriptos en Evilar 2014 Orgullo Riojano.

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Silvio Salvadores y José Turbay – Ministerio de Producción y Desarrollo

Los vinos riojanos Si bien destaco el trabajo que hacen las autoridades en apoyar a los pequeños productores y asistirlos, las diferencias entre vinos caseros, vinos artesanales y los de las bodegas son notorias. Algunos caseros me han sorprendido gratamente (Cepas de Pituil, Horacio & Eduardo Castro, Doña Emilia, Don Salamanca, etc.), aunque veo difícil disfrutarlos fuera de su contexto y sin conocer personalmente el esfuerzo que significa, la generosidad y la honestidad de sus hacedores. Realmente en la categoría artesanal hay varios nombres para agendarse, difíciles de conseguir fuera de la provincia, pero sin dudas vinos que merecen ser compartidos más allá de sus fronteras. Casa India, por ejemplo, un emprendimiento en un rincón de ensueño, tan humilde como humano. Allí, héroes anónimos (ver http://blogs.infobae.com/vinos/2014/11/27/el-vino-que-no-miramos/) como Silvio Salvadores y su esposa Sonia hacen lo que pueden para mantener la tradición familiar. Porque los recursos son escasos y las necesidades técnicas para dar el salto cualitativo son muy importantes. No obstante han dejado atrás su etapa de vino casero (alrededor de 5000 unidades) y hoy han ampliado sus instalaciones y evolucionado en la calidad de sus uvas y sus vinos, y se han ganado la categoría de artesanal (alrededor de 12.000 botellas/año).

Bodega y viñedos Casa India

Bodega y viñedos Casa India

Otros vinos artesanales con pretensiones de competir con los de las bodegas son Los Navarro, Vinos de Aicuña y Parrales de Chilecito, entre otros. Pero sin dudas, esta iniciativa del Ministerio de Agricultura de la provincia, ideada y comandada por José Turbay, tiene como objetivo volver a poner a La Rioja vitivinícola en el lugar que le corresponde, y eso debe ser de la mano de los vinos de las bodegas. Hay etiquetas para entusiasmarse, también terruños y cepas. Se nota que hay cultura e historia, pero que aún falta definición de carácter. Eso queda en evidencia en los vinos más importantes, porque es en ellos donde la madera gana la partida. El secreto hoy está en el carácter de los vinos jóvenes, sobre todo en los Torrontés y los Bonarda, y en poder mantener ese espíritu más salvaje que demostraron los vinos más atrevidos de la zona (Febrero Riojano, Paimán y Colovatti). También el Tannat y el Viognier se perfilan como buenos exponentes de la zona. Untitled-43   El verdadero potencial Luego de conocer los lugares y la gente e interiorizarme de las características climáticas, queda claro el potencial de los terruños riojanos. Allí hay historia y cultura, fundamental para hacer posible un renacimiento. Porque a partir de ahí, y con una visión actual, se puede sacar a relucir el auténtico carácter riojano. Y para ello el principal exponente debería ser quien hoy lidera la producción: el Torrontés. No por casualidad se denomina Torrontés Riojano. En lugar de compartirlo con otras provincias por comodidad comercial, deben mostrarlo al mundo como de quien viene, haciendo los esfuerzos necesarios para dar a conocer su origen. Aquí viene al caso la comparación (odiosa como todas) con el de Cafayate y alrededores. El Torrontés en La Rioja se muestra más salvaje, no tan alimonado ni con final amarguito. Es muy interesante su carácter floral, con sus perfumes no tan prolijos pero si equilibrados. Esta debería ser la bandera vínica de la provincia en todas sus versiones; blanco joven, blanco de guarda, blends (blancos o tintos – con Syrah queda muy bien), dulces naturales, cosecha tardía, espumantes y hasta frizantes. Ellos deberían ser los líderes y marcar el rumbo, ellos deberían ser los únicos autorizados a exponer en las etiquetas el nombre completo de la variedad (Torrontés Riojano), y así marcar la diferencia desde el vamos con sus competidores connacionales. Pero hace falta más masa crítica. La Riojana tiene viñas, estudios y hasta una levadura inoculada por el Dr. Rodolfo Griguol, específica para fermentar la variedad. Deben aprovechar el auge de nuestro único cepaje autóctono en el mundo y producir muchos más. No debería haber bodega en La Rioja sin su Torrontés. El Bonarda es el otro vino con el cual pueden hacer diferencia. Porque madura bien y con frescura, y sus notas vegetales no sobrepasan nunca el carácter de frutas rojas. Ahí se puede avanzar con tintos jóvenes, rosados y espumantes livianos. Con las variedades clásicas (Malbec, Cabernet Sauvignon, Syrah, Chardonnay, etc.) está más complicado porque es donde más masa crítica de la competencia hay. Y es en estos vinos donde queda en evidencia que falta más conocimiento del terruño, ya que hoy se apoyan mucho más en la madera que en la fuerza de la fruta. Algo que en los cepajes alternativos no se nota tanto, y por ende se destacan entre toda la oferta nacional. El Tannat de Chañarmuyo promete ser cosa seria, también hay intentos pretenciosos con el Petit Verdot (Nina) con buenos resultados y el Viognier empieza a asomar como alternativa blanca local al Torrontés. Otro aspecto a destacar es la excelente relación calidad-precio de los vinos jóvenes riojanos. Y lo bien que se lucen acompañando el cabrito en sus diversas preparaciones, el maridaje regional por excelencia. Si han surgido terruños de la nada, y han revivido algunas zonas olvidadas, cómo no va a poder La Rioja renacer de la mano de sus 1200 productores (de los cuales 1000 son pequeños), y recuperar un lugar en el podio vitícola nacional.

Sommelier profesional radicada en Los Molinos, La Rioja

Sommelier profesional radicada en Los Molinos, La Rioja

Algunas etiquetas para conocer

Torrontés:

Febrero Riojano Torrontés 2014

Buen músculo, equilibrado y agradable aunque no tan fragante. Para nada rústico pero tiene un toque salvaje, no es jabonoso, ni alimonado, sí floral dulce.

La Puerta Torrontés 2014

Fresco, buen cuerpo, no es exuberante. Con toque almidonado y buen carácter, con dejos finales muy leves vegetales tapados por la amabilidad de la fruta tropical (ananá). Agradable y simple con contundencia. Se deja tomar muy bien, es interesante su equilibrio entre peso y frescura, no es profundo. Es una rusticidad armónica y muy diferente al de Cafayate.

Collovati Torrontés 2013, Famatina

Buena tipicidad y diferente al de Cafayate. Buen cuerpo, algo almidonado, con toques comerciales y no tan voluptuoso, pero con cierta personalidad. No muy profundo, pero persistente, vivaz y refrescante

Bonarda:

Febrero Riojano Bonarda 2013

Buena tipicidad, se toma fresco, con buen ímpetu frutal aunque no muy profundo. Se nota que es un Bonarda fluido y con intensidad, listo para beber.

Tannat:

Paiman Reserva Tannat 2011, Valle de Chañarmuyo

Agradable fluidez y frescura. La expresión de la fruta no es tan nítida y compite con la madera sin que esta sea invasiva. Los taninos son algo firmes, hay cierta madurez y la potencia del vino bien equilibrada.

Malbec:

Collovati Malbec 2010, Sañogasta

Aromas con intención y equilibrio, algo cálidos y de fruta madura, con dejos vegetales. Buen volumen, con taninos incipientes, franco, no muy profundo, buena especia fresca y vivaz, mantiene taninos firmes. Agradable y con carácter, está para tomar.

Espumantes:

Colovatti Extra Brut Armónico y refrescante blend de Chardonnay Viognier, con burbujas persistentes y sabores bien marcados. Se nota que está pensado para beber joven y resulta muy agradable, limpio y persistente en el paladar. Untitled-48

Sobre El Autor

Hace 22 años degusté un vino por primera vez y supe que querría hacer de mi vida profesional. Compartir mi pasión; por eso me dediqué a comunicar el vino. Más de 30.000 vinos degustados y 20.000 publicados, más de 100 revistas editadas y miles de notas. Siete años en TV, cuatro en radio y seis en la web. Más de 20 exposiciones de vino organizadas y más de 30 concursos internacionales como jurado, además de muchos viajes a zonas vitivinícolas del mundo. Todo esto, simplemente me ayuda a conocer más, para poder compartirlo mejor.