Paradójicamente, el último integrante de la línea Doña Paula Altitude Series proviene del viñedo más tradicional y antiguo de la bodega, pero es distinto a lo que se hacía. Porque el blend 969 nace en El Alto en Ugarteche, una finca de suelos franco arcillosos, combinando Petit Verdot con Bonarda, y un toque de Malbec. “Las variedades fueron elegidas para expresar el terroir, ya que en bodega es muy poco lo que se puede aportar en ese sentido”, relata Andrea. Este es criado en huevos de cemento, mientras los otros dos si pasan por barricas francesas, y además es un vino del año. “Esto se debe a que los suelos influyen en los polifenoles, y como en Luján de Cuyo, a igualdad de concentración de taninos que en el Valle de Uco, son más amables, más redondos y están listos mucho antes”, explica Martín Kaiser. Cabe destacar que a los taninos filosos la madera los doma, como sucede en el Selección de Bodega o en los vinos de la línea Parcel de la casa, vinos con dos años en barrica porque sus taninos son muy marcados. En cambio, este joven blend fermenta en huevo y allí se queda un par de meses para mantener sus taninos amables.

Acá, el Bonarda está en suelos profundos y arcillosos, y le va muy bien, no así al Malbec que busca más la piedra. El Petit Verdot también se da muy bien, y otorga esa tensión en taninos, que se mantiene en la crianza en huevos. En 2017 tenía 5% de Tannat, pero eso lo cambiaron por Malbec, manteniendo el resto como siempre. Para Andrea, el Petit Verdot también es muy floral, con algo de jazmín y membrillo, mientras que el Bonarda es muy parecido al Malbec, con la nota de ciruela y mermelada. Otro detalle que no pasa desapercibido es la etiqueta, el diseño y su color. En el caso del 969, el ocre representa a la arcilla del suelo.

El primer vino de la línea fue el de San Carlos (1100), elaborado con las tres variedades que hay en el viñedo; Malbec, Syrah y Cabernet Sauvignon (60%/30%/10%). Es un vino complejo y a su vez amable, más comercial en su estilo, pero sin ser buscado sino por la naturaleza del lugar.

San Carlos tiene algo en común con Luján de Cuyo, según Martín Kaiser. Entre los 900 y los 1100m, los días son cálidos y las noches frescas, pero cambian los suelos porque San Carlos tiene suelos más arenosos, del cono del Río Tunuyán, en la parte sur, con poca piedra y caliche negro. Esto limita la profundidad de las raíces, por eso hay sectores de más profundidad y otros no, y así el vigor es más limitado y las uvas más concentradas en esas manchas de suelo más superficial. “Son las uvas que más nos gustan para hacer vinos de alta gama. Están las notas herbales típicas de San Carlos como la menta, y luego las frutas rojas (cereza y frambuesa), siempre presentes en esta región. Con cuero y notas muy especiadas, con algo casi cárnico, que remite al lugar y al tipo de suelo con mucho calcáreo”, describe Kaiser. La primera añada fue la 2012. “Antes se hacía con mayor madurez y ahora buscamos una frescura más marcada para que sea más bebible. Perdió en potencia, pero ganó en jugosidad”, agrega la enóloga.

En la etiqueta del 1100 están representadas las arenas rojizas con caliche; los colores del suelo.

Por su parte, en el 1350 el blanco es por el calcáreo. En este blend de Gualtallary, el suelo cambia mucho. Formado por el cono del Río Las Tunas, y con mucha pendiente; 5% cada 100m. Las piedras están pintadas con calcáreo. Con el Mapa de Calidad Potencial, un indicador de Terroir in Focus (el I+D en Doña Paula), tratan de entender el efecto del terroir en los vinos. Con el mapeo de electro-conductividad descubren cada mancha de suelo, y con las calicatas (170) describen el perfil y las diferencias de los suelos. Los componentes se elaboran por separado y se hacen micro-vinificaciones de cada tipo de suelo. Se arman un mapa, y con esos vinos describen el campo. Por ejemplo, los sectores azules son para el Malbec Estate. El color amarillo muestra las zonas que dan más estructura, notas herbales y de fruta negra. Y el rojo, las zonas más calcáreas y con piedra. “Son vinos potentes en boca, con taninos de textura media relacionado al calcáreo del suelo (tipo tiza), con nariz austera y cerrada, algo de fruta negra y mucha hierba, y mucho mineral, tipo cárnico”, describe Kaiser.

El Cabernet Franc proviene del Cuartel 7, zona amarilla; también la Casavecchia. Una uva italiana de La Campania, plantada en El Alto originalmente, pero ellos la introdujeron en Gualtallary injertando algunas cepas. Es una variedad tinta que da vinos muy aromáticos, con una fruta particular y mucha especia.

Por su parte, el Malbec viene del Cuartel 11, también marcado con amarillo en el mapa. “Son vinos concentrados porque son uvas potentes. Este Cabernet Franc, que acá participa en un 50% del corte, quedó como elegido entre los mejores 10 exponentes varietales del mundo en un prestigioso concurso”, dice Andrea.

La enóloga explica que para los tres blends las uvas se cosechan y se elaboran por separado, y post fermentación y maloláctica se hacen las mezclas. Se mantienen los porcentajes y las variedades, pero se ve año tras año el perfil de los vinos. En el 1100 y en el 1350, la elaboración es tradicional. Se recibe la uva y se despalilla sin moledora, y se elaboran en tanques de 6000l los más grandes. Es una fermentación controlada y especial, a unos 26 grados. La maloláctica se da de manera espontanea. Se hace una maceración post fermentativa de 20 días, y así obtienen mayor contacto de sólidos con líquidos, haciendo remontajes, delestage y pisoneos, porque son tanques chicos. A diferencia con el huevo, donde hay una menor intervención durante la fermentación porque no se hacen movimientos, solo pisoneos manuales diarios. Pero en los tanques se logran extraer más sustancias con remontajes, y luego van a barricas de roble francés, solo el 20% nuevo y hasta de cuatro usos, donde permanecen entre 14 y 16 meses para su añejamiento.

Si bien esta trilogía de vinos no tiene tanta trayectoria, el 1100 desde la cosecha 2012, el 1350 desde la cosecha 2014 presentada en 2016, y por último el 969, y sus conceptos son más complejos, por el solo hecho de querer mostrar estilos a partir de la conformación de los suelos, su relación calidad-precio, y etiquetas atractivas llaman la atención de consumidores curiosos en todo el mundo. Esos que ya saben que las cepas son apenas un vehículo para revelar el carácter y personalidad de los buenos vinos, que nacen, justamente, en el suelo.

Cada uno tiene su mensaje. El 1350 ostenta un buen carácter de lugar.

El 969 es equilibrado, joven y bien logrado, también amable y muy fresco para su origen. Y el 1100 es amplio y casi goloso, con madurez y una gran expresión.

Sobre El Autor

Hace 22 años degusté un vino por primera vez y supe que querría hacer de mi vida profesional. Compartir mi pasión; por eso me dediqué a comunicar el vino. Más de 30.000 vinos degustados y 20.000 publicados, más de 100 revistas editadas y miles de notas. Siete años en TV, cuatro en radio y seis en la web. Más de 20 exposiciones de vino organizadas y más de 30 concursos internacionales como jurado, además de muchos viajes a zonas vitivinícolas del mundo. Todo esto, simplemente me ayuda a conocer más, para poder compartirlo mejor.