Un vino de la pacha madre Fabricio Portelli 28/05/2017 Notas, Vinos Notas 3676 Salta ha decidido no quedarse abajo del tren de la evolución que vive el vino argentino desde que arrancó el milenio. Pero a diferencia de Mendoza, no hay muchas oportunidades en cada cosecha, por el clima y por la limitada cantidad de viñedos. Es decir, que donde se pone el ojo se debe poner la bala; no queda otra. Todavía en nuestro país, los vinos nacen en la cabeza de personas que se los imaginan. Obviamente a partir de un lugar, una variedad, un método de vinificación y una crianza, o bien por una combinación de todo o parte de esto. Ya llegará el día en el que los vinos se hagan solos en la viña casi sin intervención del hombre (figurativamente) como sucede en los terroirs más famosos del Viejo Mundo. Los salteños del vino son pocos, pero suelen hacer mucho ruido. Es como si estuvieran en sintonía con la intensidad de sus blancos y tintos de altura. Y han decidido apostar a plenos, donde cada pequeño valle alto, dispersos a lo largo de los Valles Calchaquíes desde Salta a Catamarca, es un número. Y si fallan, a esperar al año siguiente. En ese largo pero intenso camino, empiezan a aparecer vinos autóctonos, porque realmente son vinos de lugar, y de la mano de referentes de la región. Eso son los Domingo, un faro de los vinos de altura desde siempre, comandados por el “Palo” Domingo (84). Con su mítica (y muy vendida) damajuana de Torrontés, infaltable en las mesas salteñas donde asome el “asustadito” (vaso alto, hielo, Domingo Torrontés y shhh – splash de soda). Pero al bodega fue creciendo de la mano de los vinos que los hijos de Palo supieron conseguir, y exportar. Un día Osvaldo Domingo (el mayor de tres hermano) se cruzó en la vida con uno de los personajes más interesantes del vino argentino; el italiano Roberto Cipresso, mundialmente reconocido por sus Malbec de Achával Ferrer (bodega que dejó hace algunos años). Y gracias a la buena onda con la familia Domingo nació Pachamama, de una charla en búsqueda de un viñedo para Matervini (flamante bodega de Cipresso y Santiago Achával, (ver https://www.fabricioportelli.com/2017/03/28/nueva-era-vinos-de-pre-cordillera/). “Cómo se podría interpretar un pensamiento europeo a través de un trabajo a cuatro manos entre Salta e Italia”, se preguntaba Roby. Ese fue el puntapié inicial de un vino cofirmado por Rafael Domingo (enólogo de la familia) y Roby, un tinto que busca expresar de otra manera los viñedos de Cafayate. Al Pachamama Malbec llegaron recorriendo viñedos en busca de uvas para Alteza, el vino de Matervini que inspiró a Roberto Cipresso a explorar la Pre-Cordillera. Para el enólogo italiano más importante que los vinos son los lazos que puedan crear. Así, después de algunos años de viajar hacia el NOA para su Alteza, recorriendo los viñedos de la familia Domingo en Rupestre (2300 msnm) y en Yacochuya; nació la idea de hacer algo en conjunto. “Tengo el nombre, pero cómo hacemos el vino, en qué estilo” se preguntó Roby. Y comenzó la búsqueda con Rafael, hacedor curioso e inquieto a quien le gusta innovar y cambiar. “Pero el vino creó una amistad, y esa relación está muy bien representada en el Pachamama”, afirma el italiano. Para Osvaldo, es un Joint venture intelectual basado en la confianza mutua. Claro que Santiago Achával, alter ego local de Roby, formó parte de ese círculo virtuoso del vino desde el vamos. La 2017 es la cuarta cosecha. Debutó en 2014 con 3000 botellas, ya tiene una dirección más definida en 2015, y en 2016 superó las expectativas. Para el Pachamama se cosecha a cuatro manos y se hace una sola vinificación en cubas pequeñas de roble (225 y 160l). Sin dudas, ha nacido un vino salteño y único que por nombre, historia y personajes, marca la diferencia y resulta una apuesta segura para todo amante de los grandes vinos argentinos. Pachamama Malbec 2014 De aromas densos, algo maduros y herbales, con cuerpo contundente pero no tan carnoso, más bien en un estilo europeo. Un vino con carácter, taninos firmes pero bien filosos, compacto y todavía joven. De paso amable, algo potente y licoroso pero con la frescura que lo domina y sostiene. Paladar franco y voluptuoso, con la fuerza del lugar y cierto clasicismo salteño. Tiene gran potencial, sobre todo si las notas de crianza se integran y gana armonía en la estiba. Beber entre 2017 y 2022. Puntos: 91