Hace algunos años Gabriel Dvoskin emprendió un nuevo camino, el del vino propio. Pero lo más importante no fue saber a donde llegar, porque eso siempre es incierto ya que el éxito supone traspasar los límites, sino saber por donde ir. Y es gracias a ello que hoy, este periodista devenido en flamante winemaker, está muy contento con sus vinos y la dirección del proyecto. Porque lo principal es tener claro el concepto, el vino que se quiere lograr para luego enfrentar al mercado. Hoy Gabriel siente que “sí, la base está” y mientras disfruta del camino, con paciencia, humildad y determinación, “La Nave Va y va”, afirma.

Gabriel es periodista y recorrió Europa como corresponsal de la Agencia Internacional de Noticias Reuters. Fue durante su estadía en Francia que descubrió su pasión por el vino, y eso lo acercó a La Viña, una de las vinotecas más importantes del mundo, para colaborar en una de sus publicaciones. Siendo reportero conoció a muchos productores y degustó los mejores vinos. Pero lejos de dejarse llevar por la sofisticación de ese fascinante mundo, fue la simpleza lo que acaparó su atención y despertó en él al enólogo que llevaba a adentro. Su curiosidad natural y sus ansias profesionales de investigador periodístico le permitieron juntar mucha información, aprender y dejarse influenciar sólo por algunos elegidos.

Cuando decide volver al país estaba algo confuso pero a la vez empezaba a tener claro qué quería hacer. Lo primero fue el vino ,y lo segundo fue el dónde, el tipo de lugar para hacer su vino. Fue así que en 2005 viajó a Altamira, y junto a su amigo agrónomo Charly (Ricardo García) comenzó la búsqueda. Sus parámetros eran los suelos de la Borgoña, por eso el terruño debía ser con piedras y con presencia de calcáreo. También su clima debía ser extremo, lo más frío posible. Hasta 2010 regresó varias veces al lugar, convencido del mismo, hasta que apareció la que hoy es su finca, en El Cepillo. Y como a los sueños (por lo general) hay que financiarlos, elaboró un plan con gente amiga para comprarla.

Lo más llamativo es que la finca había que plantarla, y en lugar de salir corriendo a buscar las estacas y enterrarlas para que se apuren a dar uvas y convertirlas en vino para vender, Gabriel hizo muchas calicatas para poder analizar las capas del suelo y encontrar el mejor lugar para cada una de las variedades elegidas.

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Sus viajes periodísticos continuaban mientras su sueño vínico comenzaba a tomar forma de realidad. Recién en 2012 regresa definitivamente a país, aunque hasta 2014 continuó viajando como reportero y por ende, repartiendo su tiempo.

El proyecto es chico, y siempre lo será, el plan es llegar en 5 años a las 20.000 botellas de producción, asegura. Es interesante la ubicuidad de Gabriel quien afirma estar en el año cero, más allá de tener ya dos etiquetas de vino en la calle (una agotada), y vender el 80% de sus uvas. Sabe que no quiere un gran negocio, nada que lo intimide, sino algo que le alcance para vivir bien y disfrutar de la vida junto a su mujer y su flamante hijo.

Reconoce a Ángel Mendoza como uno de los personajes que más lo influyeron, por más que en su haber haya más referentes europeos. Y si bien no comparte con él muchas cosas, respeta su lectura global del vino argentino, y esa visión tan particular que tiene “el Petiso”, siempre vigente y desafiante, pero con lógica natural. Otro que lo convenció que el camino del vino debe ser lo más natural posible fue Josko Gravner, quien en su bodega del Friuli elabora vinos a la muy vieja usanza, bajo la filosofía biodinámica y en ánforas enterradas. Gravner aprendió en un viaje a California todo lo que no debía hacer para hacer vino, y Gabriel se lo tomó en serio. Hoy sostiene que “no hay que cambiar la naturaleza sino cambiar uno en función a la naturaleza”. Es consciente que existen muchos recursos para tomar atajos y (en teoría) mejorar los resultados para así lograr el éxito antes de tiempo. Pero sabe que ese no es el camino de la consistencia, y que la industrialización permite la réplica pero no el manejo de la naturaleza. Eso lo aprendió de Adrián, un pequeño productor de Pinot Noir de la Borgoña. A estos y muchos otros personajes se los puede conocer a través de los videos que Gabriel Dvoskin viene publicando desde hace tiempo en su sitio web http://vinicast.com.

Gabriel no posee un linaje de vino, pero tiene una gran paciencia. No quiere seguir ninguna receta, sino crear una propia para lograr al fin un vino que represente el lugar, sin que sea prolijo pero cuidado al detalle.

Cómo hace los vinos

Uno de los detalles en el que Gabriel más insiste con su equipo tiene que ver con las texturas del vino en boca, de las cuales destaca que existen referencias ya en el año 1550. Algo que hoy está de moda pero que siempre estuvo en el centro de su escena.

Sus dos vinos nacieron en 2013 como ensayo y ya en 2014 con una partida muy pequeña de solo 2000 kg de uvas Malbec y Pinot Noir plantadas en la finca (8 y 2 hectáreas respectivamente) a distintas densidades (entre 5000 y 8000 plantas por hectárea) en función a las profundidades del caliche (40 y 95 cm). Los suelos son arenosos, con limo y piedras, y si bien no se desvela por la biodinámica, el trabajo en la viña es orgánico, con mucho respeto por la biodiversidad. Recién en la cosecha de este año se guió por el calendario lunar pero solo como una prueba.

Su Malbec “del frío” (como está registrado) lo elaboró Giuseppe Franceschini, quién desde los 2016 es el responsable de todos los vinos de la casa. “El tano venía mucho a la finca por su interés en el Pinot (la uva) y también en el Malbec”, cuenta Gabriel. Fue elaborado en una pequeña bodega en Carrodilla, en un bin plástico. Lo curioso fue que el vino tardó mucho en despegar. Una noche de Diciembre en pleno trajín porteño, Gabriel recibió un llamado de su enólogo amigo quien estaba muy sorprendido por el vuelo que había tomado ese Malbec. Enseguida pasó a dos barricas de 500 litros usadas.

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Por su parte, el Pinot Noir es más garajista y lo elaboró con Brennan Firth, un americano radicado en Mendoza con un concepto muy particular de la vitivinicultura. En este vino no hay una tercera persona, Gabriel y Brennan cosecharon los 1000 kg de uva en un mismo día y sólo utilizaron SO2 antes de embotellarlo. De este PinTom (combinación de Pinot Noir y el nombre de su hijo, que nació el mismo día – 2 de Abril – que comenzó a fermentar) solo llegaron al mercado 460 botellas y ya está agotado, por lo tanto habrá que esperar la llegada del 2015 para conocerlo. Gabriel recuerda que fue un año muy difícil para el Pinot por la helada que sufrió la viña el 01/12/14. Pero se animó a hacer un vino de segunda flor al estilo de un claret de Languedoc, y así nació el PinTom Subversivo, un vino rosado.

En 2016 cosechó más de 2000 kg de cada uno, realizó estudios de conductividad del suelo y eso lo llevó a elaborar Malbec de lugares diferentes, siempre dentro de su finca, para hacer un blend.

“Recién tengo algo de noción de algunas cosas, como por ejemplo la importancia real de la poda y la atadura (guyot en arco para tratar de controlar el exceso de vigor en una parte de la canopia), que son más importantes que el ciclo de madurez”, dice y agrega que “en una viña en formación la poda es casi un acto artístico”. El objetivo es encontrar el equilibrio natural de cada planta.

Este año consiguió unos foudres austríacos para fermentar los 2017 con maceraciones cortas y procesos más naturales aún.

Pretende limpieza y pureza en sus vinos. Y con paciencia y humildad atiende los detalles, más allá de saber que la estiba crea distintas capas y etapas en los vinos. Pero los suyos deben ser nítidos, fáciles de beber y difíciles de entender. Y por eso se esfuerza tanto en su búsqueda. Eso es lo que refleja la etiqueta de Y la Nave Va, un hombre remando en el mar en una canoa con un elefante. Gabriel es ese incansable remero que no se le cruza por la cabeza otra cosa que no sea llegar a donde va su nave.

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Y La Nave Va Malbec 2014

Gabriel Dvoskin, El Cepillo, Valle de Uco $460

A partir de una viña joven plantada con 8 hectáreas de Malbec en distintas densidades y sobre un suelo de caliche, arena, limo y piedras, nace este flamante tinto. Un Malbec de frío tal como lo define su autor, de aromas intensos y vibrantes, no muy expresivos pero sí con cierta tensión. De carácter bien herbal, con frutas de baya (roja y negra) y buen volumen. Tiene agarre, persiste con fuerza y el nervio típico de juventud. Fresco y vivaz, con buen potencial. Beber entre 2016 y 2020.

Puntos: 91

 

PinTom Pinot Noir 2014

Gabriel Dvoskin, El Cepillo, Valle de Uco $490

Sus aromas son salvajes y austeros, recién en boca gana la fruta con algo de madurez. Por un lado posee mucha tensión pero contrasta con su potencia. Es un vino de texturas de frío con un final más cálido, típico de sol. Sus sabores no son prolijos pero si muestran un carácter, combinados con algo de crianza, pero siempre con la fluidez y el aspecto inconfundible del varietal. Un tinto que precisa más botella para ganar equilibrio en sus expresiones.

Puntos: 89

 

 

 

 

Una Respuesta

  1. Ángel Ramos

    Conocí casualmente a Gabriel en una reunión de cata en Mr. Wines, pero en ese momento solo supe que hacía estos dos vinos. Muy interesante su historia y el camino (¿o mejor decir rumbo?) que está decidido a llevar. Gran nota, detallada y precisa. felicitaciones.