Quizás no trabaje en la bodega más grande de la Argentina, pero si es dueño y responsable de una de las marcas de mayor prestigio. Y no hay dudas que elabora una enorme cantidad de vinos de alta calidad. La diversidad de su propuesta y en cantidades suficientes para abastecer al mundo, lo convierten en el enólogo más ocupado de la última década del país.

Alejandro Vigil es muy responsable de la revolución vínica nacional, una especie de Che Guevara del vino. Un personaje auténtico, que devino en personaje famoso sin querer queriendo (para conocer más al personaje ver www.fabricioportelli.com/2014/12/15/de-mendigo-a-millonario/). Porque él sabe que cada uno de sus vinos resuena con mayor fuerza en el mercado. Y eso se lo ha ganado, justamente por su propuesta vínica; la que viene exhibiendo hace quince años.

Fue Alejandro Vigil quien me mostró el camino de los nuevos Malbec argentinos. A partir de uvas seleccionadas de viñedos especiales que nacieron para poder entender mejor el origen. Seguro de que allí radicaba el secreto. Fue el primero en nombrar Gualtallary, alicata o cofermentación, por decir sólo algunas palabras que hoy están (por suerte) en boca de todos. Con él fue el primero con quien discutí sobre la mineralidad, su significado e interpretación en las copas. Recuerdo sus primeros vinos de capas. Capas de aromas, sabores y texturas; hoy un estilo muy emulado. También fue pionero en usar 200% de roble nuevo y de la misma manera, sacarle madera a sus grandes vinos. Fue el primer obsesionado por el terroir, junto a sus amigos y colegas (Alejandro Sejanovich y Luis Regginato por ejemplo). Y de los primeros que se embarcó sin dudar para llevar el Malbec al más allá, a tal punto que se lo tatuó en la piel.

Luego fue el turno del Chardonnay. Una apuesta mucho más difícil y por ende un gran desafío. Sin embargo, con todo su empuje y el conocimiento adquirido en viajes y degustaciones por el mundo, sumado a la creciente relación con sus vides y viñedos, le permitieron tener éxito. Y una vez más mostró el camino. Porque así como nacieron innumerables grandes Malbec nacionales a partir de sus propios Malbec argentinos, hoy la oferta de Chardonnay de excepción va creciendo. Es como si Vigil y sus vinos fueran los profetas que evangelizan y a su paso, los vinos se multiplican. La explicación es más simple. Sus vinos abren puertas y mercados, y conquistan consumidores por doquier. Cómo no intentar hacer entonces lo que él hace.

Después llegó el Cabernet Franc, y el ejército de sus Enemigo. También recuerdo la primera vez que degusté un Cabernet Franc con él, de una barrica de 500 l en una bodega de Vista Flores. Y aunque ya existían otros referentes (Pasionado, Angélica, Henry, etc.), ese fue distinto. Vigil apuesta a la plasticidad del varietal, y esto le permite ofrecer diversidad. Incluso al límite de proponer ya repensarlo (a partir de su flamante El Carrizal).

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Pero confieso francamente que no lo entiendo; aún. El Cabernet Franc que yo conozco es más mordiente y vivaz. Más ligero y vertical. Y si bien no hay que pretender que nuestros vinos sean cómo los franceses, de alguna manera deben asemejarse al menos en sus características varietales. Luego que el terruño imprima su sello y el enólogo su firma. Pero más allá de mis interpretaciones y de estar seguro que al Cabernet Franc le falta mucho recorrido para poder si quiera competir con nuestro Malbec, los resultados, los puntajes y las ventas mandan.

Y mientras sigue intentando con el Cabernet Sauvignon, un vino que le sale como a pocos. El 2001, con el que debutó en la bodega que trabaja, sigue siendo un gran referente de lo que aquí se puede hacer con el cepaje rey de los tintos. También es capaz de sacar de la galera un Moscatel a gran escala si el mercado lo pide y crear tendencia; o inventar un Lambrusco. Por eso, sus condiciones y atributos profesionales están fuera de discusión.

Hoy es el turno del Bonarda y sus vinos de parcela. Convencido que para darle prestigio al varietal hay que agregarle valor. Fue a las fuentes en busca de las mejores uvas. Y en lugar de ir para arriba, se fue para abajo. Al revés de la corriente, apuntó en la dirección opuesta al Valle de Uco, y fue a Junín, en el oasis Este mendocino. Allí, donde están las plantas más viejas y la mayor cantidad de hectáreas plantadas. Lo que significa, en otras palabras, la cultura misma del cepaje. Y este dato no es menor, ya que lo más importante en el vino es su origen. En lugar de renegar de él, se propuso indagar hasta donde se pueda, en busca del mayor potencial. Y en eso está Vigil con su permanente WineStorming. Una lluvia de Bonardas de zona Este que sin dudas prestigiará al varietal. Pero lo más importante es que logrará despertar a toda una zona y su gran cantidad de productores y hacedores, al tiempo que dirigirá los ojos de la prensa y el retail, hacia allí. Ojalá su propuesta evolucione, se afine en conceptos, mensajes e intensiones. Y que muchas otras bodegas lo imiten, seguros que detrás de un vino de Vigil, o como el de Vigil (si está bien logrado), vendrán las ventas.

Para conocer sus Cabernet Franc hacé click acá:

 

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Sobre El Autor

Hace 22 años degusté un vino por primera vez y supe que querría hacer de mi vida profesional. Compartir mi pasión; por eso me dediqué a comunicar el vino. Más de 30.000 vinos degustados y 20.000 publicados, más de 100 revistas editadas y miles de notas. Siete años en TV, cuatro en radio y seis en la web. Más de 20 exposiciones de vino organizadas y más de 30 concursos internacionales como jurado, además de muchos viajes a zonas vitivinícolas del mundo. Todo esto, simplemente me ayuda a conocer más, para poder compartirlo mejor.